EL PRINCIPIO
Yo andaba perdido, siempre había estado
perdido, buceando en los libros de clarividentes, a la búsqueda de información
de primera y segunda mano sobre el mundo astral, sobre el reino de los muertos.
Y en esa persecución desesperada de luz y de color para mi mente, en uno de mis
sueños más significativos vine a reunirme con mi mentor, con aquel viejo
vidente y escritor que conformó las bibliotecas personales de la mayor cantidad
de investigadores del mundo oculto. Un hombre muchas veces criticado y
discutido, pero de alguna manera un pionero, un zapador, un investigador
clarividente que estampaba en sus conferencias y en sus escritos toda una
relación enjundiosa de la vida y de los hechos que tendrían lugar en las
distintas dimensiones de la materia y de la naturaleza.
Se lo veía mucho
más joven que en las fotografías arcaicas que había contemplado durante largas
noches de insomnio, prendido a cualquiera de sus libros, a las ilustraciones de
todo tipo de fenómenos y realidades ultrafísicas. Mucho más joven aunque
todavía ataviado con un traje del estilo de los años veinte del siglo pasado.
Me recibió en una
especie de construcción gigantesca, de madera y mármol, algo muy curioso, en
una estancia muy luminosa, llena de colores y destellos. Me ofreció un asiento
a su lado, una silla austera y nada extraordinaria. Él, sin embargo, se
sentó en una butaca primorosa que inmediatamente me hizo evocar toda la
grandiosidad de la obra que había legado al género humano.
Me dirigió la
palabra de una forma tan cortés como frontal. Yo no esperaba escuchar las cosas
que Charles Webster Leadbeater me dijo esa noche y todas las noches que
siguieron. No esperaba recibir toda esa información en absoluto. Semejante
privilegio merecía una obra literaria, al menos un intento de obra literaria
como esta que usted tiene entre sus manos. Con franqueza, no me interesa
demasiado ostentar algún tipo de verosimilitud con esta obra, no me preocupa si
es un manual ortodoxo sobre la vida en el mundo astral o vulgar un cuento de
mal gusto. Es lo que cada lector desea que sea, es eso y nada más.
El señor
Leadbeater atacó mi flanco más débil:
-Usted cree que
está soñando. ¿No es cierto?
Yo titubeé.
Nunca hubiera esperado que en mitad de un sueño un hombre soñado me hiciera ese
comentario. Advertí que razonaba perfectamente y no de manera inconexa,
razonaba lo suficientemente bien como para responderle reflexivamente:
-Existe el llamado
sueño despierto: un tipo de sueño en el que uno despierta en medio de lo que
está soñando y sabe que está soñando.
-Es una forma
ingeniosa de hablar del problema. Pues este es en cierto modo el más perfecto
de los sueños despiertos. Es un desdoblamiento, un desdoblamiento astral.
Sentí viva
curiosidad por conocer el significado de esas palabras, aunque en cierto modo
ya lo había leído en sus páginas. Leadbeater me respondió con mucha calma:
-Para que un ser
humano pueda tener experiencia plenamente consciente en el más allá, en el
mundo de los muertos, en el mundo de sus antepasados, es necesario que su
cuerpo astral esté suficientemente organizado.
No alcancé
a entender completamente el sentido de ese mensaje. Era un tema muy poco
tratado en los libros de ocultismo que había leído. Leadbeater lo percibió con
nitidez y me explicó las cosas a su modo:
-El cuerpo
astral, o cuerpo emocional, es un cuerpo hecho con la energía de la vida
psíquica, con los deseos y las emociones en particular, y es la primera imagen
de su cuerpo carnal que se encuentra allende el plano material. Le sirve como
vehículo para desplazarse en el plano astral, en el mundo de los muertos, una
vez que usted fallece. Pero existen excepciones a la regla. Usted leyó mi obra
durante mucho tiempo, de modo que no ignora toda esta materia. Una de las
excepciones es la de aquellos individuos que prematuramente han desarrollado,
han organizado su cuerpo astral.
Me sentí
sorprendido. Saqué precipitadamente mis propias conclusiones:
-¿De modo que he
desarrollado prematuramente el cuerpo astral, señor Leadbeater?
Mi
interlocutor y guía me lo explicó todo, siempre sonriendo y con mucha paz:
-No, en absoluto.
Existen algunos procedimientos ocultos para organizar o actualizar
artificialmente el sistema de órganos de percepción y movilidad
astral “desde afuera”. Con uno de estos
procedimientos secretos le he inducido a usted de tal forma que puede percibir
y moverse en el plano astral, y todavía más, que puede registrar con su cerebro
físico las aventuras en el mundo astral. Se trata de técnicas muy especiales y
privadas sobre las que no puedo decirle nada más. Es sólo un ardid, un
artificio.
Yo estaba atónito
escuchando esas palabras. El bueno de Leadbeater prosiguió:
-En todos estos
años usted ha mostrado un gran interés por todo lo concerniente a la
escatología esotérica. Lo he estado vigilando atentamente. Creo que usted
podría hacer una bella contribución al resto de los mortales se escribiera su
propia obra sobre esta materia. Usted es escritor y es además un aficionado a
la fenomenología oculta de la naturaleza. Le ofrezco a usted una oportunidad
única para que reconozca y registre la prodigiosa versatilidad de la naturaleza
escondida desde una perspectiva ciertamente muy poco habitual. Aquí pululan
incontables formas de vida simples pero que tienen una gran influencia en la
existencia de los seres humanos. Como usted sabe las solemos llamar “vidas
elementales” o simplemente “elementales”.
Le pregunté
emocionado:
-¿Me va a enseñar
las huestes de espíritus de la naturaleza?
Leadbeater
se puso serio. Dijo pausadamente:
-Ni lo sueñe. Ese
no es el propósito, esa no es la comisión que se me encomendó. Resulta de
interés para todos que usted conozca las vidas o formas elementales que se
ceban con el dolor y el error humanos, con las pequeñas y grandes vicisitudes y
penalidades de la existencia terrena. Sólo le he de enseñar a usted algunos
tipos escogidos de esa variedad multiforme de mostrencos y larvas astrales, de
criaturas en apariencia bestiales o infernales, de ningún modo vinculadas
a los espíritus de la naturaleza en su esencia. Los espíritus de la naturaleza
pueden exhibir algunas picardías o excentricidades desde el punto de vistas
humano, pero no constituyen un “bestiario”. Si usted acepta mi invitación le
indicaré en detalle de qué manera esas entidades siniestras o melancólicas,
juguetonas o ruinosas, están vinculadas más o menos permanentemente con la
existencia de muchos hombres y mujeres que cuentan con cuerpo carnal en el
planeta material.
Mi rostro pareció
exhibir algún tipo de decepción. Leadbeater se dio cuenta y me dijo:
-Además de los
espíritus de la naturaleza astral, existen espíritus de la naturaleza
mental. Usted oyó hablar o leyó profusamente sobre las hadas y
los duendes, las ondinas y las náyades,
los silfos y los elfos, los gnomos y todo tipo de espíritus que revistan de
alguna manera dentro de la evolución angélica. Por sobre todo debe saber que
existen en el mundo mental unas familias de espíritus de la naturaleza, de
ángeles encarnados en ese mundo, dotados de gran perspicacia mental.
Particularmente aquellas entidades que presentan un aspecto de grandes y
prodigiosas aves. Esta tradición de las aves sabias y milagrosas ha sido
recogida en las antigüedades de muchos pueblos con la misma pasión y el mismo
énfasis que las hadas y los duendes, pero muy pocos investigadores han
conseguido situarlas. El problema es que no son espíritus del mundo astral,
sino del mundo mental, y el acceso al mundo mental, la organización del cuerpo
mental, del doble mental, es todavía más ardua. Así como le menciono estas
aves, existen allí otras tantas criaturas, muchas veces referidas en mitologías
y sistemas de creencias, con cierto don de inteligencia superior, como buenos
ángeles encarnados que se encuentran en el arco involutivo y que más tarde se
transformarán en los espíritus de la naturaleza astral. Todo ello antes de
ingresar al reino de las aves y de algunas especies marinas, camino a la
verdadera evolución angélica, que se produce cuando asumen una relación
consciente y plena con la luz y el propósito del plan en la mente divina.
¿Recuerda esos conceptos?
Asentí con gran
entusiasmo. Aunque hubiera querido discutir con él la razón para excluir de mi
investigación las más notables formas espirituales, algo en mi corazón me decía
que resultaba del todo más útil en los tiempos que corren avanzar en la pesquisa
de esos mostrencos y larvas astrales que repetirse en un tipo de experiencia
mucho más convencional.
El señor
Leadbeater me dijo algo más, algo que me estremeció realmente.
-Las formas
astrales espurias, los llamados espíritus de la enfermedad o espíritus espurios
son incontables y se desarrollan y se multiplican en la medida que el ser
humano se transforma cada vez más en una entidad llena de bajas pasiones y de
pérfidos deseos. Crecen y se desarrollan, se alimentan de tales pasiones y deseos
y más tarde o más temprano terminan por tomar por asalto masivamente el planeta
físico en la forma de nuevas enfermedades, epidemias de todo tipo. Los seres
humanos literalmente le damos vida a estos engendros maléficos de
nuestros egoístas hábitos en el sentir y en el pensar y luego sufrimos las
consecuencias de tales actos de increíble ceguera espiritual. ¿Recuerda estos
conceptos?
Asentí con
seriedad. Se trataba de uno de los temas ocultos que me inspiraban mayor
interés, incluso había estado escribiendo una serie de
artículos a ese respecto para mi página
web. La proposición del señor Leadbeater me parecía espléndida, pero todavía no
sabía qué debía hacer a ciencia cierta. El señor Leadbaeter leyó mis
pensamientos:
-Sólo debe cenar
liviano, acostarse temprano de forma que a las once de la noche esté plenamente
dormido, en sueño profundo. Entre la medianoche y las cuatro de la madrugada
haremos nuestras exploraciones. Luego, al despertar, usted anotará en detalle
lo que ha experimentado y por supuesto sus propias conclusiones. ¿Le interesa
la propuesta?
-Desde luego,
señor Leabeater. ¿Y cuándo comenzamos?
-Mañana mismo.
Estoy muy ocupado y he aceptado descender al mundo astral y tomar este cuerpo
artificial, esta apariencia astral, para cumplir con mi misión. Una misión que
lo incluye a usted, a usted y naturalmente a todos los seres humanos que como
usted viven creando formas monstruosas y parasitarias. Existe un gran interés
por prevenir a la humanidad ahora que la ignorancia espiritual se está cobrando
más y más víctimas. Mañana y durante algunas noches usted estará bajo mi
cuidado y protección. Reciba las bendiciones de quienes velan por todos los
seres vivos, mi buen amigo.
Me desperté. Me
desperté bruscamente. Sentí como si hubiera entrado violentamente a mi cuerpo
físico tendido en la cama, por algún lugar en el
plexo solar. Inmediatamente fui por el
cuaderno y el bolígrafo y escribí estas primeras páginas, las primeras páginas
de un curioso bestiario del mundo astral, de un bestiario del más allá. De un
bestiario que bebería funcionar como una admonición, como un llamado de
atención a la pobre viuda infeliz que es la humanidad.
LAS LARVAS DE LOS ABORTOS
Seguí las indicaciones de mi mentor lo mejor que pude. Cené liviano, evité leer o mirar televisión. Hice un ejercicio de meditación nocturna y me acosté.
No sé a qué altura de la noche me encontré volando, avanzando sin utilizar los pies en el sueño. Sin que pudiera creerlo mi cuerpo atravesaba las paredes, los árboles, todas las cosas. Sólo cuando dudaba de la capacidad para hacerlo, la materia astral ofrecía alguna resistencia, es decir mi mente se volvía un contrapeso, el motivo fundamental de la resistencia. A lo largo de estas experiencias sentía la presencia invisible de alguien que me estaba guiando escondidamente en el seno de la materia de los sueños.
De pronto, una voz, una voz que ya había conocido me dijo unas palabras que ya ni recuerdo. Sé que obedecí esas palabras. En un abrir y cerrar de ojos me encontré flotando sobre un inmenso piélago, un inmenso y asqueroso piélago. No había agua sino gigantescas placentas o bolsas llenas de líquido color ambarino que se agregaban en un espacio inmenso y que se movían y revolvían. La voz del señor Leadbeater me dijo algo más:
—Observe con detenimiento la superficie del mar de placentas. ¿Alcanza a ver las pequeñas formas humanas que se mueven ciegamente entre cada una de las bolsas y que alzan los brazos pidiendo auxilio?
Miré en detalle aquel repugnante mar de placentas. En efecto, entre las bolsas se observaban pequeñas criaturas casi humanas que se movían desesperadamente buscando algo.
—¿Qué son? ¿Qué buscan? –le pregunté a mi guía.
El señor Leadbeater me explicó:
—Quería que comenzáramos por aquí: en el reino de los abortos. Existen todo tipo de abortos, estos que ve son sencillamente las formas astrales de los bebés que han sido abortados voluntariamente. Observe los rostros anegados en llanto, la expresión desesperada de sus gestos, las formas contrahechas de sus cuerpecitos.
Me sentí conmovido por lo que estaba reconociendo en aquel terrible lugar profano.
—¿Son las almas? —le pregunté con ansiedad a Leadbeater.
—Sólo los pequeños dobles astrales, las imágenes semi-terminadas de los cuerpecitos de los bebés. Observe con detenimiento esas imágenes.
Obedecí. No eran cuerpos de bebés en el sentido que habitualmente le damos a ese concepto, se trataba de simulaciones, de imágenes parecidas, de simples humanoides.
—No han alcanzado a manifestarse como cuerpos, de modo que sólo conservan una cierta apariencia corporal.
Estaba sorprendido:
—Parecen dibujos animados en tres dimensiones.
—Son imágenes que sobreviven a los abortos por un cierto lapso de tiempo junto a las placentas astrales, imágenes que buscan consuelo y protección. Naturalmente no se trata de almas, las almas son esferas de luz espiritual, carecen de esta forma humana o de cualquier forma material. Estos son los restos de los incontables abortos que se practican minuto a minuto en el planeta.
—¿Y las almas de estas criaturas tronchadas?
—Las almas viven en su “limbo”, en su esfera, sufriendo un fracaso dentro de su plan de existencias. De alguna manera el aspecto personal de las almas humanas se ve afligido por este crimen horroroso y por la paralización temporaria de su proceso natural. Ahora sígame.
Nos movimos en alguna dirección. Nos movimos un breve trecho.
De pronto nos encontramos en una ambiente soporífero y muy húmedo con gases y aromas deletéreos, casi sulfúricos. Visualicé incontables formas, pequeñas formas con piernas y brazos pero sin cabeza, o con una “gota gelatinosa” más grande en el lugar de la cabeza. Se movían a tientas y a ciegas sobre algo musgoso y terriblemente desagradable, algo que parecía bramar y ondear debajo de ellos.
El señor Leadbeater me explicó las cosas:
—Estos son los restos seminales, las formas vivas que surgen del esperma desperdiciado en la masturbación y en otras prácticas sexuales. Estas larvas inundan el planeta en esta región baja del astral. El semen humano tiene un inmenso poder creador, un poder que no concluye con la eyaculación fuera de la matriz. Por el contrario, los resultados desastrosos de ese acto los puede ver realmente, los puede objetivar, a lo largo de las vidas desnorteadas de las infelices víctimas de la compulsión onanista o de la perversidad sexual.
—Las almas viven en su “limbo”, en su esfera, sufriendo un fracaso dentro de su plan de existencias. De alguna manera el aspecto personal de las almas humanas se ve afligido por este crimen horroroso y por la paralización temporaria de su proceso natural. Ahora sígame.
Nos movimos en alguna dirección. Nos movimos un breve trecho.
De pronto nos encontramos en una ambiente soporífero y muy húmedo con gases y aromas deletéreos, casi sulfúricos. Visualicé incontables formas, pequeñas formas con piernas y brazos pero sin cabeza, o con una “gota gelatinosa” más grande en el lugar de la cabeza. Se movían a tientas y a ciegas sobre algo musgoso y terriblemente desagradable, algo que parecía bramar y ondear debajo de ellos.
El señor Leadbeater me explicó las cosas:
—Estos son los restos seminales, las formas vivas que surgen del esperma desperdiciado en la masturbación y en otras prácticas sexuales. Estas larvas inundan el planeta en esta región baja del astral. El semen humano tiene un inmenso poder creador, un poder que no concluye con la eyaculación fuera de la matriz. Por el contrario, los resultados desastrosos de ese acto los puede ver realmente, los puede objetivar, a lo largo de las vidas desnorteadas de las infelices víctimas de la compulsión onanista o de la perversidad sexual.
Observé en silencio aquellas formas patéticamente estúpidas moviéndose sin ton ni son encima del gran bramido.
Leadbeater me explicó algo respecto a esa plataforma moviente debajo de las formas:
—Es la apariencia colosal que asume la pasión, el deseo sexual masivo y desenfrenado de la humanidad. En este subplano del mundo astral, la casi totalidad del espacio está ocupada por estas miasmas deletéreas y esa gran superficie que brama, con la sorda voz del deseo que busca su satisfacción a cualquier precio. Ahora observe con atención por encima de usted.
Obedecí. Flotaban formas bellísimas de mujeres. De pronto advertí que por encima de este basural masturbatorio campeaban hermosas formas femeninas completamente desnudas.
—Se engaña —me dijo Leadbeater—. Propóngase “ver” a través de esos cuerpos tan hermosos.
Como si entrecerrar mis ojos, las miré a las ostentosas mujeres desnudas que llenaban el espacio. Para mi sorpresa y espanto fueron cayendo convertidas en muñecas contrahechas y de aspecto abominable.
—Las apariencias engañan, siempre —subrayó mi mentor—. El deseo sexual les facilita a estas entidades elementales asumir la estampa de los furtivos anhelos de los varones que se masturban. Pero una vez que el observador las contempla con ojos inquisitivos, revelan su verdadera naturaleza aparente: feos monigotes caprichosos de la naturaleza.
—¿Íncubos y súcubos?
—Todo eso, pero sin la leyenda y el mito idílico. En ocasiones estas tramposas larvas astrales llegan a obsesionar de tal manera al hombre o a la mujer que estos suelen tener relaciones sexuales con ellas.
—¿Relaciones sexuales?
—O algo parecido. Pero una de las características de estas formas sugestivas es que la matriz carece de profundidad. El varón en sueños intenta penetrarla y no lo logra: la frustración onanista llevada a su enésima potencia. ¿Comprende?
Asentí, estupefacto por lo que me estaba mostrando y explicando el señor Leadbeater.
Sólo alcancé a decir:
—¡Es terrible! ¡Es insoportable!
—Pero aún hay más, mucho más, amigo mío. Veamos qué formas de vida pululan sobre los lupanares.
Dijo estas palabras y ya nos encontrábamos sobre alguna “zona roja” de alguna metrópolis. No alcancé a visualizar en detalle las aristas y el perfil, la contraparte astral de aquellos antros. Pero me vi conmovido por el ruido a risotadas, el tenaz ruido a risotadas que se oía por todas partes. Surgiendo de los centros de placer los íncubos y súcubos y además todo tipo de formas semihumanas desnudas, con tres senos, con gigantescos falos, troncos femeninos exhibiendo grandes vaginas, una visión pareja a la de Jerónimo Bosch.
Leadbeater me dijo con cautela:
—Son las monstruosas creaciones del deseo más desenfrenado, de la pasión animal más ciega.
Correteaban sosteniendo sus gigantescos falos y penetraban a las formas semihumanas de aspecto femenino, mientras no dejaban de correr y de reír. Era un espectáculo simiesco, una vana y ridícula animación.
—Creo que para una noche es suficiente –me dijo Leadbeater.
Yo hubiera deseado continuar con la exploración.
—Es demasiado para una sola noche, mi buen amigo —me dijo mi mentor—. Volveremos mañana. Ahora concéntrese en la idea de volver a su cuerpo, de volver al sueño, de descansar de tanta banalidad.
Seguí esas instrucciones al pie de la letra.
Entré en mi cuerpo físico. Abrí los ojos. Fui hasta el escritorio y me puse a transcribir mi primera visita al reino de la fantasía y del deseo.
La proeza había comenzado. Era cuestión de predisponerse de la mejor forma posible para continuar. Ignoraba qué había preparado el eximio clarividente. Sólo debía vivir normalmente y esperar.
De "Animalario de ciertas especies espirituales"
Autor: Manuel Arduino Pavón
manuelarduinopavn@yahoo.com.ar
Leadbeater me explicó algo respecto a esa plataforma moviente debajo de las formas:
—Es la apariencia colosal que asume la pasión, el deseo sexual masivo y desenfrenado de la humanidad. En este subplano del mundo astral, la casi totalidad del espacio está ocupada por estas miasmas deletéreas y esa gran superficie que brama, con la sorda voz del deseo que busca su satisfacción a cualquier precio. Ahora observe con atención por encima de usted.
Obedecí. Flotaban formas bellísimas de mujeres. De pronto advertí que por encima de este basural masturbatorio campeaban hermosas formas femeninas completamente desnudas.
—Se engaña —me dijo Leadbeater—. Propóngase “ver” a través de esos cuerpos tan hermosos.
Como si entrecerrar mis ojos, las miré a las ostentosas mujeres desnudas que llenaban el espacio. Para mi sorpresa y espanto fueron cayendo convertidas en muñecas contrahechas y de aspecto abominable.
—Las apariencias engañan, siempre —subrayó mi mentor—. El deseo sexual les facilita a estas entidades elementales asumir la estampa de los furtivos anhelos de los varones que se masturban. Pero una vez que el observador las contempla con ojos inquisitivos, revelan su verdadera naturaleza aparente: feos monigotes caprichosos de la naturaleza.
—¿Íncubos y súcubos?
—Todo eso, pero sin la leyenda y el mito idílico. En ocasiones estas tramposas larvas astrales llegan a obsesionar de tal manera al hombre o a la mujer que estos suelen tener relaciones sexuales con ellas.
—¿Relaciones sexuales?
—O algo parecido. Pero una de las características de estas formas sugestivas es que la matriz carece de profundidad. El varón en sueños intenta penetrarla y no lo logra: la frustración onanista llevada a su enésima potencia. ¿Comprende?
Asentí, estupefacto por lo que me estaba mostrando y explicando el señor Leadbeater.
Sólo alcancé a decir:
—¡Es terrible! ¡Es insoportable!
—Pero aún hay más, mucho más, amigo mío. Veamos qué formas de vida pululan sobre los lupanares.
Dijo estas palabras y ya nos encontrábamos sobre alguna “zona roja” de alguna metrópolis. No alcancé a visualizar en detalle las aristas y el perfil, la contraparte astral de aquellos antros. Pero me vi conmovido por el ruido a risotadas, el tenaz ruido a risotadas que se oía por todas partes. Surgiendo de los centros de placer los íncubos y súcubos y además todo tipo de formas semihumanas desnudas, con tres senos, con gigantescos falos, troncos femeninos exhibiendo grandes vaginas, una visión pareja a la de Jerónimo Bosch.
Leadbeater me dijo con cautela:
—Son las monstruosas creaciones del deseo más desenfrenado, de la pasión animal más ciega.
Correteaban sosteniendo sus gigantescos falos y penetraban a las formas semihumanas de aspecto femenino, mientras no dejaban de correr y de reír. Era un espectáculo simiesco, una vana y ridícula animación.
—Creo que para una noche es suficiente –me dijo Leadbeater.
Yo hubiera deseado continuar con la exploración.
—Es demasiado para una sola noche, mi buen amigo —me dijo mi mentor—. Volveremos mañana. Ahora concéntrese en la idea de volver a su cuerpo, de volver al sueño, de descansar de tanta banalidad.
Seguí esas instrucciones al pie de la letra.
Entré en mi cuerpo físico. Abrí los ojos. Fui hasta el escritorio y me puse a transcribir mi primera visita al reino de la fantasía y del deseo.
La proeza había comenzado. Era cuestión de predisponerse de la mejor forma posible para continuar. Ignoraba qué había preparado el eximio clarividente. Sólo debía vivir normalmente y esperar.
De "Animalario de ciertas especies espirituales"
Autor: Manuel Arduino Pavón
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