Por E. Ruiz
Personajes:
Epicuro
Anticristo
Moisés
Después de la orgía de los sietes días, realizada en Pompeya, en el templo de Isis.
Dictan las nuevas tablas de valor al esclavo Moisés.
-Epicuro.-No acceder a un placer aquí y ahora si posteriormente no va a producir un displacer. Renunciar a él.
Anticristo brinda y aplaude, agrega:
-Anticristo.-Toda renuncia es ya una vergüenza, donde muchos encuentran sus pequeños placeres de venganza disfrazados de displacer. Algunos de los más hermosos son los inmediatos, y por el simple hecho de dar placer ya llevan dentro de sí la mordedura del displacer. Buen amigo, no quiero convertir el
vino en trago amargo, así que no discuto más y complemento en un segundo mandamiento, derivado del tuyo:
-Es mejor elegir un displacer inmediato si ha de conducir más adelante al surgimiento de un placer.
Moisés frunce el ceño, no hay duda de que la confusión lo turba. Epicuro, que es un hombre amable, explica:
-Epicuro.- Mi querido Moisés, como buen judío, solamente eres capaz de valorar a través de la lucha de contrarios, de los antagónicos, de los opuestos. Lo blanco y lo negro son cosas separadas; así como lo bueno y lo malo; lo bello y lo feo, sin embargo cada uno de esos elementos no son una antítesis, sino que se expresan a través del nivel de intensidad de sus propiedades. El placer no se percibe si no se experimenta una dosis de dolor por la ausencia de su padecimiento; el placer y el displacer están íntimamente ligados. Los mejores placeres son los que más daños hacen, los que llegan a rasgar las emociones más deleitosas. Sin embargo, hay que saber distinguir, por ello el siguiente mandamiento:
-La suma de los placeres deberá de ser siempre mayor a la suma de los displaceres.
Anticristo no escuchó la explicación ni el mandamiento, para él era molesto tratar de ser condescendiente con Moisés.
-Anticristo.-Querido amigo, es lo que no comprendo de ti, parece que se asoma de vez en cuando una moral que establece límites, ¿será un pequeño temor al placer mismo? Te he observado con las mujeres, con el vino, te resistes al regocijo inmediato. ¿Será que eres tan sensible, tan ardientemente sensible que perderías la cabeza sin pensarlo -¡Sí!- en un desenfrenado impulso de deseo? Aún le temes a la bestia que llevas dentro, o ¿te gusta contenerte a un grado en que tu displacer es un gran placer, del cual bebes y te entregas hasta ya no poder resistirlo? –Dirigiéndose a Moisés- ¡escribe mi mandamiento!:
-Todo desprecio de la vida sexual, toda noción de "impureza" del cuerpo, será el primer pecado contra el “espíritu santo” de la vida.
Aplausos de Epicuro.
-Epicuro.-No, no, lo que sucede, mi embriagante amigo, es que todo regocijo inmediato es la ruina y condena del placer mismo, pues carece de conciencia, y sin conciencia ¿cómo he de reconocer y disfrutar? Es más ¿cómo he de saberme libre y no esclavo de mis deseos, de mi placer o displacer?
-Anticristo.-A veces me resultas tan cristiano, pero no te preocupes, es algo que no conoces ¡tal vez yo soy quien llevo ese maldito estigma! La idea del amor debe ser arrancada de las prácticas sexuales, el amor es un “ideal”, un engaño contra la bestialidad de la sexualidad no aceptada. El lugar del amor será ocupado por el ¡EROTISMO! El erotismo reivindicará al ser humano y a su animalidad. El siguiente mandamiento versa:
-Solamente habrás de respetar una moral encarnada en sus valores.
Accidentalmente Moisés derrama una copa de vino, lo que provoca la carcajada de Epicuro.
-Moisés.-Disculpe, disculpe…
-Anticristo.-No confío en estos judíos, todo lo hacen con alguna intención.
-Epicuro.- ¿Le temes a los judíos? No lo puedo creer, son tan indefensos.
-Anticristo.-El judío engendró al cristiano, el animal más peligroso. Por ello dictaré mi siguiente mandamiento:
-Todo predicador del transmundo, del idealismo, deberá ser arrojado a los cerdos hambrientos. Pastores y sacerdotes serán el festín del animal que come cualquier clase de porquería.
-Epicuro.-Ya no es tan placentero, siempre te apoderas de las palabras y terminas con injurias, maldito Anticristo –carcajadas-. Deja que Moisés escriba un último mandamiento, después Prometeo hará llegar esto a los hombres.
-Anticristo.-La llamada historia sagrada (determinada en la antigua medición del tiempo D.C.) será llamada historia maldita; las palabras: Dios, salvador, santo, redentor, sagrado, serán empleadas como marcas para los criminales y símbolos de vergüenza.
El vino escurre por la barba de Anticristo después de vaciar la última botella. Epicuro no deja de celebrar con aplausos y carcajadas.
-Epicuro.- ¡Ah, no podría ser mejor! Siempre tan elocuente, ahora a descansar. ¡El séptimo día fue mortal!
-Anticristo.- ¿Dónde está el judío? Quiero leer lo que escribió.
-Epicuro.-Le ordené que fuera a encontrarse con Prometeo.
-Anticristo.- ¡No hay duda, tienes mucho de cristiano!
Fin acto I
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