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jueves, 24 de marzo de 2016

Apología de un asesino


Brian J. Alavez Trujillo

Todos hemos sido asesinos. El hombre mata por placer, basta con ver a los niños; –etapa en la que se supone se goza de cierta inocencia— aplastar insectos, arrancar flores, cazar  roedores y aves, en fin, privar la vida a un ser animado, evidencia nuestro deseo por negar al otro. 

Recuerdo que la primera vez que intenté matar a alguien fue a mí, pero por alguna extraña razón no pude. No si ello influyó  para convertirme en un asesino, fui un cobarde que quería ver un mar de cobardía. 

Tengo frente a mí a mi víctima, pero creo que ella me tiene a mí. Seleccioné a esta persona por su fisonomía afable: joven, delgado, blanco, pelo castaño y ojos claros; además, investigando sobre su vida, supe que era una persona sumamente triste. Vivía con su madre en un cuarto andrajoso, de una vecindad, trabajaba como ayudante de una panadería, siempre portaba un atuendo sencillo, en pocas palabras, una persona que no extrañaría el mundo. 

Mi mano apunta a su cuello con un cuchillo afilado de otras diversiones. Cuando lo traje a mi guarida aún dormía, lo amarré a un poste y vendé sus ojos. Despertó y preguntó – ¿quién silva? Esto me sorprendió, pues había sido la primera persona que no parecía asustada, alterada o confundida. Yo sólo me limité a decirle –evita gritar, a veces es exagerado e inútil. A lo que contestó con un “sí”, esto acalambró mi cuerpo. Tomé el cuchillo y recorrí su cuerpo con éste con la intención de intimidarlo y ver alguna lágrima, algún rastro de sudor… nada. La situación se tornó insípida y aburrida hasta que me dijo – ¿ya vas a matarme? A lo que añadí – ¿no tienes miedo a morir? –No, alguien que ya ha matado tanto se lleva bien con la muerte. Tomé el cuchillo y lo acerqué a su cuello, un poco más y se pincharía como un globo. 

Sigo atento y no sé qué hacer, por primera vez tengo enfrente de mí a alguien como yo: un asesino, pero que no tiene miedo a morir.


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