Un análisis de La apuesta de Pascal y La apuesta del ateo a la luz de la Teoría de la Decisión


Por: Ivonne Zarazúa


La apuesta de Pascal es un recurso argumentativo que, ante la imposibilidad de la razón para discernir entre la existencia o no existencia de Dios, muestra que la decisión de creer en Él o no, recae en una cuestión de cara o cruz:


Dios existe o no existe, pero ¿de qué lado nos inclinaremos? La razón no puede decir nada en ese punto. Hay un caos infinito que nos separa. Se juega a un juego en la extremidad de esta distancia infinita, en el que saldrá cara o cruz. ¿Por qué apostaréis? Razonablemente, no podéis apostar ni por una ni por otra; razonablemente no podéis defender ninguna de las dos […] pero hay que apostar. […] Todo jugador aventura con certidumbre para ganar con incertidumbre, y no obstante aventura ciertamente lo finito para ganar inciertamente lo finito, sin pecar contra la razón.[1]


Se observa entonces que, razonablemente, no se podrá elegir creer o no en la existencia de Dios, pues este problema, al situarnos ante un caos infinito, nos obliga a abandonarnos al azar porque es preciso apostar por una de las dos opciones; aunque la incertidumbre del resultado de la apuesta, no nos impide partir de bases firmes y ciertas para hacer la mejor elección sin pecar contra la razón; por lo tanto Pascal nos propone hacer una apuesta razonable:

Tenéis dos cosas que perder, la verdad y el bien, y dos cosas que comprometer, vuestra razón y vuestra voluntad, vuestro conocimiento y vuestra beatitud, y vuestra naturaleza dos cosas que rehuir, el error y la miseria. […] Sopesemos la ganancia y la pérdida escogiendo a cara a que Dios existe […], pero aquí hay una infinidad de vida infinitamente feliz que ganar, un riesgo de ganar contra un número finito de riesgos de perder, y lo que jugáis es finito.[2]

Nótese que Pascal analiza el problema considerando tres aspectos: el estado del asunto a considerar (Dios existe o no), los actos que el sujeto puede realizar en relación con el estado del asunto (creer o no en la existencia de Dios) y la utilidad de actos por realizar (ganar una vida infinitamente feliz o no). A este respecto, Hacking nos dice que:

Un problema de decisión bajo incertidumbre tiene estos ingredientes:
1.      Una partición de los posibles estados de sucesos.
2.      Los posibles actos que el agente puede emprender.
La utilidad de las consecuencias de cada acto posible, en cada estado posible de sucesos de la partición.[3]

Si comparamos esta referencia con la anterior, podemos observar que los criterios que Hacking propone para abordar un problema de decisión bajo incertidumbre son los mismos que Pascal usa para llevar a cabo una apuesta razonable, de modo que si suponemos que: G=Dios existe, N=Dios no existe, A=actuar como ateo y B=actuar como creyente, entonces podemos representar el problema de Pascal en la siguiente matriz:


G
N
A
-1
0
B
+1
0

En donde se debe leer: la utilidad de actuar como ateo cuando Dios existe es perder una vida infinitamente feliz, o bien: U(A,G) = -1; la utilidad de actuar como ateo cuando Dios no existe no representa ganancia ni pérdida: U(A,N) = 0; de modo análogo, con las combinaciones restantes obtenemos: U(B,G) = +1 y U(B,N) = 0; por lo tanto, si Dios no existe, es posible elegir al azar creer o no, pues la utilidad reportada en ambos casos es la misma, es decir, cero; sin embargo, como no tenemos plena certeza de la existencia de Dios, entonces será más conveniente ser creyente, pues si Dios existiera obtendríamos una ganancia infinita, caso contrario, tal cual nos lo hace ver el mismo Pascal, no perderíamos nada: “Sopesemos la ganancia y la pérdida escogiendo cara a que Dios existe. Estimemos los dos casos: si ganáis, ganáis todo, y si perdéis, perdéis nada; apostad pues, que existe sin vacilar.”[4]
En conclusión, debemos optar por el acto B, es decir, creer en la existencia de Dios,  debido a que éste nos reporta la mejor utilidad.
Ahora, de acuerdo con Hacking, hay tres reglas que deben considerarse para resolver problemas de decisión bajo incertidumbre; sin embargo, antes de decir en qué consisten las reglas mencionadas, debemos introducir una definición: “Cuando una opción es mejor que otra, entonces esa opción domina a la otra” [5], de acuerdo con lo cual, si consideramos los actos A y B, de modo que A es mejor que B, entonces A domina a B. Ahora, teniendo presente lo anterior, la regla de dominancia, nos dice que si un acto es dominante, entonces domina; la regla del valor esperado señala que debemos elegir con base en la consecuencia que reporte mayor utilidad; finalmente, la regla del dominio del valor esperado afirma que si un acto domina a los otros en valor esperado, entonces debemos optar por él.
De acuerdo con lo anterior se puede concluir que, si Pascal sugiere apostar a que Dios existe basado en que ésta es la mejor opción porque nos reporta una mayor ganancia y por ello una mejor utilidad, entonces podemos afirmar que, en efecto, el francés no sólo ha seguido las reglas establecidas, sino que también él las ha propuesto como guía para decidir en este clase de problemas.
Por otra parte, la apuesta del ateo, es un argumento presentado en la interesante obra de Michael Martin intitulada Ateísmo: Una justificación filosófica (trad. propia), en donde el ateísmo es justificado desde el punto de vista epistémico, lógico e incluso ético; asimismo, ofrece una refutación de la apuesta de Pascal, que consiste en argumentar que en ella no se consideran o se asumen como irrelevantes algunas posibilidades que son importantes para lo que se pretende demostrar, de modo que si tomamos en cuenta tales posibilidades, entonces lo más conveniente es no creer y no sólo en Dios, sino en cualquier ser sobrenatural. A este respecto, Martin nos pide considerar lo siguiente:

Supongamos que existe un ser sobrenatural –llamémoslo un Genio Maligno (PM) ̶ quien castigará con infinito tormento al que crea en Dios o cualquier entidad superior (incluido él mismo) y recompensará con dicha infinita a cualquiera que crea en la no existencia de entidades sobrenaturales[6]

Nótese que, en primer lugar, Martin propone que la existencia de PM no es lógicamente imposible y por ello es, al menos, altamente probable, de modo que si reconfiguramos lo antes expuesto, tendremos:


Dios existe
PM existe
Ninguno existe
Creer en Dios
+1
-1
0
Creer en PM
-1
-1
0
No creer en ninguno
-1
+1
0

Observamos entonces que, dada esta reconfiguración, regresamos al estado de incertidumbre en que nos hallábamos al principio, pues nos encontramos ante la imposibilidad de elegir, de modo que, para resolver este nuevo problema, la estrategia que Martin propone es asumir que existe un anti-PM de suerte que:

[…] existe la posibilidad de que haya otro ser sobrenatural, quien recompensará infinitamente por creer en el Genio Maligno y en él mismo, y no recompensará por cualquier otra cosa, entonces creer en el Genio Maligno será tan malo o bueno como creer en Dios. Llamaremos a tal ser el anti-Genio Maligno (APM).[7]

Dadas estas nuevas condiciones, nuestra matriz será modificada de la siguiente manera:


Dios existe
PM existe
APM existe
Ninguno existe
Creer en Dios
+1
-1
0
0
Creer en PM
-1
-1
+1
0
Creer en APM
-1
-1
+1
0
No creer en ninguno
-1
+1
0
0

Esta nueva matriz, aunque modificada, arroja los mismos resultados, por lo tanto Martin sugiere generalizar su argumento, es decir, nos pide considerar la existencia de múltiples APM’s de tal manera que se concluirá, en términos de buenas razones, que no deberíamos creer que Dios existe o que cualquier otra entidad sobrenatural existe[8].
Ahora bien, este argumento, aunque plausible, presenta una dificultad debido a que en él se le exige a Pascal considerar un conjunto no vacío de seres sobrenaturales que no son Dios, con lo cual Martin le reclama, en el fondo, no haber tomado una partición genuina, pues si como dice Hacking, una partición es un conjunto de posibilidades tal que éstas sean exhaustivas y mutuamente excluyentes, entonces la partición del pensador francés, a saber, Dios existe y Dios no existe, no es válida a la luz de lo que Martin presenta, lo cual es cierto en la medida en que los argumentos PM y APM’s lo hacen notar, pues siempre se puede considerar un conjunto más vasto de exhaustivos y mutuamente excluyentes estados del universo en cuestión; no obstante, también se puede afirmar que tal observación es insostenible dado el contexto y los objetivos de Pascal. En cualquier caso, es importante hacer notar que un análisis semejante al que se realizó con anterioridad muestra que así como se puede optar por la creencia en Dios debido a la utilidad que esto genera (lo cual está de acuerdo con las tres reglas mencionadas), también podemos optar por su no existencia basándonos en el mismo argumento.

En conclusión, el breve análisis que se ha ofrecido nos permite interpretar que, en primer lugar, la decisión de creer o no creer en Dios no puede basarse (al menos no contundentemente) en los términos que la Teoría de la decisión sugiere, pues si ésta nos lleva a la creencia y a la no creencia en un Dios o cualquier otra entidad sobrenatural, entonces deberíamos pensar si las herramientas que tal teoría nos ofrece son suficientes para analizar un asunto de tal importancia para la condición humana.
En segundo lugar, quisiera hacer notar que tal problema se derivó de considerar particiones diferentes, de modo que, podríamos afirmar que los resultados obtenidos a partir de la Teoría de la decisión, dependen, fundamentalmente, de las particiones consideradas, por lo cual a particiones distintas corresponderán resultados distintos.

Bibliografía
-          Hacking, Ian, (2001), An introduction to Probability and Inductive Logic. New York, Cambridge University Press.
-          Martin, Michael, (1990), Atheism: A philosophical justification. Filadelfia, Temple University Press.
-          Pascal, Blaise, (2009), Pensamientos. España, Prisa Innova S. L.






[1] Pascal, (2009), p. 196.
[2] Ibídem., pp. 197-198.
[3] Hacking, (2001), p. 118. (Traducción propia)
[4] Pascal, op. cit., p. 197.
[5]Cfr. Hacking, op. cit., p. 115. (Traducción propia)
[6] Martin, (1990), p. 232. (Traducción propia)
[7] Ibídem, pp. 232-233.
[8] Cfr. Martin, (1990), p. 234. (Traducción propia)

La sombra de Prometeo

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