La abstracción frente a la riqueza del ser
Cuando sopla el
viento, unos tiemblan y otros no*
Por: Norma Ortega.
Introducción
Los
epígrafes y subtítulos que encabezan una obra nos introducen, tangencialmente,
al espíritu de la misma. Así, con el epígrafe de Representar e intervenir[1]:
“realidad… ¡qué concepto!”, Ian Hacking nos advierte que, si bien es cierto,
pretende llevar a cabo una reflexión sobre la realidad, ésta constituye, de acuerdo con tal inscripción, un
concepto quizá complejo y rico en contenido, pero, finalmente, en tanto
concepto una abstracción.
En
oposición a tal epígrafe, La conquista de
la abundancia[2]
cuenta con un subtítulo asaz sugerente: “La abstracción frente a la riqueza del
ser”, esta sentencia dirige nuestra atención hacia una contraposición entre la
abstracción y la riqueza del ser, es
decir, entre abstracción y abundancia; en efecto, de acuerdo con Feyerabend, el
objetivo de la obra aludida es mostrar
cómo los especialistas pretenden reducir la abundancia que los rodea y confunde
a meras abstracciones[3]. Ante tal declaración, resulta
pertinente cuestionarnos, por un lado, qué puede entenderse por abundancia y
abstracción y, por otro, por qué constituyen una oposición.
En lo
que sigue ensayaré una interpretación que, basada principalmente en La conquista de la abundancia y Provocaciones filosóficas[4],
dé respuesta a la primera pregunta de tal suerte que, con base en ésta, sea
posible delinear una respuesta a la segunda cuestión. Para ello, en primer
lugar, indicaremos qué se puede entender por abstracción y qué implica todo
abstraer; en segundo lugar, abordaré la idea feyerabendiana de abundancia y se
verá en qué medida, se relaciona, inevitablemente, con el pluralismo ontológico
que subyace a la propuesta del filósofo; finalmente, a manera de conclusión,
ofreceré algunas líneas argumentativas que pueden dar luz sobre la
contraposición anteriormente anunciada.
I
La palabra ‘abstracción’, proviene del latín abstractus, sustantivo que procede del
verbo abstraho, cuyo significado es
separar, tirar fuera, desgajar, arrancar; por tanto, ‘abstracción’ puede ser entendida,
en un primer momento, como un tipo de separación o desgajamiento. Por otro lado, de conformidad con la orientación
general del término que aquí analizamos, éste puede ser entendido como el
conocimiento de una cosa prescindiendo de las demás que están con ella, así,
‘abstracción’ constituye un proceso de separación intelectual que consiste en
conocer algo, un ente o una cualidad,
soslayando lo otro que está con él,
esto es, otros entes, otras cualidades y las relaciones entre ellos.
Ahora
bien, si aceptamos que la abstracción constituye una separación con las características que le hemos atribuido,
entonces, es posible afirmar que a todo proceso abstractivo subyace un supuesto
que Feyerabend denomina presunción de
separabilidad que consiste en aceptar la
posibilidad de separar el método del resultado sin perder éste[5],
así, toda abstracción se muestra como un resultado desligado no sólo de otros
entes y/o cualidades, sino también, del proceso histórico que lo gestó; por
ello, aparentemente, toda abstracción cobra cierta independencia del proceso
que la produjo y del dominio ontológico del que fue extraída, aspecto por el
cual se nos muestra, asimismo, invariante. Por lo tanto, toda abstracción
parece traer consigo un dejo de estabilidad y objetividad que “empobrecen la
visión de la gente y los modos de ser del mundo”[6].
Exploremos esta última afirmación.
Aceptar
que toda abstracción es estable y objetiva, implica que ésta es incorregible
pues, al asumirse fija e independiente del proceso que la produjo y del dominio
ontológico del cual fue extraída, resulta imposible reinterpretarla de acuerdo
con el dominio en el que es usada, lo cual conduce al establecimiento de una
relación asimétrica entre la abstracción y el dominio ontológico del cual fue
extraída. Esta asimetría niega la posibilidad de acceder a otras parcelas de la
realidad, pues reinterpretar las
abstracciones implica, en última instancia, dar cuenta de otros dominios ontológicos. Ante esta problemática, Feyerabend nos
sugiere que:
Mejor será proceder
dialécticamente, esto es, por una interacción de concepto y hecho (observación,
experimento, enunciado básico, etc.) que afecte a ambos elementos. La lección para la epistemología es ésta: No
trabajar con conceptos estables.[7]
De
acuerdo con esta referencia, trabajar dialécticamente, supone establecer una
correlación entre concepto y hecho, es decir, entre la abstracción y el dominio
ontológico del que fue extraída, de modo que, si el dominio ontológico cambia,
entonces, la abstracción también cambiará y viceversa; esta sugerencia rompe
con la pretendida estabilidad e independencia de las abstracciones, al mismo
tiempo que permite elucidar los distintos modos de ser del mundo y enriquece
nuestra visión del mismo.
En
conclusión, la abstracción constituye un proceso de separación intelectual que
nos permite conocer un ente o una cualidad independiente de los entes y/o
cualidades con los que se relaciona. Tal independencia hace que aquélla sea
considerada como objetiva y estable respecto del proceso que la gestó y del
dominio ontológico del cual fue extraída, aspecto que construye una relación
asimétrica entre éste último y la primera. Ante esta situación, Feyerabend nos
propone trabajar dialécticamente a fin de no empobrecer nuestra visión de los
modos de ser del mundo.
II
En la
introducción de este trabajo he mencionado que, por la expresión feyerabendiana
riqueza del ser entenderíamos abundancia, lo cual encuentra su
justificación no sólo en el subtítulo de la obra que suscita la presente
reflexión, sino también, en la medida que abundancia
suele emplearse como sinónimo de riqueza;
ahora, dado que tal término proviene del verbo ‘abundar’ y éste refiere a la
existencia en gran cantidad de algo, debemos preguntarnos qué es ese algo que, de acuerdo con Feyerabend, hay
en gran cantidad. La respuesta que contesta tal interrogante es: hay gran
cantidad de modos de ser del mundo pues, a decir del filósofo, el mundo es dinámico y multifacético[8].
Analicemos esta sugerente afirmación.
La
primera dificultad que surge al desbrozar la afirmación anterior es precisar a
qué se refiere Feyerabend con mundo,
labor complicada en la medida que el filósofo no explicita, claramente, qué
entiende por el mismo; sin embargo, es posible, mediante la siguiente
afirmación, ensayar una idea sobre lo que entenderemos por el mismo:
Es posible que algún día
lleguemos a encontrar una regla que nos ayude a superar todas las dificultades,
del mismo modo que puede ocurrir que algún día encontremos una teoría que
explique todo en nuestro mundo.[9]
El mundo
es, ante todo, nuestro mundo, es
decir, es mundo para nosotros; este aspecto niega, de entrada, la posibilidad
de que Feyerabend acepte un mundo único y estático pues, si mundo es mundo para
el hombre, entonces, éste es constituido desde nuestra situación en él.
Ahora
bien, afirmar que el mundo sea constituido desde nuestra situación, no implica
que nuestro autor sea un defensor del idealismo pues, como él mismo sostiene:
“El mundo […] ejerce influencia y refleja la actividad de sus exploradores”[10], es
decir, el mundo no es creado por nosotros porque nos afecta mientras lo
exploramos, al mismo tiempo que nos muestra los cambios que, por nuestra
actividad sufre; dicho de otro modo, de acuerdo con Feyerabend, hay una
dialéctica, esto es, una relación simétrica entre el mundo y sus exploradores,
en la cual, ambos se ven afectados. Por lo tanto, si entendemos mundo como el conjunto de todo lo que
existe, entonces, de acuerdo con lo anteriormente argumentado, el mundo
constituye el conjunto de lo existente, en sí mismo y para nosotros.
Ahora,
hemos señalado que el mundo es dinámico y multifacético; es dinámico en la
medida que se encuentra en constante cambio, el cual, puede ser vislumbrado
mediante una revisión histórica del contenido ontológico de las categorías con
que lo articulamos, así, con ayuda de un ejemplo de la historia de la ciencia,
observamos que el término “planeta” es empleado tanto en la astronomía ptolemaica
como en la copernicana, sin embargo refiere un contenido ontológico diferente
en cada una de ellas pues, mientras en la primera el Sol es un planeta, es
decir, un astro errante, en la segunda no lo es. De aquí se sigue que aunque el
término “planeta” es usado en la astronomía geocéntrica y heliocéntrica, ésta
última, incluye entes distintos de la primera, esto es, mientras el término
permanece el concepto no; este aspecto da cuenta del dinamismo del mundo en el
que estamos situados.
Por otra
parte, el mundo es multifacético porque nos muestra diversos rostros, no sólo diacrónicamente, sino
también sincrónicamente, es decir, es diverso a lo largo del tiempo y en la
misma época histórica; para ilustrar este aspecto, recurriré, a un ejemplo que,
el propio Feyerabend nos brinda:
Muchas
culturas suponen que los eventos sociales tienen lugar en ámbitos que no pueden
estar al alcance de los humanos, pero no por ello carecen de poder sobre sus
vidas. La influencia puede llegar hasta el punto de proveer el material y las
formas que constituyen a un ser humano. Para algunas culturas, los ámbitos
están cerrados, epistemológicamente hablando, y pueden ser explorados con sólo
mirar alrededor. Para otras, están ocultos tras engañosas apariencias y
únicamente son accesibles si utilizamos métodos especiales (Parménides, los
gnósticos y algunos destacados científicos pertenecen a este grupo)[11]
De
acuerdo con esta referencia, algunas culturas asumen que es imposible acceder a
lo acontecido a su alrededor, aunque no por ello, dejar de asumir que ese mundo
inasequible, ejerza influencia en sus vidas; otras culturas creen que es
imposible acceder a su mundo con las herramientas que cuentan, por lo cual,
consideran necesario apelar a otras cosmovisiones para conocer la propia;
finalmente, hay otras que afirman que su mundo es un engaño y para acceder a su
verdad, es preciso hacerlo mediante un método especial. La diversidad cultural
ilustrada aquí, da cuenta del mundo multifacético en que estamos situados y, al
mismo tiempo, de la forma en que lo conocemos.
Ahora
bien, Feyerabend sostiene que los modos de ser del mundo, esto es, la abundancia, suele ser eliminada por decreto pues, una opinión es correcta y el
resto es engaño[12],
esta afirmación supone un reclamo asaz pertinente en contra de la imposición de
un punto de vista sobre los demás, lo cual implica, ineludiblemente, la
imposición de un modo de ser del mundo, sobre los otros; ante esto el filósofo asegura,
apoyado en Mill, que: 1. la imposición de
una opinión basta para negar lo que pudo haber sido verdadero; 2. todas las
opiniones, a menudo, poseen una dosis de verdad; 3. las opiniones adversas a la
propia, ayudan a comprender los fundamentos racionales de ésta y 4. contrastar
opiniones favorece la comprensión de los componentes de la postura que uno
sostiene[13],
así, acallar las opiniones implica, en primer lugar, negar los distintos modos
de ser del mundo, en la medida que, conduce al establecimiento de una opinión que pudo haber sido falsa y, en segundo
lugar, con la negación de las opiniones adversas, perdemos la oportunidad de
conocer los fundamentos y limitantes de la opinión propia.
La
importancia que Feyerabend deposita en la aceptación de otras opiniones, y con
ellas, de los diversos modos del ser del mundo, dejan ver que la posición y el
valor del otro es productiva
epistémica y ontológicamente, pues supone la ampliación de nuestro dominio
ontológico y del conocimiento que, sobre él, pudiéramos poseer; la pluralidad de
opiniones implica la apertura de otras parcelas de la realidad que serían inobservables desde la unicidad de la
propia opinión.
Por otro
lado, “cualquier procedimiento, por ridículo que parezca, puede abrirnos mundos
sorprendentes que nadie hubiera podido imaginar; todo procedimiento por sólido
y racional que sea, puede mantenernos en una prisión […]”[14],
en efecto, de la misma manera que resulta improductivo (epistémica y ontológicamente)
privilegiar una opinión, resulta improductivo favorecer una única forma de
conocer el mundo pues, pese a la solidez o racionalidad que presuman, pueden
conducirnos, inevitablemente, a la prisión que todo dogmatismo supone, en la
medida que, es posible que nos veamos inclinados a sostener que un único
método, opinión, teoría o mundo es el
válido. Ante esta problemática, Feyerabend afirma que “un pluralismo ontológico
epistemológico parece más cercano a los hechos y a la naturaleza humana”[15].
Veamos por qué.
El
pluralismo feyerabendiano se muestra como una propuesta que evidencia la
necesidad de apelar y recuperar las otras opiniones y con ellas, los distintos
modos de ser mundo pues, éstas sirven de crítica, realmente efectiva, a la
propia cosmovisión; tal crítica consiste en evidenciar nuestros limitantes y,
al mismo tiempo, nos conduce a negar, por un lado, la posibilidad de acceder al
mundo de forma única y, por otro, niega que el mundo sea uno. Asimismo, el
pluralismo esgrimido por nuestro filósofo lleva ínsita la aceptación de lo otro como componente irreductible de
todo conocer, en la medida que éste proporciona los elementos necesarios para elaborar
la crítica realmente efectiva que el conocimiento requiere para no desembocar
en un dogmatismo.
Ahora
bien, parece que todo pluralismo desemboca, necesariamente en un relativismo,
más aún, si es Feyerabend quien lo sostiene, es probable que, una lectura
superficial de sus tesis nos lleve a concluir tal postura implica la conocida
sentencia: “Todo se vale”, ante lo cual, el autor contestaría que “no todas las
formas de abordar la realidad tienen éxito”[16],
en efecto, basta recordar que, como hemos dicho, el mundo no es una creación
nuestra pues nos afecta mientras lo exploramos, al mismo tiempo que nos muestra
los cambios que, por nuestra actividad, sufre; luego, si bien es cierto, el
filósofo sostiene un relativismo, éste no
constituye una posición filosófica, sino un hecho que recibe el apoyo de una
diversidad de enfoques y resultados procedentes de muchos campos distintos[17],
esto es, el relativismo feyerabendiano no constituye una postura teórica porque
no sostiene, a priori, que los puntos
de vista dependan de los sujetos que los esgriman o de los diferentes marcos de
referencia que se formulen, al contrario, con base en la variedad de enfoques
culturales y epistémicos, es que llega a este resultado tan importante para
todo pluralismo.
En resumen,
en el comienzo de esta sección sostuve que, para entender a qué se refiere
Feyerabend con abundancia, era
preciso comprender la expresión: “modos de ser del mundo” que se relacionaba, a
su vez, con la afirmación: “el mundo es dinámico y multifacético”; tal análisis
nos condujo a sostener que los modos de ser del mundo podían ser vislumbrados
diacrónica y sincrónicamente, es decir, a lo largo del tiempo y en la misma
época histórica; este aspecto nos llevo al pluralismo ontológico el cual,
reconoce la necesidad del otro como
componente irreductible de todo conocer, negando por lo tanto, la posibilidad
de acceder al mundo de forma única, así, podemos afirmar que el pluralismo
ontológico o la abundancia, a decir del filósofo, no constituye una
prescripción o una simple abstracción pues, es más cercana los hechos y a la
naturaleza humana.
Conclusión
El
subtítulo de la obra feyerabendiana La
conquista de la abundancia nos invita a reflexionar sobre una contraposición
asaz sugerente pues, plantea la necesidad de cuestionarnos acerca del papel
(epistémico y ontológico) que juegan las abstracciones, asunto complejo porque,
si bien es cierto, las abstracciones constituyen elementos fundamentales en
todo proceso epistémico, también es cierto que:
[…] el mundo se muestra más
escurridizo de lo que habitualmente suponen los racionalistas. Las
generalizaciones intelectuales en torno al <<arte>>, <<la
naturaleza>> o <<la ciencia>> son recursos simplificadores
que pueden ayudarnos a ordenar la abundancia que nos rodea. Así es como deben
ser entendidas, como herramientas oportunistas, no como enunciados finales
sobre la realidad objetiva del mundo.[18]
es decir, las abstracciones son
necesarias en la medida que son útiles para ordenar el mundo, para organizar y
comprender la abundancia, lo cual no implica que sean independientes del
proceso que las gestó y del dominio ontológico del cual fueron extraídas,
asimismo, no significa que éstas sean el mundo. Así, toda abstracción es una
herramienta oportunista, en la medida que tiene la función de facilitar nuestro
acceso al mundo, haciendo uso de puntos de vista anteriormente aceptados, pero
no por ello bien establecidos e incuestionables pues, el mundo parece responder positivamente a muchos enfoques, no
solamente a uno de ellos[19].
Por lo
tanto, parece que la principal razón por la cual es posible sostener una
oposición entre abstracción y abundancia radica en que aquella supone una
reducción de los modos de ser del mundo a una cosmovisión única, aspecto que
puede ser superado si, como sugiere Feyerabend, trabajamos dialécticamente, es
decir, si estamos dispuestos a aceptar que toda abstracción, por más objetiva y
estable que se pretenda, está condicionada por un dominio ontológico
específico, al mismo tiempo que éste es condicionado por ella.
De este
modo, podemos concluir que el filósofo
irreverente no pretende desechar o demeritar la importancia y productividad
epistémica de las abstracciones, sino hacer notar la simetría que guardan con
su respectivo dominio ontológico, con lo cual nos advierte, en última instancia
que, la conquista de la abundancia es imposible.
Bibliografía
-
Feyerabend, Paul K., Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento
Ariel, México, 1987.
-
---------------------------, La conquista de la abundancia. La
abstracción frente a la riqueza del ser, Paidós, España, 2001.
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1993.
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Nueva, Madrid, 2003.
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rationalism and scientific method. Philosophical pappers. Volume 1. Cambridge University Press, United States of America,
1981.
-
Hacking, Ian, Representar e intervenir¸ Paidós-UNAM, México, 1996.
-
Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la historia de la filosofía II, FCE, México, 2011.
* Protágoras, citado por G. W. F. Hegel en: Lecciones sobre la historia de la filosofía
II, FCE, México, 2011, p. 31.
[1] Hacking, Ian, Representar e intervenir¸ Paidós-UNAM, México, 1996.
[2] Feyerabend, Paul K., La conquista de la abundancia. La abstracción frente a la riqueza del
ser, Paidós, España, 2001.
[3] Cfr.
Op. cit., p. 10.
[4] Feyerabend, Paul K., Provocaciones filosóficas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2003.
[5] Cfr.
Feyerabend, Paul K., La conquista de
la abundancia. La abstracción frente a la riqueza del ser, Paidós, España,
2001, p. 161.
[6] Op.
cit., p. 10.
[7] Feyerabend, Paul K., Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento
Ariel, México, 1987, p. 40.
[9]
Feyerabend, Paul K., ¿Por qué no
Platón?, Tecnos, Madrid, 1993, p. 94. (Las cursivas son mías)
[10] Feyerabend, Paul K., Provocaciones filosóficas, Biblioteca
Nueva, Madrid, 2003, p. 64.
[11] Op.
cit., p. 161.
[12] Cfr.
Loc. cit.
[13] Cfr. Feyerabend, P. K., Realism, rationalism and scientific method. Philosophical pappers.
Volume 1. Cambridge University Press, United States of America, 1981, p.
139. (Traducción propia)
[14] Feyerabend, Paul K., ¿Por qué no Platón?, Tecnos, Madrid, 1993, p. 99.
[15] Feyerabend, Paul K., Provocaciones filosóficas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2003, p. 165.
[16] Op.
cit., p. 165.
[17] Loc.
cit.
[18] Ibíd.,
p. 133.
[19] Ibíd.,
p. 162.
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