Un
análisis de La apuesta de Pascal y La apuesta del ateo a
la luz de la Teoría de la Decisión
Por: Norma Ortega
La apuesta de Pascal es un recurso argumentativo que, ante la imposibilidad
de la razón para discernir entre la existencia o no existencia de Dios, muestra
que la decisión de creer en Él o no, recae en una cuestión de cara o
cruz:
Dios existe o no existe, pero ¿de qué lado nos inclinaremos?
La razón no puede decir nada en ese punto. Hay un caos infinito que nos separa.
Se juega a un juego en la extremidad de esta distancia infinita, en el que saldrá
cara o cruz. ¿Por qué apostaréis? Razonablemente, no podéis apostar ni por una
ni por otra; razonablemente no podéis defender ninguna de las dos […] pero hay
que apostar. […] Todo jugador aventura con certidumbre para ganar con
incertidumbre, y no obstante aventura ciertamente lo finito para ganar
inciertamente lo finito, sin pecar contra la razón.[1]
Se observa entonces que, razonablemente, no se podrá elegir
creer o no en la existencia de Dios, pues este problema, al situarnos ante un
caos infinito, nos obliga a abandonarnos al azar porque es preciso apostar por
una de las dos opciones; aunque la incertidumbre del resultado de la apuesta,
no nos impide partir de bases firmes y ciertas para hacer la mejor elección sin
pecar contra la razón; por lo tanto Pascal nos propone hacer una apuesta
razonable:
Tenéis dos cosas que perder, la verdad y el bien, y dos cosas
que comprometer, vuestra razón y vuestra voluntad, vuestro conocimiento y
vuestra beatitud, y vuestra naturaleza dos cosas que rehuir, el error y la
miseria. […] Sopesemos la ganancia y la pérdida escogiendo a cara a que Dios
existe […], pero aquí hay una infinidad de vida infinitamente feliz que ganar,
un riesgo de ganar contra un número finito de riesgos de perder, y lo que
jugáis es finito.[2]
Nótese que Pascal analiza el problema considerando tres
aspectos: el estado del asunto a considerar (Dios existe o no), los actos que
el sujeto puede realizar en relación con el estado del asunto (creer o no en la
existencia de Dios) y la utilidad de actos por realizar (ganar una vida
infinitamente feliz o no). A este respecto, Hacking nos dice que:
Un problema de decisión bajo incertidumbre tiene estos
ingredientes:
1. Una partición de
los posibles estados de sucesos.
2. Los posibles
actos que el agente puede emprender.
La utilidad de las consecuencias de
cada acto posible, en cada estado posible de sucesos de la partición.[3]
Si comparamos esta referencia con la anterior, podemos
observar que los criterios que Hacking propone para abordar un problema de
decisión bajo incertidumbre son los mismos que Pascal usa para llevar a cabo
una apuesta razonable, de modo que si suponemos que: G=Dios existe,
N=Dios no existe, A=actuar como ateo y B=actuar como creyente,
entonces podemos representar el problema de Pascal en la siguiente matriz:
G
|
N
|
|
A
|
-1
|
0
|
B
|
+1
|
0
|
En donde se debe leer: la utilidad de actuar como ateo cuando
Dios existe es perder una vida infinitamente feliz, o bien: U(A,G) = -1;
la utilidad de actuar como ateo cuando Dios no existe no representa ganancia ni
pérdida: U(A,N) = 0; de modo análogo, con las combinaciones restantes
obtenemos: U(B,G) = +1 y U(B,N) = 0; por lo tanto, si Dios no existe,
es posible elegir al azar creer o no, pues la utilidad reportada en ambos casos
es la misma, es decir, cero; sin embargo, como no tenemos plena certeza de la
existencia de Dios, entonces será más conveniente ser creyente, pues si Dios
existiera obtendríamos una ganancia infinita, caso contrario, tal cual nos lo
hace ver el mismo Pascal, no perderíamos nada: “Sopesemos la ganancia y la
pérdida escogiendo cara a que Dios existe.
Estimemos los dos casos: si ganáis,
ganáis todo, y si perdéis, perdéis nada; apostad pues, que existe sin vacilar.”[4]
En conclusión, debemos optar por el acto B, es decir, creer
en la existencia de Dios, debido a que éste nos reporta la mejor
utilidad.
Ahora, de acuerdo con Hacking, hay tres reglas que deben
considerarse para resolver problemas de decisión bajo incertidumbre; sin
embargo, antes de decir en qué consisten las reglas mencionadas, debemos
introducir una definición: “Cuando una opción es mejor que otra, entonces esa
opción domina a la otra” [5], de acuerdo con lo
cual, si consideramos los actos A y B, de modo que A es mejor que B, entonces A
domina a B. Ahora, teniendo presente lo anterior, la regla de dominancia,
nos dice que si un acto es dominante, entonces domina; la regla del valor
esperado señala que debemos elegir con base en la consecuencia que reporte
mayor utilidad; finalmente, la regla del dominio del valor esperado afirma
que si un acto domina a los otros en valor esperado, entonces debemos optar por
él.
De acuerdo con lo anterior se puede concluir que, si Pascal
sugiere apostar a que Dios existe basado en que ésta es la mejor opción porque
nos reporta una mayor ganancia y por ello una mejor utilidad, entonces podemos
afirmar que, en efecto, el francés no sólo ha seguido las reglas establecidas,
sino que también él las ha propuesto como guía para decidir en este clase de
problemas.
Por otra parte, la apuesta del ateo, es un
argumento presentado en la interesante obra de Michael Martin intitulada Ateísmo:
Una justificación filosófica (trad. propia), en donde el ateísmo es
justificado desde el punto de vista epistémico, lógico e incluso ético;
asimismo, ofrece una refutación de la apuesta de Pascal, que
consiste en argumentar que en ella no se consideran o se asumen como
irrelevantes algunas posibilidades que son importantes para lo que se
pretende demostrar, de modo que si tomamos en cuenta tales posibilidades,
entonces lo más conveniente es no creer y no sólo en Dios, sino en cualquier
ser sobrenatural. A este respecto, Martin nos pide considerar lo siguiente:
Supongamos que existe un ser sobrenatural –llamémoslo un
Genio Maligno (PM) ̶ quien castigará con infinito tormento al que crea en Dios
o cualquier entidad superior (incluido él mismo) y recompensará con dicha
infinita a cualquiera que crea en la no existencia de entidades sobrenaturales[6]
Nótese que, en primer lugar, Martin propone que la existencia
de PM no es lógicamente imposible y por ello es, al menos, altamente probable,
de modo que si reconfiguramos lo antes expuesto, tendremos:
Dios existe
|
PM existe
|
Ninguno existe
|
|
Creer en Dios
|
+1
|
-1
|
0
|
Creer en PM
|
-1
|
-1
|
0
|
No creer en ninguno
|
-1
|
+1
|
0
|
Observamos entonces que, dada esta reconfiguración,
regresamos al estado de incertidumbre en que nos hallábamos al principio, pues
nos encontramos ante la imposibilidad de elegir, de modo que, para resolver
este nuevo problema, la estrategia que Martin propone es asumir que existe un
anti-PM de suerte que:
[…] existe la posibilidad de que haya otro ser sobrenatural,
quien recompensará infinitamente por creer en el Genio Maligno y en él mismo, y
no recompensará por cualquier otra cosa, entonces creer en el Genio Maligno
será tan malo o bueno como creer en Dios. Llamaremos a tal ser el anti-Genio Maligno
(APM).[7]
Dadas estas nuevas condiciones, nuestra matriz será
modificada de la siguiente manera:
Dios existe
|
PM existe
|
APM existe
|
Ninguno existe
|
|
Creer en Dios
|
+1
|
-1
|
0
|
0
|
Creer en PM
|
-1
|
-1
|
+1
|
0
|
Creer en APM
|
-1
|
-1
|
+1
|
0
|
No creer en ninguno
|
-1
|
+1
|
0
|
0
|
Esta nueva matriz, aunque modificada, arroja los mismos
resultados, por lo tanto Martin sugiere generalizar su argumento, es decir, nos
pide considerar la existencia de múltiples APM’s de tal manera que se
concluirá, en términos de buenas razones, que no deberíamos creer que
Dios existe o que cualquier otra entidad sobrenatural existe[8].
Ahora bien, este argumento, aunque plausible, presenta una
dificultad debido a que en él se le exige a Pascal considerar un conjunto no
vacío de seres sobrenaturales que no son Dios, con lo cual Martin le reclama,
en el fondo, no haber tomado una partición genuina, pues si como dice Hacking,
una partición es un conjunto de posibilidades tal que éstas sean exhaustivas y
mutuamente excluyentes, entonces la partición del pensador francés, a saber,
Dios existe y Dios no existe, no es válida a la luz de lo que Martin presenta,
lo cual es cierto en la medida en que los argumentos PM y APM’s lo hacen notar,
pues siempre se puede considerar un conjunto más vasto de exhaustivos y mutuamente
excluyentes estados del universo en cuestión; no obstante, también se puede
afirmar que tal observación es insostenible dado el contexto y los objetivos de
Pascal. En cualquier caso, es importante hacer notar que un análisis semejante
al que se realizó con anterioridad muestra que así como se puede optar por la
creencia en Dios debido a la utilidad que esto genera (lo cual está de acuerdo
con las tres reglas mencionadas), también podemos optar por su no existencia
basándonos en el mismo argumento.
En conclusión, el breve análisis que se ha ofrecido nos
permite interpretar que, en primer lugar, la decisión de creer o no creer en
Dios no puede basarse (al menos no contundentemente) en los términos que la
Teoría de la decisión sugiere, pues si ésta nos lleva a la creencia y a la no
creencia en un Dios o cualquier otra entidad sobrenatural, entonces deberíamos
pensar si las herramientas que tal teoría nos ofrece son suficientes para
analizar un asunto de tal importancia para la condición humana.
En segundo lugar, quisiera hacer notar que tal problema se
derivó de considerar particiones diferentes, de modo que, podríamos afirmar que
los resultados obtenidos a partir de la Teoría de la decisión, dependen,
fundamentalmente, de las particiones consideradas, por lo cual a particiones
distintas corresponderán resultados distintos.
Bibliografía
- Hacking,
Ian, (2001), An introduction to Probability and Inductive Logic.
New York, Cambridge University Press.
- Martin,
Michael, (1990), Atheism: A philosophical justification.
Filadelfia, Temple University Press.
- Pascal,
Blaise, (2009), Pensamientos. España, Prisa Innova S. L.
[1] Pascal, (2009), p. 196.
[2] Ibídem., pp. 197-198.
[3] Hacking, (2001), p. 118. (Traducción propia)
[4] Pascal, op. cit., p. 197.
[5]Cfr. Hacking, op. cit.,
p. 115. (Traducción propia)
[6] Martin, (1990), p. 232. (Traducción propia)
[7] Ibídem, pp. 232-233.
[8] Cfr. Martin, (1990), p. 234.
(Traducción propia)
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