Entre la nube de humo

Por E. Ruiz


I
El pequeño cuarto de un techo con grietas, nublado por el humo de cigarrillo. Apenas una ventana con vidrios grises permite pasar un poco de luz; las paredes estrechas dan un efecto de acumulación de materia, cuando en realidad casi no hay nada ahí.   El ambiente está envuelto en un olor apestoso que parece emanar del mismo infierno, sin embargo, Pavlov permanece tranquilo, apacible y perdido en múltiples sueños que le han arrojado a esa cama vieja que rechina al instante de cada exhalación. Hay un reloj averiado sobre el buró, marca las 2:46. A través de una rendija se filtra un poco de luz, la cual toca la cara de aquel hombre, descubriendo un color amarillento, pálido, inmutable como un muerto. El día inicia. Repentinamente abre los ojos, voltea a mirar el reloj, se hunde en la cama, resignado a que ésta vez su sentido de responsabilidad fue sometido por el peso de aquellas cobijas que le aprisionan y que él, con total voluntad se ha entregado a su mandato. Tenía bastante tiempo que no sentía el placer de quedarse en cama a disfrutar los últimos minutos que le preceden al deber, como cuando despertaba por las mañanas para alistarse al colegio. Su madre, una mujer casi anciana, le animaba con voz tierna para que abriera los ojos:
-Hijito ya es hora- Decía mientras preparaba el desayuno favorito del larguirucho mozalbete. .
-Sólo cinco minutos más- Respondía el niño mientras apretaba los ojos y se disponía a disfrutar con todo deseo esos fugaces minutos. El tiempo pasa rápidamente, el niño se levanta de mala gana, mira la luna en el reflejo de agua dentro de un tinaco metálico mientras lava su cara. El olor a leña chamuscada le causa nostalgia, él no sabe porque, simplemente ese olor tan cálido por las mañanas le hace perder consciencia de sí, se imagina como humo gris, caliente y vivo que vuela hasta confundirse con la neblina del bosque, engañando así a la fría naturaleza. Al paso de los años sus estudios fueron suspendidos debido a una inesperada incapacidad del padre, aquél viejo robusto y colorado quedo desplomado ante una enemiga latente, la locura. Pavlov contaba con 16 años cuando la enfermedad del padre le obligo a tomar parte en la actividad laboral de ZERNA, una fábrica local, en donde curiosamente el abuelo y el padre trabajaron la mayor parte de sus vidas y, es en ese mismo lugar, donde aquellos perdieron el sano juicio; no es de pensar que sea consecuencia del trabajo, ya que éste no exigía en nada el uso de la razón, por el contrario, la actividad de aquellos obreros era reducida a la simple pero difícil labor física. Nunca estuvieron expuestos a substancias tóxicas, tampoco a golpes en la cabeza. La causa de la locura es un misterio, o simplemente se les ocurrió volverse locos. La actividad allí era principalmente para hombres rudos, ya que la acción obrera consistía en la creación de caminos, calles, casas, drenajes, en fin, todo aquello que es necesario para un pueblo en vistas a un desarrollo urbano. Para Pavlov no fue una empresa fácil, siendo de constitución sumamente frágil, aquella labor le envío frecuentemente al hospital. Haberlo despedido era lo más viable, ya que su actividad era prácticamente nula, además le costaba a la empresa el pago de la incapacidad y un trato especial entre los trabajadores. Sin embargo, aquél joven contaba con una habilidad poco común para los hombres de aquel pueblo, poseía una gran agilidad matemática, su mente almacenaba gran cantidad de cifras y era capaz de realizar con demasiada rapidez operaciones numéricas, limitándose a sumas y restas solamente, pero eso ya lo convertía en un ser extraordinario del pueblo local. Tal facultad le llevo a salvar su puesto y a su familia, pues en poco tiempo fue colocado como ayudante de contador y ayudante de administrador. Así continuaron sus años joviales, dedicado a la observación numérica y a la contemplación del mundo a través de una pequeña ventana de oficina, muy pequeña, tanto que servía más como respiradero. ZERNA creció así como el pueblo, Pavlov de igual manera, pero él nunca tuvo un puesto diferente, siempre fue el ayudante de distintos mandatarios que lo explotaban continuamente al transferirle sus propias obligaciones. Su vida social estaba limitada por la agobiante carga de trabajo y, al poseer un sentido de responsabilidad exagerado, nunca falló al empleo. En ocasiones permanecía hasta cuatro horas después de la salida sin pedir el cobro extra, ya que él, finalmente, obtenía una satisfacción muy propia, dejar la superficie de su escritorio totalmente libre de las montañas de facturas, registros y papeles de oficina.

El tiempo es un tirano demoníaco que pasa fugazmente llevándose consigo a todo ser existente en el mundo, aquellos cinco minutos habían arrojado a Pavlov hacia el abismo de su vida, pues hoy, en algún instante inesperado, aquél reloj de alarma matutina se había detenido a las 2:46. Pavlov no despertó a tiempo para el trabajo, y más aún, él decidió hundirse en sí mismo, encubierto por un par de cobijas.

II

Pavlov prepara el desayuno, huevos fritos con tocino, ese era el alimento que su madre cocinaba todas las mañanas sin excepción, y lo hacia porque sabía que su hijo adoraba aquel platillo. Julia siempre fue una madre cariñosa dedico su vida al cuidado de su frágil Pavlov. El nacimiento de Pavlov fue prácticamente un milagro, o como todo milagro, una casualidad inesperada. Julia avejentó rápidamente y su fertilidad estuvo ausente durante más de 45 años, así que el repentino avenimiento de su hijo, le reivindicó del hastío y el tedio cotidiano.
Hace sonar la radio, silba una melodía que le gusta, no contiene palabras, sin embrago no importa, aquella música le transporta a una realidad desconocida en su mundo. Comienza a perderse en una ensoñación, su mirada permanece fija, estupefacta, ausente, sus ojos miran más allá de lo que limita el muro de concreto, ve el mundo, siente el mundo ante él y en ese momento es parte de eso, porque algo tan magnífico no puede tener nombre. -¿Cómo un ser tan pequeño puede captar la inmensidad y la totalidad en un instante?- Se pregunta en silencio al momento de regresar a sí. Un suspiro se escapa, es como si el alma también lamentara tener que abandonar aquella ensoñación, esa hermosa fantasía.
Suena el teléfono, se apresura a contestar, antes de hacerlo baja el volumen y pestañea varias veces.
-Si.
-Se comunica con usted la compañía ZERNA, no tenemos la costumbre de llamar a nuestros trabajadores. ¿Es usted nuestro Pavlov    ?
-Si, soy…- La voz que emana la bocina telefónica es aguda, muy aguda, tanto como el sonido de un  silbato.
-Señor, usted no se presento hoy a trabajar
-No.
-Como le había dicho, ZERNA no se toma la molestia de llamar a sus empleados, generalmente una ausencia sin previo aviso tiene como consecuencia el despido inmediato ¿sabe por qué?
-No.
-Porque la falta de uno de nuestros empleados representa una pérdida para ZERNA y, una perdida significa un error lamentable ¿sabe usted cuánto le cuesta al día a ZERNA?
-No.
-Por lo que veo en su expediente usted es eficiente para los cálculos, entonces calcúlelo; el área laboral que le corresponde queda vacía durante un día completo, en caso de que la demanda de trabajo lo amerite, es colocado otro empleado en su lugar, este empleado, obviamente pertenece a otro sector de ZERNA, por lo cual su desempeño no será tan eficaz como para cubrir la totalidad del trabajo, éste empleado puede cometer algún error y eso, señor, sería más lamentable para nosotros, pérdidas, pérdidas y sólo pérdidas... Finalmente ¿se ha puesto a pensar que nuestras pérdidas terminan por afectar a nuestros trabajadores? Un mal cumplimiento con el deber, con el trabajo, con los procedimientos, más aún, la suspensión de las actividades productivas durante horas, eso Pavlov       , eso es un acto egoísta de su parte. Por su culpa todos se ven afectados.
-No, si, me refiero a que necesito más elementos que- Lo interrumpe.
-¿Sabe usted por qué lo estamos llamando?
-No para despedirme ¿verdad?
-Ha trabajado para ZERNA durante 15 años y haciendo una evaluación de su desempeño creemos conveniente darle una oportunidad, ¡ah! pero también amerita un castigo de una semana sin paga y la reposición del tiempo el domingo entrante, antes dígame, sólo como dato administrativo ¿qué le impidió presentarse a sus labores sin previo aviso?
-Olvidé darle cuerda al reloj.
-¡Ah! Usted olvidó darle cuerda al reloj.
-Sí y también… -duda en responder, la situación lo pone nervioso-
-Lo escucho señor.
-No sonó el despertador y cuando abrí los ojos imaginé que era muy tarde para llegar temprano, así que decidí por lo menos quedarme otros cinco minutos bajo las cobijas… Pero quiero mencionarle, ese castigo me parece sumamente ridículo, una semana sin pago significa –La mujer levanta el tono-:
-¿Le parece ridícula la disciplina de ZERNA?
-No quise decir eso, yo me refiero a mí caso en particular, porque siendo congruentes… -La mujer interrumpe nuevamente-
-Señor no se preocupe.
-¿A qué se refiere?
-Me refiero, señor –la mujer toma aliento y con satisfacción sentencia- ¡usted está despedido, ZERNA no necesita más de usted, ésta situación a la larga representará sólo pérdidas. Pase usted buen día.

Cuelga el teléfono.

III

Pasaron tres días del despido. El primero fue fatal, Pavlov había fallado, lamentaba que haya sido por un detalle tan absurdo, una falta, sólo un descuido, en los 15 años como ayudante en ZERNA siempre cumplió con su deber, ni siquiera en las situaciones más extremas como la de hace cuatro años, cuando sufría de una terrible fiebre que le llevó al delirio durante una semana. Ésta vez era diferente, nunca más regresaría a ese lugar, ya no recorrería esos caminos llenos de cotidianidad; la farmacia que se encuentra en la esquina de la calle 7 y la avenida mayor, la cual le pertenece a una vieja gorda y malhumorada; la fonda de los hermanos Karlo que por las mañanas siempre despide un olor fétido; la joyería de la viuda Sfera, una mujer judía muy agradable. Al pasar la joyería siguen dos calles largas que, conforme se avanza la superficie se torna rocosa hasta llegar a las vías del tren, de ahí sigue una inclinación pronunciada para llegar un camino plano, cubierto de pasto crecido, unos veinte metros más adelante está ZERNA, edificio enorme, de ladrillo rojo, consistente pero burdo y sumamente simple. Pavlov fuma un cigarrillo, la rendija ilumina ese rostro sin expresión, mientras piensa en el viejo pozo de la casa materna, el cual hace muchos años no ha vuelto a ver.



El segundo día como era costumbre, despertó a las 5am, permaneció en cama hasta ya avanzada la mañana, desayuno, tomó su abrigo y salió a caminar por las calles del sur del pueblo. El día gris y frío mantenía a las personas en casa, al menos así parecía hasta encontrarse con una calle repleta de comerciantes y establecimientos informales de cosas usadas. Ahí la gente acudía a comprar pequeñas reliquias y otras hacían el trueque de distintos productos. Un comerciante atrajo su atención, era sumamente pequeño y totalmente calvo, usaba un abrigo verde que le quedaba bastante grande, como era tan bajo, estaba parado sobre un banco, gritaba, su voz era fuerte, -tono de barítono- pensó Pavlov, cuando la gente se acercaba a ver las mercancías de aquel enano, él inmediatamente trataba de persuadir:
-Esto es justamente lo que usted necesita- Le dice a un hombre que observa un abrigo. Al preguntar el precio y obtener respuesta, el hombre deja el abrigo y se dispone a seguir su camino, entonces el enano le dice:
-Señor mío, ese abrigo no es adecuado para alguien como usted, usted con tanta clase y distinción no necesita algo tan vulgar como ese trapo, que además, déjeme decirle, tiene algunas costuras. Le mostraré algo adecuado para su estilo envidiable- El enano levanta un sombrero café.
-Aquí está lo que ya es suyo- Le da el sombrero. El hombre lo mira y no parece interesado, es viejo y sucio.
-Póngaselo, lúzcalo, así, así… ya verá como la amada queda fascinada; un hombre con sombrero es más hombre que uno que no lleve nada en la cabeza, véame a mí, no tengo nada en la cabeza y ¿acaso parezco más hombre que usted? Las mujeres aman los sombreros ¿sabe por qué? Porque las mujeres aman a los hombres. Es suyo, sólo le costará siete monedas, ¿pero qué son siete monedas a cambio de la elegancia y el orgullo que le da ese sombrero?- El ensombrerado paga y se va satisfecho. El enano se da cuenta de la presencia de Pavlov y le dice:
-Señor mío aquí tengo justamente lo que alguien como usted necesita- El enano hurga en una maleta que tiene a un costado y saca un reloj.
-Sólo hay que darle cuerda- Pavlov mira el reloj.
-Un buen reloj y más en estos tiempos en que el tiempo es tan importante ¿no lo cree? Sólo cinco monedas por el.
-No estoy interesado- Responde Pavlov.
-¿No está interesado en el tiempo?- Pavlov sigue su camino dejando atrás al enano que inmediatamente se ha apoderado de otro visitante.

Llega a un jardín, se sienta en una banca y saca de su estuche un cigarro. La realidad es como el humo del cigarro, surge de algo que la contiene y paulatinamente lo va consumiendo, no se sabe de qué manera pero lo hace, es la realidad muchas veces sólo una nube de humo que envuelve el camino y que extravía al caminante. El humo es un laberinto. Sopla el viento y despeja el andar, pero ¿quién sopla realmente? ¿No soy yo mismo? No importa, el humo volverá a envolver y yo seguiré ahí, sin saber en dónde estoy. Termina de consumir el cigarro y siente una náusea terrible, aquella nicotina lo intoxica, a veces fumar no es más que la manifestación de un deseo sin necesidad, un absurdo pero, ¿cómo algo absurdo puede provocar una necesidad? En ese momento enciende otro cigarro y se va camino a casa.

IV
El camino es diferente, las calles parecen expandirse; las personas avanzan como hormigas, una tras de otra, -¡Qué calor hace! Todo se consume- Voltea a su derecha, allí está la taberna. Muchos obreros de ZERNA acuden a La Cueva, así le llaman ellos, Pavlov nunca acostumbró acudir a dicho lugar pero ésta vez el furioso calor le lleva a la entrada. La puerta es de madera vieja pintada de amarillo, hay una inscripción: “No hay nada nuevo bajo el sol”, esas letras están borrosas, seguramente el sol se alimenta de ellas al paso de los años. El lugar es oscuro, apenas unos rayos de luz se filtran del techo agujereado, las ventanas están siempre cubiertas con cobijas gruesas, seguramente porque los hombres de aquél lugar disfrutan asilándose del mundo exterior, se pierden en su humo y en los tarros de cerveza. El lugar apesta, tanto humo de cigarro se ha filtrado en las grietas del piso y las paredes; en las mesas y asientos; en las cobijas que absorben la luz. Hay un asiento libre cerca de un hoyo en la pared. El primer trago de cerveza fría provoca un bienestar, el segundo ya no es tan agradable sin embargo sigue bebiendo, ya pagó por ese liquido. Entran dos sujetos, van hacia la barra, parecen conocidos, uno es alto y gordo, de piel gruesa, el otro es barbudo y con aspecto gracioso. Después de unos minutos se acercan al lugar donde se encuentra Pavlov.
-Creo que le conocemos señor- dice el barbudo.
Pavlov permanece callado, él nunca habla hasta que tiene por lo menos una idea de la situación.
-Usted trabaja en ZERNA, ¿no es así?- Dice el hombre gordo.
-Trabajé bastantes años, ya no estoy más ahí, me despidieron apenas hace unos días- Los hombres toman asiento.
-Ya veo, y está aquí para desahogar sus penas, buen método mi amigo, le invitamos un par de cervezas- El barbudo lo dice gustosamente.
El gordo agrega: -Nosotros también tenemos penas que lamentar, por eso éste lugar es exclusivo para gente como usted y yo, él y aquél y, también ellos.
-¿Realmente cree que así sea señor? ¿Cree qué todos estamos aquí para lamentar algo?- Pregunta Pavlov.
El barbudo que está colocando los tarros sobre la mesa, contesta:
-Yo creo que no es así- inmediatamente lo interrumpe el gordo, levantando la voz:
-¿Cómo no va ser así, recuerdas la vez que tu esposa te engañó con su propio primo y bebímos durante tres días seguidos?
-Sí, lo recuerdo- Dirigiéndose a Pavlov:
-El muy desgraciado estuvo viviendo en mi casa durante seis meses, sólo un par de semanas decía mi mujer, en lo que se establece en el pueblo… Llegué un día a casa, busqué a mi mujer, no la vi por ninguna parte, me pregunté ¿a dónde habrá ido?  Tenía bastante hambre sabe usted. Decidí encender un cigarro, saque mi cajetilla y me doy cuenta que se habían terminado, cada vez me sentía más ansioso. Miro por la ventana, en el patio trasero está un cuartucho, ahí dormía el tipo ese, casi no salía, a veces se la pasaba dormido todo el día, un tipo raro sabe. Fui a pedirle un cigarro, la puerta no tiene seguro, así que solamente la empujé- Le da un trago a su cerveza.
-Allí estaba el desgraciado, sentado en la orilla de la cama, ¿sabe donde tenía las manos? A sus pies, hincada, ahí estaba aquella, y los dedos del maldito estaban enterrados en los cabellos de mi mujer- Da un trago, la cerveza se escurre entre sus barbas.



-¿Qué hizo usted?- Pregunta Pavlov.
-¿Qué se imagina amigo? Nada, no hice nada. Me di la vuelta, cerré la puerta y regresé al trabajo- El gordo agrega:
-Después bebimos durante tres días seguidos. Ya ve usted como éste es el lugar indicado para lamentar las penas.
El barbudo interrumpe:
-No amigo,  es al contrario, si bien es cierto que mi estado de ánimo tocaba el suelo, yo acudí a La cueva, no para seguir triste, sino para alegrarme, adormecer un poco el cuerpo es dormir el alma. ¿No lo cree señor?- Dirigiéndose a Pavlov.
Pavlov mira a su alrededor, la mayoría de los hombres que están en ese lugar superan los cuarenta años. ¿Qué se puede hacer después de los cuarenta? No es algo muy valiente ir a dormir el alma, pero qué remedio queda ¿esperar a que el sol se beba el agua del pozo?
El gordo suelta una terrible carcajada mientras dirige su mirada y el dedo índice hacia un extremo del recinto, un hombre viejo disfrazado de payaso se tambalea, sus movimientos son grotescos y torpes; es un payaso que representa un mimo, se acerca a una mesa para hacer su representación: ve hacia el techo, el sol es gigantesco, los rayos perforan la piel, alrededor es un desierto, la arena quema, encuentra una sombrilla, la abre, es sólo un alivio momentáneo ya que se incendia por el terrible sol, el hombre está muriendo, el calor derrite su piel, su color escurre, su cuerpo se desploma, intenta levantarse, se tambalea nuevamente, la cadera no reacciona, por fin se pone de pie, intenta dar un paso y se va de lado hasta caer nuevamente, el sol lo está matando. Los hombres se ríen de él, las carcajadas son una especie de coro demoníaco, el payaso intenta hablar, sólo balbucea, los hombres ríen aún más. Esas carcajadas son tan vulgares. Pavlov los mira, esos hombres están desfigurados, la carcajada les deforma el rostro al punto de confundir esa expresión con la de un llanto terrible, hombres que lloran como un recién nacido, arrugados, rojos, incontenibles. Esa risa no es de felicidad, es solamente un espectáculo desgraciado de animales que aprendieron unos cuantos trucos y, que en ese momento, han embrutecido su cuerpo para despertar a su propia alma.

V
-Megalomanía, ese es su perfil, usted cree poseer una facultad de ver a través de las personas, de encontrar significados, de buscar detalles, usted es un detallista del absurdo señor. Lo que me cuenta del enano, como bien sabemos, un comerciante intenta persuadir, no digamos engañar, persuadir, usted cree encontrar motivaciones ocultas en ese sujeto, resentimiento dice usted, porque es enano y calvo, porque ese hombre no es precisamente un hombre sino un enano que se esfuerza en ser un hombre, es por tal que disfruta al engañar a sus compradores. No señor, debe entender que él es un vendedor, que tiene que ganarse la vida, llevar el pan a su familia y, esa es su función, “persuadir”, no engañar. Dice que el hombre de la barba no tuvo reacción alguna al ver a su mujer en plena felación, porque de alguna manera disfruto ver dicho acto ya que el mismo es un impotente. No señor, aquel hombre simplemente entró en un estado de pánico, al paso del tiempo intentó sobrellevar la situación, guardó silencio para no buscarse problemas, él tendrá sus motivos. Debe entender que la gente tiene su propio por qué y para qué, un elemento sumamente importante en nuestra sociedad es la tolerancia y el respeto a nuestros semejantes, no podemos ir por la vida simplemente juzgando porque creemos encontrar los “detalles”. Todos somos iguales. Le diré en un sentido técnico lo que representa su estado: es un síntoma de desórdenes maníacos y paranoides, depresiones múltiples, grandes complejos de inferioridad que conllevan a desordenes, en donde el sujeto aquejado de esta perturbación, tiende a ver situaciones que no existen o a imaginarlas de una forma tan creativa que solo él termina creyéndolas él mismo. Sus emociones las puede emplear para manipular sentimientos y situaciones de cualquier tipo. Generalmente estas personas son peligrosas porque su estado es un…
Mientras el médico habla Pavlov observa el cuarto, es pequeño y de color blanco, el piso da la impresión de ser un tablero de ajedrez, losetas blancas y negras; las paredes cuelgan adornos, en una de ellas hay diplomas y reconocimientos, seguramente es para dar una impresión de amplio conocimiento; en otra pared hay un crucifijo, un pequeño cristo, Pavlov lo mira con extrañeza y se pregunta: -¿Cómo un hombre que se hace llamar científico puede albergar una cruz en su lugar de trabajo? Un poco de ciencia aleja de Dios, otro poco de ciencia lo trae de nuevo-. Pavlov recuerda a su madre, siempre preocupada, siempre pidiendo a Dios. Mucho tiempo sin visitar una iglesia. Muchas veces había encontrado dudas en las respuestas pero éstas realmente no le perturbaron. El tipo sigue hablando e inesperadamente le pregunta: -¿Qué opina de todo lo que le he dicho señor?
Pavlov permanece callado y responde: -Mi abuelo y padre quedaron locos, tal vez yo también me estoy convirtiendo en un desquiciado.
-Es posible que en cierta medida su estado pueda estar asociado al factor genético pero, considero que- Pavlov interrumpe:
-¿Tal vez necesite alguna medicina? Hace poco leí un artículo que habla sobre ciertas substancias químicas que pueden ayudar.
-No, usted no necesita medicamentos, la solución de su problema consiste en un enfrentamiento consigo mismo, hacer consciente su megalomanía y eliminarla.
-¿Cómo puedo hacer eso, no creo ser lo que dice que soy?- Toda su vida Pavlov había recibido ordenes, trabajado responsablemente, hasta que un día perdió su empleo, de alguna manera estuvo a solas consigo mismo y no le gusto lo que encontró; la “libertad” no es un gusto, es un peso muy incómodo para llevar. Lamentablemente había llegado a un punto en el que no podía ya depositar su libertad en otro, ya no podía dejar ese peso.
Ese tipo sólo esta ahí para alinear los trazos que superan el límite ya señalado, ¿quién marco el límite? ¿Quién estableció que no deben ser cruzados y superados? ¿Megalomanía? Si mi problema es que no puedo confiar en nada. ¿Qué soy? ¿Dónde estoy? ¿A dónde voy? Qué importa preguntarse eso si hay quien diga lo que se debe y no se debe hacer; éste tipo quiere decirme que hacer, sin embargo, él fue educado para esa tarea y es seguro que él tampoco cree en si mismo. Es igualmente despreciable como aquellos que viven en la cueva, ambos buscan encontrar la línea trazada, mantenerse, creer, sin embargo no son libres, en ellos no hay felicidad real, es sólo la fantasía en la que están predispuestos a entregarse. “Todos somos iguales” nadie ha creído realmente eso, a pesar de ello, “todos” nos entregamos a la fantasía, si por mí fuera mataría a “todos” incluyéndome en el “todo”. Aunque para matar, es necesario darle un significado a la muerte, ¿quién se lo va a dar? Estoy muy cansado para eso, “todos” lo estamos; en su lugar el valor está enfocado a la vida, “hagamos de nuestra existencia un bien común”, “todos merecemos la felicidad”, “todos tenemos derecho a la dignidad”, “todos valemos”. El valor esta antes de llegar al límite, el perímetro lineal trazado por algo. ¿Dios?  Que importa ahora Dios, que importa si está muerto, si lo hemos matado, el hombre común siempre busca nuevas figuras que le digan quien es, en dónde está y hacia dónde debe ir; siempre se come un poco de todo para revolver el estómago. La digestión provoca un letargo que genera un sueño terrible. Estoy muy cansado quiero ir a dormir. Allí está el cristo, me mira, no soy tan raro, simplemente no puedo creer, el olor a incienso adormece los sentidos, las pinturas, el techo, su ciencia, todo me hace ver insignificante; la gente a mi alrededor está igualmente cansada, se esfuerzan demasiado. Un pordiosero entra, bebe del agua bendita y se va. Allí está el crucificado, su cuerpo maltrecho, humillado, me mira y llora sangre, quiere conmover, la compasión es el último acto, el último recurso, no pasa nada conmigo. Quisiera creer en algo, tal vez así podría sentir al cristo, o al imbécil que está frente a mí.




VI

El cuarto está oscuro, envuelto en la terrible incertidumbre de existir; mira el techo pero es ver sólo lo negro, la nada, la ausencia. Es como si el tiempo se hubiera detenido, el reloj marca las 2:46. Un cosquilleo en sus manos le perturba, la lengua se hincha y se expande dentro de la boca; el cosquilleo desaparece, ahora las manos se inflan y los brazos se encojen.  No hay luz en la rendija y en las grietas del espacio. Los ruidos externos son muy lejanos, vivir en esa torre da la posibilidad de no permitir la entrada de sonido, sin embargo, hace falta, un poco de música estaría bien. Prende la radio que se encuentra a un lado de la cama, su luz ilumina un poco el entorno provocando un efecto en las cosas inanimadas que viven junto con él. Las sombras se proyectan enormes, lo observan y le hablan. Una melodía se asoma, ¡Oh que agradable! relaja los trastornados sentidos. La música es suave, rítmica como el deslizamiento de la pincelada sobre el lienzo. Dirige el movimiento de la mano, danza con los colores y los matices, le da vida al espacio en blanco, movimientos que fluyen, sonidos que chorrean y bañan el papel de contrastes. La música aumenta su intensidad, el ritmo conduce el movimiento frenético, el goce, la pasión, la felicidad; los dedos estrujan los colores, se funden en ellos, ahora también son color, la mano acaricia el lienzo con el tono más peligroso y seductor, lo baña con su misterio. La melodía disminuye, el ritmo se detiene, es hora de ir a morir, la música también muere.




La sombra de Prometeo

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