I
El pequeño cuarto de un techo con
grietas, nublado por el humo de cigarrillo. Apenas una ventana con vidrios grises
permite pasar un poco de luz; las paredes estrechas dan un efecto de
acumulación de materia, cuando en realidad casi no hay nada ahí. El ambiente está
envuelto en un olor apestoso que parece emanar del mismo infierno, sin embargo,
Pavlov permanece tranquilo, apacible y perdido en múltiples sueños que le han
arrojado a esa cama vieja que rechina al instante de cada exhalación. Hay un
reloj averiado sobre el buró, marca las 2:46. A través de una rendija se filtra
un poco de luz, la cual toca la cara de aquel hombre, descubriendo un color
amarillento, pálido, inmutable como un muerto. El día inicia. Repentinamente
abre los ojos, voltea a mirar el reloj, se hunde en la cama, resignado a que
ésta vez su sentido de responsabilidad fue sometido por el peso de aquellas
cobijas que le aprisionan y que él, con total voluntad se ha entregado a su
mandato. Tenía bastante tiempo que no sentía el placer de quedarse en cama a
disfrutar los últimos minutos que le preceden al deber, como cuando despertaba
por las mañanas para alistarse al colegio. Su madre, una mujer casi anciana, le
animaba con voz tierna para que abriera los ojos:
-Hijito ya es hora- Decía mientras
preparaba el desayuno favorito del larguirucho mozalbete. .
-Sólo cinco minutos más- Respondía el
niño mientras apretaba los ojos y se disponía a disfrutar con todo deseo esos
fugaces minutos. El tiempo pasa rápidamente, el niño se levanta de mala gana,
mira la luna en el reflejo de agua dentro de un tinaco metálico mientras lava
su cara. El olor a leña chamuscada le causa nostalgia, él no sabe porque,
simplemente ese olor tan cálido por las mañanas le hace perder consciencia de
sí, se imagina como humo gris, caliente y vivo que vuela hasta confundirse con
la neblina del bosque, engañando así a la fría naturaleza. Al paso de los años
sus estudios fueron suspendidos debido a una inesperada incapacidad del padre,
aquél viejo robusto y colorado quedo desplomado ante una enemiga latente, la
locura. Pavlov contaba con 16 años cuando la enfermedad del padre le obligo a
tomar parte en la actividad laboral de ZERNA, una fábrica local, en donde
curiosamente el abuelo y el padre trabajaron la mayor parte de sus vidas y, es
en ese mismo lugar, donde aquellos perdieron el sano juicio; no es de pensar
que sea consecuencia del trabajo, ya que éste no exigía en nada el uso de la
razón, por el contrario, la actividad de aquellos obreros era reducida a la
simple pero difícil labor física. Nunca estuvieron expuestos a substancias
tóxicas, tampoco a golpes en la cabeza. La causa de la locura es un misterio, o
simplemente se les ocurrió volverse locos. La actividad allí era principalmente
para hombres rudos, ya que la acción obrera consistía en la creación de
caminos, calles, casas, drenajes, en fin, todo aquello que es necesario para un
pueblo en vistas a un desarrollo urbano. Para Pavlov no fue una empresa fácil,
siendo de constitución sumamente frágil, aquella labor le envío frecuentemente al
hospital. Haberlo despedido era lo más viable, ya que su actividad era
prácticamente nula, además le costaba a la empresa el pago de la incapacidad y
un trato especial entre los trabajadores. Sin embargo, aquél joven contaba con
una habilidad poco común para los hombres de aquel pueblo, poseía una gran
agilidad matemática, su mente almacenaba gran cantidad de cifras y era capaz de
realizar con demasiada rapidez operaciones numéricas, limitándose a sumas y
restas solamente, pero eso ya lo convertía en un ser extraordinario del pueblo
local. Tal facultad le llevo a salvar su puesto y a su familia, pues en poco
tiempo fue colocado como ayudante de contador y ayudante de administrador. Así
continuaron sus años joviales, dedicado a la observación numérica y a la
contemplación del mundo a través de una pequeña ventana de oficina, muy
pequeña, tanto que servía más como respiradero. ZERNA creció así como el
pueblo, Pavlov de igual manera, pero él nunca tuvo un puesto diferente, siempre
fue el ayudante de distintos mandatarios que lo explotaban continuamente al
transferirle sus propias obligaciones. Su vida social estaba limitada por la
agobiante carga de trabajo y, al poseer un sentido de responsabilidad
exagerado, nunca falló al empleo. En ocasiones permanecía hasta cuatro horas
después de la salida sin pedir el cobro extra, ya que él, finalmente, obtenía
una satisfacción muy propia, dejar la superficie de su escritorio totalmente
libre de las montañas de facturas, registros y papeles de oficina.
El tiempo es un
tirano demoníaco que pasa fugazmente llevándose consigo a todo ser existente en
el mundo, aquellos cinco minutos habían arrojado a Pavlov hacia el abismo de su
vida, pues hoy, en algún instante inesperado, aquél reloj de alarma matutina se
había detenido a las 2:46. Pavlov no despertó a tiempo para el trabajo, y más
aún, él decidió hundirse en sí mismo, encubierto por un par de cobijas.
II
Pavlov prepara el
desayuno, huevos fritos con tocino, ese era el alimento que su madre cocinaba todas
las mañanas sin excepción, y lo hacia porque sabía que su hijo adoraba aquel
platillo. Julia siempre fue una madre cariñosa dedico su vida al cuidado de su
frágil Pavlov. El nacimiento de Pavlov fue prácticamente un milagro, o como
todo milagro, una casualidad inesperada. Julia avejentó rápidamente y su
fertilidad estuvo ausente durante más de 45 años, así que el repentino
avenimiento de su hijo, le reivindicó del hastío y el tedio cotidiano.
Hace sonar la radio, silba una melodía que le gusta, no contiene palabras, sin embrago no importa, aquella música le transporta a una realidad desconocida en su mundo. Comienza a perderse en una ensoñación, su mirada permanece fija, estupefacta, ausente, sus ojos miran más allá de lo que limita el muro de concreto, ve el mundo, siente el mundo ante él y en ese momento es parte de eso, porque algo tan magnífico no puede tener nombre. -¿Cómo un ser tan pequeño puede captar la inmensidad y la totalidad en un instante?- Se pregunta en silencio al momento de regresar a sí. Un suspiro se escapa, es como si el alma también lamentara tener que abandonar aquella ensoñación, esa hermosa fantasía.
Hace sonar la radio, silba una melodía que le gusta, no contiene palabras, sin embrago no importa, aquella música le transporta a una realidad desconocida en su mundo. Comienza a perderse en una ensoñación, su mirada permanece fija, estupefacta, ausente, sus ojos miran más allá de lo que limita el muro de concreto, ve el mundo, siente el mundo ante él y en ese momento es parte de eso, porque algo tan magnífico no puede tener nombre. -¿Cómo un ser tan pequeño puede captar la inmensidad y la totalidad en un instante?- Se pregunta en silencio al momento de regresar a sí. Un suspiro se escapa, es como si el alma también lamentara tener que abandonar aquella ensoñación, esa hermosa fantasía.
Suena el teléfono,
se apresura a contestar, antes de hacerlo baja el volumen y pestañea varias
veces.
-Si.
-Se comunica con usted la compañía
ZERNA, no tenemos la costumbre de llamar a nuestros trabajadores. ¿Es usted
nuestro Pavlov ?
-Si, soy…- La voz que emana la bocina
telefónica es aguda, muy aguda, tanto como el sonido de un silbato.
-Señor, usted no se presento hoy a
trabajar
-No.
-Como le había dicho, ZERNA no se
toma la molestia de llamar a sus empleados, generalmente una ausencia sin
previo aviso tiene como consecuencia el despido inmediato ¿sabe por qué?
-No.
-Porque la falta de uno de nuestros
empleados representa una pérdida para ZERNA y, una perdida significa un error
lamentable ¿sabe usted cuánto le cuesta al día a ZERNA?
-No.
-Por lo que veo en su expediente
usted es eficiente para los cálculos, entonces calcúlelo; el área laboral que
le corresponde queda vacía durante un día completo, en caso de que la demanda
de trabajo lo amerite, es colocado otro empleado en su lugar, este empleado,
obviamente pertenece a otro sector de ZERNA, por lo cual su desempeño no será
tan eficaz como para cubrir la totalidad del trabajo, éste empleado puede
cometer algún error y eso, señor, sería más lamentable para nosotros, pérdidas,
pérdidas y sólo pérdidas... Finalmente ¿se ha puesto a pensar que nuestras
pérdidas terminan por afectar a nuestros trabajadores? Un mal cumplimiento con
el deber, con el trabajo, con los procedimientos, más aún, la suspensión de las
actividades productivas durante horas, eso Pavlov , eso es un acto egoísta de su parte.
Por su culpa todos se ven afectados.
-No, si, me refiero a que necesito
más elementos que- Lo interrumpe.
-¿Sabe usted por qué lo estamos
llamando?
-No para despedirme ¿verdad?
-Ha trabajado para ZERNA durante 15
años y haciendo una evaluación de su desempeño creemos conveniente darle una
oportunidad, ¡ah! pero también amerita un castigo de una semana sin paga y la
reposición del tiempo el domingo entrante, antes dígame, sólo como dato
administrativo ¿qué le impidió presentarse a sus labores sin previo aviso?
-Olvidé darle cuerda al reloj.
-¡Ah! Usted olvidó darle cuerda al
reloj.
-Sí y también… -duda en responder, la
situación lo pone nervioso-
-Lo escucho señor.
-No sonó el despertador y cuando abrí
los ojos imaginé que era muy tarde para llegar temprano, así que decidí por lo
menos quedarme otros cinco minutos bajo las cobijas… Pero quiero mencionarle,
ese castigo me parece sumamente ridículo, una semana sin pago significa –La
mujer levanta el tono-:
-¿Le parece ridícula la disciplina de
ZERNA?
-No quise decir eso, yo me refiero a
mí caso en particular, porque siendo congruentes… -La mujer interrumpe
nuevamente-
-Señor no se preocupe.
-¿A qué se refiere?
-Me refiero, señor –la mujer toma aliento
y con satisfacción sentencia- ¡usted está despedido, ZERNA no necesita más de
usted, ésta situación a la larga representará sólo pérdidas. Pase usted buen
día.
Cuelga el teléfono.
III
Pasaron tres días
del despido. El primero fue fatal, Pavlov había fallado, lamentaba que haya
sido por un detalle tan absurdo, una falta, sólo un descuido, en los 15 años
como ayudante en ZERNA siempre cumplió con su deber, ni siquiera en las
situaciones más extremas como la de hace cuatro años, cuando sufría de una terrible
fiebre que le llevó al delirio durante una semana. Ésta vez era diferente,
nunca más regresaría a ese lugar, ya no recorrería esos caminos llenos de
cotidianidad; la farmacia que se encuentra en la esquina de la calle 7 y la
avenida mayor, la cual le pertenece a una vieja gorda y malhumorada; la fonda
de los hermanos Karlo que por las mañanas siempre despide un olor fétido; la
joyería de la viuda Sfera, una mujer judía muy agradable. Al pasar la joyería
siguen dos calles largas que, conforme se avanza la superficie se torna rocosa
hasta llegar a las vías del tren, de ahí sigue una inclinación pronunciada para
llegar un camino plano, cubierto de pasto crecido, unos veinte metros más
adelante está ZERNA, edificio enorme, de ladrillo rojo, consistente pero burdo
y sumamente simple. Pavlov fuma un cigarrillo, la rendija ilumina ese rostro
sin expresión, mientras piensa en el viejo pozo de la casa materna, el cual
hace muchos años no ha vuelto a ver.
El segundo día como
era costumbre, despertó a las 5am, permaneció en cama hasta ya avanzada la
mañana, desayuno, tomó su abrigo y salió a caminar por las calles del sur del
pueblo. El día gris y frío mantenía a las personas en casa, al menos así
parecía hasta encontrarse con una calle repleta de comerciantes y
establecimientos informales de cosas usadas. Ahí la gente acudía a comprar
pequeñas reliquias y otras hacían el trueque de distintos productos. Un
comerciante atrajo su atención, era sumamente pequeño y totalmente calvo, usaba
un abrigo verde que le quedaba bastante grande, como era tan bajo, estaba
parado sobre un banco, gritaba, su voz era fuerte, -tono de barítono- pensó
Pavlov, cuando la gente se acercaba a ver las mercancías de aquel enano, él
inmediatamente trataba de persuadir:
-Esto es justamente lo que usted
necesita- Le dice a un hombre que observa un abrigo. Al preguntar el precio y
obtener respuesta, el hombre deja el abrigo y se dispone a seguir su camino,
entonces el enano le dice:
-Señor mío, ese abrigo no es adecuado
para alguien como usted, usted con tanta clase y distinción no necesita algo
tan vulgar como ese trapo, que además, déjeme decirle, tiene algunas costuras.
Le mostraré algo adecuado para su estilo envidiable- El enano levanta un
sombrero café.
-Aquí está lo que ya es suyo- Le da
el sombrero. El hombre lo mira y no parece interesado, es viejo y sucio.
-Póngaselo, lúzcalo, así, así… ya
verá como la amada queda fascinada; un hombre con sombrero es más hombre que
uno que no lleve nada en la cabeza, véame a mí, no tengo nada en la cabeza y
¿acaso parezco más hombre que usted? Las mujeres aman los sombreros ¿sabe por
qué? Porque las mujeres aman a los hombres. Es suyo, sólo le costará siete
monedas, ¿pero qué son siete monedas a cambio de la elegancia y el orgullo que
le da ese sombrero?- El ensombrerado paga y se va satisfecho. El enano se da
cuenta de la presencia de Pavlov y le dice:
-Señor mío aquí tengo justamente lo
que alguien como usted necesita- El enano hurga en una maleta que tiene a un
costado y saca un reloj.
-Sólo hay que darle cuerda- Pavlov
mira el reloj.
-Un buen reloj y más en estos tiempos
en que el tiempo es tan importante ¿no lo cree? Sólo cinco monedas por el.
-No estoy interesado- Responde
Pavlov.
-¿No está interesado en el tiempo?-
Pavlov sigue su camino dejando atrás al enano que inmediatamente se ha
apoderado de otro visitante.
Llega a un jardín,
se sienta en una banca y saca de su estuche un cigarro. La realidad es como el
humo del cigarro, surge de algo que la contiene y paulatinamente lo va
consumiendo, no se sabe de qué manera pero lo hace, es la realidad muchas veces
sólo una nube de humo que envuelve el camino y que extravía al caminante. El
humo es un laberinto. Sopla el viento y despeja el andar, pero ¿quién sopla
realmente? ¿No soy yo mismo? No importa, el humo volverá a envolver y yo
seguiré ahí, sin saber en dónde estoy. Termina de consumir el cigarro y siente
una náusea terrible, aquella nicotina lo intoxica, a veces fumar no es más que
la manifestación de un deseo sin necesidad, un absurdo pero, ¿cómo algo absurdo
puede provocar una necesidad? En ese momento enciende otro cigarro y se va
camino a casa.
IV
El camino es
diferente, las calles parecen expandirse; las personas avanzan como hormigas,
una tras de otra, -¡Qué calor hace! Todo se consume- Voltea a su derecha, allí
está la taberna. Muchos obreros de ZERNA acuden a La Cueva , así le llaman ellos,
Pavlov nunca acostumbró acudir a dicho lugar pero ésta vez el furioso calor le
lleva a la entrada. La puerta es de madera vieja pintada de amarillo, hay una
inscripción: “No hay nada nuevo bajo el
sol”, esas letras están borrosas, seguramente el sol se alimenta de ellas
al paso de los años. El lugar es oscuro, apenas unos rayos de luz se filtran
del techo agujereado, las ventanas están siempre cubiertas con cobijas gruesas,
seguramente porque los hombres de aquél lugar disfrutan asilándose del mundo
exterior, se pierden en su humo y en los tarros de cerveza. El lugar apesta,
tanto humo de cigarro se ha filtrado en las grietas del piso y las paredes; en
las mesas y asientos; en las cobijas que absorben la luz. Hay un asiento libre
cerca de un hoyo en la pared. El primer trago de cerveza fría provoca un
bienestar, el segundo ya no es tan agradable sin embargo sigue bebiendo, ya
pagó por ese liquido. Entran dos sujetos, van hacia la barra, parecen
conocidos, uno es alto y gordo, de piel gruesa, el otro es barbudo y con
aspecto gracioso. Después de unos minutos se acercan al lugar donde se
encuentra Pavlov.
-Creo que le conocemos señor- dice el
barbudo.
Pavlov permanece callado, él nunca
habla hasta que tiene por lo menos una idea de la situación.
-Usted trabaja en ZERNA, ¿no es así?-
Dice el hombre gordo.
-Trabajé bastantes años, ya no estoy
más ahí, me despidieron apenas hace unos días- Los hombres toman asiento.
-Ya veo, y está aquí para desahogar
sus penas, buen método mi amigo, le invitamos un par de cervezas- El barbudo lo
dice gustosamente.
El gordo agrega: -Nosotros también
tenemos penas que lamentar, por eso éste lugar es exclusivo para gente como
usted y yo, él y aquél y, también ellos.
-¿Realmente cree que así sea señor?
¿Cree qué todos estamos aquí para lamentar algo?- Pregunta Pavlov.
El barbudo que está colocando los
tarros sobre la mesa, contesta:
-Yo creo que no es así-
inmediatamente lo interrumpe el gordo, levantando la voz:
-¿Cómo no va ser así, recuerdas la vez
que tu esposa te engañó con su propio primo y bebímos durante tres días
seguidos?
-Sí, lo recuerdo- Dirigiéndose a
Pavlov:
-El muy desgraciado estuvo viviendo
en mi casa durante seis meses, sólo un par de semanas decía mi mujer, en lo que
se establece en el pueblo… Llegué un día a casa, busqué a mi mujer, no la vi
por ninguna parte, me pregunté ¿a dónde habrá ido? Tenía bastante
hambre sabe usted. Decidí encender un cigarro, saque mi cajetilla y me doy
cuenta que se habían terminado, cada vez me sentía más ansioso. Miro por la ventana,
en el patio trasero está un cuartucho, ahí dormía el tipo ese, casi no salía, a
veces se la pasaba dormido todo el día, un tipo raro sabe. Fui a pedirle un
cigarro, la puerta no tiene seguro, así que solamente la empujé- Le da un trago
a su cerveza.
-Allí estaba el desgraciado, sentado
en la orilla de la cama, ¿sabe donde tenía las manos? A sus pies, hincada, ahí
estaba aquella, y los dedos del maldito estaban enterrados en los cabellos de
mi mujer- Da un trago, la cerveza se escurre entre sus barbas.
-¿Qué hizo usted?- Pregunta Pavlov.
-¿Qué se imagina amigo? Nada, no hice
nada. Me di la vuelta, cerré la puerta y regresé al trabajo- El gordo agrega:
-Después bebimos durante tres días
seguidos. Ya ve usted como éste es el lugar indicado para lamentar las penas.
El barbudo interrumpe:
-No amigo, es al
contrario, si bien es cierto que mi estado de ánimo tocaba el suelo, yo acudí a
La cueva, no para seguir triste, sino para alegrarme, adormecer un poco el
cuerpo es dormir el alma. ¿No lo cree señor?- Dirigiéndose a Pavlov.
Pavlov mira a su alrededor, la
mayoría de los hombres que están en ese lugar superan los cuarenta años. ¿Qué
se puede hacer después de los cuarenta? No es algo muy valiente ir a dormir el
alma, pero qué remedio queda ¿esperar a que el sol se beba el agua del pozo?
El gordo suelta una
terrible carcajada mientras dirige su mirada y el dedo índice hacia un extremo
del recinto, un hombre viejo disfrazado de payaso se tambalea, sus movimientos
son grotescos y torpes; es un payaso que representa un mimo, se acerca a una
mesa para hacer su representación: ve hacia el techo, el sol es gigantesco, los
rayos perforan la piel, alrededor es un desierto, la arena quema, encuentra una
sombrilla, la abre, es sólo un alivio momentáneo ya que se incendia por el
terrible sol, el hombre está muriendo, el calor derrite su piel, su color
escurre, su cuerpo se desploma, intenta levantarse, se tambalea nuevamente, la
cadera no reacciona, por fin se pone de pie, intenta dar un paso y se va de
lado hasta caer nuevamente, el sol lo está matando. Los hombres se ríen de él,
las carcajadas son una especie de coro demoníaco, el payaso intenta hablar,
sólo balbucea, los hombres ríen aún más. Esas carcajadas son tan vulgares.
Pavlov los mira, esos hombres están desfigurados, la carcajada les deforma el
rostro al punto de confundir esa expresión con la de un llanto terrible,
hombres que lloran como un recién nacido, arrugados, rojos, incontenibles. Esa
risa no es de felicidad, es solamente un espectáculo desgraciado de animales
que aprendieron unos cuantos trucos y, que en ese momento, han embrutecido su
cuerpo para despertar a su propia alma.
V
-Megalomanía, ese
es su perfil, usted cree poseer una facultad de ver a través de las personas,
de encontrar significados, de buscar detalles, usted es un detallista del
absurdo señor. Lo que me cuenta del enano, como bien sabemos, un comerciante
intenta persuadir, no digamos engañar, persuadir, usted cree encontrar
motivaciones ocultas en ese sujeto, resentimiento dice usted, porque es enano y
calvo, porque ese hombre no es precisamente un hombre sino un enano que se
esfuerza en ser un hombre, es por tal que disfruta al engañar a sus
compradores. No señor, debe entender que él es un vendedor, que tiene que
ganarse la vida, llevar el pan a su familia y, esa es su función, “persuadir”,
no engañar. Dice que el hombre de la barba no tuvo reacción alguna al ver a su
mujer en plena felación, porque de alguna manera disfruto ver dicho acto ya que
el mismo es un impotente. No señor, aquel hombre simplemente entró en un estado
de pánico, al paso del tiempo intentó sobrellevar la situación, guardó silencio
para no buscarse problemas, él tendrá sus motivos. Debe entender que la gente
tiene su propio por qué y para qué, un elemento sumamente importante en nuestra
sociedad es la tolerancia y el respeto a nuestros semejantes, no podemos ir por
la vida simplemente juzgando porque creemos encontrar los “detalles”. Todos
somos iguales. Le diré en un sentido técnico lo que representa su estado: es
un síntoma de desórdenes maníacos y paranoides, depresiones múltiples, grandes
complejos de inferioridad que conllevan a desordenes, en donde el sujeto
aquejado de esta perturbación, tiende a ver situaciones que no existen o a
imaginarlas de una forma tan creativa que solo él termina creyéndolas él mismo.
Sus emociones las puede emplear para manipular sentimientos y situaciones de
cualquier tipo. Generalmente estas personas son peligrosas porque su estado es
un…
Mientras el médico
habla Pavlov observa el cuarto, es pequeño y de color blanco, el piso da la
impresión de ser un tablero de ajedrez, losetas blancas y negras; las paredes
cuelgan adornos, en una de ellas hay diplomas y reconocimientos, seguramente es
para dar una impresión de amplio conocimiento; en otra pared hay un crucifijo,
un pequeño cristo, Pavlov lo mira con extrañeza y se pregunta: -¿Cómo un hombre
que se hace llamar científico puede albergar una cruz en su lugar de trabajo?
Un poco de ciencia aleja de Dios, otro poco de ciencia lo trae de nuevo-. Pavlov
recuerda a su madre, siempre preocupada, siempre pidiendo a Dios. Mucho tiempo
sin visitar una iglesia. Muchas veces había encontrado dudas en las respuestas
pero éstas realmente no le perturbaron. El tipo sigue hablando e
inesperadamente le pregunta: -¿Qué opina de todo lo que le he dicho señor?
Pavlov permanece callado y responde:
-Mi abuelo y padre quedaron locos, tal vez yo también me estoy convirtiendo en
un desquiciado.
-Es posible que en cierta medida su
estado pueda estar asociado al factor genético pero, considero que- Pavlov
interrumpe:
-¿Tal vez necesite alguna medicina?
Hace poco leí un artículo que habla sobre ciertas substancias químicas que
pueden ayudar.
-No, usted no necesita medicamentos,
la solución de su problema consiste en un enfrentamiento consigo mismo, hacer
consciente su megalomanía y eliminarla.
-¿Cómo puedo hacer eso, no creo ser
lo que dice que soy?- Toda su vida Pavlov había recibido ordenes, trabajado
responsablemente, hasta que un día perdió su empleo, de alguna manera estuvo a
solas consigo mismo y no le gusto lo que encontró; la “libertad” no es un
gusto, es un peso muy incómodo para llevar. Lamentablemente había llegado a un
punto en el que no podía ya depositar su libertad en otro, ya no podía dejar
ese peso.
Ese tipo sólo esta ahí para alinear
los trazos que superan el límite ya señalado, ¿quién marco el límite? ¿Quién
estableció que no deben ser cruzados y superados? ¿Megalomanía? Si mi problema
es que no puedo confiar en nada. ¿Qué soy? ¿Dónde estoy? ¿A dónde voy? Qué
importa preguntarse eso si hay quien diga lo que se debe y no se debe hacer;
éste tipo quiere decirme que hacer, sin embargo, él fue educado para esa tarea
y es seguro que él tampoco cree en si mismo. Es igualmente despreciable como
aquellos que viven en la cueva, ambos buscan encontrar la línea trazada,
mantenerse, creer, sin embargo no son libres, en ellos no hay felicidad real,
es sólo la fantasía en la que están predispuestos a entregarse. “Todos somos
iguales” nadie ha creído realmente eso, a pesar de ello, “todos” nos entregamos
a la fantasía, si por mí fuera mataría a “todos” incluyéndome en el “todo”.
Aunque para matar, es necesario darle un significado a la muerte, ¿quién se lo
va a dar? Estoy muy cansado para eso, “todos” lo estamos; en su lugar el valor
está enfocado a la vida, “hagamos de nuestra existencia un bien común”, “todos
merecemos la felicidad”, “todos tenemos derecho a la dignidad”, “todos valemos”.
El valor esta antes de llegar al límite, el perímetro lineal trazado por algo.
¿Dios? Que importa ahora Dios, que importa si está muerto, si lo
hemos matado, el hombre común siempre busca nuevas figuras que le digan quien
es, en dónde está y hacia dónde debe ir; siempre se come un poco de todo para
revolver el estómago. La digestión provoca un letargo que genera un sueño
terrible. Estoy muy cansado quiero ir a dormir. Allí está el cristo, me mira,
no soy tan raro, simplemente no puedo creer, el olor a incienso adormece los
sentidos, las pinturas, el techo, su ciencia, todo me hace ver insignificante;
la gente a mi alrededor está igualmente cansada, se esfuerzan demasiado. Un
pordiosero entra, bebe del agua bendita y se va. Allí está el crucificado, su
cuerpo maltrecho, humillado, me mira y llora sangre, quiere conmover, la
compasión es el último acto, el último recurso, no pasa nada conmigo. Quisiera
creer en algo, tal vez así podría sentir al cristo, o al imbécil que
está frente a mí.
VI
El cuarto está oscuro,
envuelto en la terrible incertidumbre de existir; mira el techo pero es ver
sólo lo negro, la nada, la ausencia. Es como si el tiempo se hubiera detenido,
el reloj marca las 2:46. Un cosquilleo en sus manos le perturba, la lengua se
hincha y se expande dentro de la boca; el cosquilleo desaparece, ahora las
manos se inflan y los brazos se encojen. No hay luz en la rendija y en las grietas del
espacio. Los ruidos externos son muy lejanos, vivir en esa torre da la
posibilidad de no permitir la entrada de sonido, sin embargo, hace falta, un
poco de música estaría bien. Prende la radio que se encuentra a un lado de la
cama, su luz ilumina un poco el entorno provocando un efecto en las cosas
inanimadas que viven junto con él. Las sombras se proyectan enormes, lo
observan y le hablan. Una melodía se asoma, ¡Oh que agradable! relaja los
trastornados sentidos. La música es suave, rítmica como el deslizamiento de la
pincelada sobre el lienzo. Dirige el movimiento de la mano, danza con los
colores y los matices, le da vida al espacio en blanco, movimientos que fluyen,
sonidos que chorrean y bañan el papel de contrastes. La música aumenta su
intensidad, el ritmo conduce el movimiento frenético, el goce, la pasión, la
felicidad; los dedos estrujan los colores, se funden en ellos, ahora también
son color, la mano acaricia el lienzo con el tono más peligroso y seductor, lo
baña con su misterio. La melodía disminuye, el ritmo se detiene, es hora de ir
a morir, la música también muere.
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