Diálogo de Sordos II


Somarda echada sobre una banca en algún sendero luminoso acaricia un gato. Suda acalorada. Llega Satán, sentándose a un lado, saluda de buen ánimo: Buena y bonita tarde.
Somarda desganada: Qué tal, qué tal (suspira sin reconocer a satán) ¿Sabe? si me encontrara con el Diablo en este momento le vendería el alma.
-Amiga mía ¿y por qué se la comprarían?
-Es su negocio, a eso se dedica.
-Por supuesto que lo es, mas sólo compra almas valiosas, sin ganancia no hay negocio.
-Pues si no la compra, que me alquile para exterminar a sus enemigos.
Satán escéptico: ¿Me está diciendo que podría hacer trabajos que el mismo Belcebú no podría?
-Tal vez no…
-No.
-Pero entonces podría ser su sirviente fiel, a cambio de unas monedas, haría lo que me pidiera, lo que fuera sin importar nada.
-¿Lucifer, tendría que pagarle un salario por hacer lo que pide cuando podría obligarle a hacerlo sin dificultad ninguna?, suponiendo que usted, hiciese eso “algo” mejor que muchos otros a los que Luzbel pudiera forzar… Tal vez debería reconsiderar su encuentro con Satanás.
-Podría fregar los pisos, empezar desde abajo, sin paga, aprender el oficio de demonio e ir subiendo peldaños poco a poco.
-No me gusta matarle la ilusión, pero las vacantes deben estar ocupadas, sus aspiraciones son muy altas mí amiga. Por qué no sigue mal encaminada, así como va. En una de esas le dan un mal golpe, y con esto, gana su pase directo a los infiernos; ya ni siquiera como empleada, como huésped.
-Soy mala para todo lo malo…y bueno.
Satán le da una palmada en la espalda a Somarda: Algún vicio tendrá bien desarrollado, entrénese en eso, la constancia es la única que le puede sacar adelante en este negocio.

Somarda se para repentina, tira al gato que sale despavorido, y dice animada: Tiene usted razón, entrenaré, robaré y maldeciré a la mala, si soy tosca y malhecha servirá para en vez de pecar una vez pecar dos veces o tres, tendré en mente: el infierno es mi meta.


Satán animado grita: ¡Esa es la actitud! por qué visitar un círculo cuando puede visitar todos, es más, investigue qué se castiga en diferentes religiones para no quedar exenta de averno alguno.
Somarda menos animada: Tampoco, tampoco, amo mucho mi pereza, mejor, eso que se vaya dando (pausa, Somarda se estira, se sacude y estrecha la palma de Satán con ambas manos) Gracias, tiene usted un no sé qué, tan fraternal, que ya le quiero cómo a un padre, y verá, la próxima vez que nos encontremos seré la mismísima piel de Judas.
-No agradezca nada, si le sirve de algo, para mí ya lo es, sólo es cuestión de pulirlo (Satán abraza eufórico a Somarda) Qué diablos, ahora vaya, vaya... Vaya mucho al demonio.
Somarda emprende camino, un momento después se vuelve, saluda a Satán con una sonrisa, busca al gato: Bicho, bicho, camarada vámonos, ¿dónde quedaste?
Somarda se cansa de buscar y vuelve a echarse, el gato regresa para acostarse en su regazo.
Satán queda sentado derecho, ve al frente tratando de evitar a toda costa el cruce de miradas, después de un rato llega una carreta. Satán se pone de pie rápidamente: Con su permiso, nos vemos pronto.
Somarda soñolienta: Propio, pase, pase.


Por Schava

La sombra de Prometeo

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