Somarda
interrumpe, mira fijamente el rostro de Zenko, con brusquedad se le monta: Quédate
quieto.
El
Zenko retrocede, se queja mientras su compañera se desmonta y toma una pestaña
entre sus dedos, la muestra: Mira, un deseo.
-Yo
la paso por pestaña.
-No
asno, pide uno.
-Me
gustaría…
-¡Idiota,
no lo arruines, no lo digas!
El
Zenko guiña un ojo a Somarda: Entiendo, entiendo, hay una mecánica para estas
cosas… Ya está, pedí mi deseo ¿qué sigue?
-Sopla.
El
Zenko sopla rápidamente hacia cualquier lado, Somarda lo golpea: sopla la
pestaña imbécil.
El
Zenko obedece, la pestaña vuela, y pregunta emocionado: ¿Ahora?
-¿Qué?
-¿Qué
sigue?
-No
lo sé, esperar.
-¿A
que vuelva?
Somarda
reflexiona un momento: Sí, supongo que… debes esperar a que vuelva.
-¿Si
no vuelve?
-No
hay deseo.
-¿Que
no hay deseo? Sí ya lo pedí, ¿cómo funciona exactamente esto?
-Mira
pierdes una pestaña, alguien la toma entre sus dedos mientras piensas tu deseo,
pero no lo dices.
-Te
sigo.
-Luego
soplas o adivinas en cual dedo queda pegada, en este caso la soplamos. Si la
pestaña vuela… PUM ¡Anhelo, antojo,
capricho concedido!
-Perfecto,
¿entonces espero a que vuelva la pestaña?
-No
imbécil, lo que vuelve es tu petición cumplida.
-Oh,
ya veo, pero exactamente ¿de qué depende que mi deseo se cumpla, de cómo vuela
la pestaña o del soplido?
-Del
rito.
-Claro,
claro está, del rito
-Es
lo que te digo.
-Y
¿quién supervisa el rito?
-No
te entiendo.
-Sí,
¿quién lo califica? Porque tengo una petición concedida, o en proceso, soplé y
la pestaña voló, pero ¿quién lo sabe a parte de mí y de ti?
-La
suerte.
-¡La
suerte! Claro está, quién si no jaja, que idiota soy… Pero ¿Si la suerte volteó
o se distrajo en el momento en que soplé y no lo vio?
-Mala
suerte.
-Peor
aún, ¿si es mala la suerte?
-
Ahí no hay remedio, si la suerte es mala así es, y no hay más nada que hacer.
-¿Cómo
saberlo?
-Con
el tiempo
-¿Cuánto?
-El
necesario para cumplirlo, ¿era un deseo muy grande?
-No,
no tan grande, de hecho era…
-Nooo,
te dije que una regla es que no debes decirlo.
El
Zenko afligido: Perdona, perdona, es que esta espera me mata. Qué garante tenemos
los que soplamos pestañas del cumplimiento de nuestras demandas. Confiar en la suerte,
es muy riesgoso, nadie en su sano juicio confía en la suerte…
-Zen-zen,
a veces tus comentarios estúpidos hacen que pierda la fe en la inteligencia de
este mundo, pero después dices cosas como ésta y veo lo brillante que son a
pesar de venir de ti.
-Gracias
So-so, gracias.
-Por
nada, pero debe haber una forma de cubrirnos de la ingrata suerte.
-La
pestaña, recuperarla, así tendremos pruebas físicas.
Somarda
mira maliciosa al Zenko: O te las arrancamos todas.
-No,
la suerte no creería en alguien sin pestañas.
-¿Algunas
pocas, unas poquitas?
-La
astuta suerte sabría que fueron caídas a propósito.
-Mierda,
tienes la boca repleta de sabiduría… Pero ya sé, lo que debemos hacer es, en la
próxima pestaña que soplemos, pedir que se cumplan todos nuestros deseos sin
tener que estar soplando pestañas.
Zenko
emocionado: Bravo So-so, bravo.
Somarda
se acerca sigilosamente al Zenko y le susurra al oído: Oye Zen-zen, entrados en
esto (mira cautelosa a su alrededor), vamos rompiendo un poco la regla y,
cuéntame lo que pediste.
Zenko
afirma con la cabeza y susurra: Poder tener más deseos So-so, eso pedí.
-¿Y
crees que los vayas a tener?
-
Yo creo que sí, porque siempre deseo algo.
Somarda
brinca y grita eufórica: Bravo Zen-zen, te lo han cumplido (pone cara larga y da
una bofetada al Zenko). Eres una tragedia con patas, mejor será que te traguen
las moscas.
Ambos
siguen camino por algún sendero luminoso.
Felicidades, le diste vida a tus personajes, me convencieron. Los personajes en una obra de arte son seres que existen en alguna realidad y que quieren nacer en un autor a través de su escritura o pintura. Me gustó la pareja objetividad-subjetividad.
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