ENSAYO DE PINTURA

Por: Solí (Martín De Freitas H)



Marilyn no tuvo más remedio que convertirse en un pájaro blanco carroñero de árbol. Era el último bosque que quedaba en el mundo. El aire era una vibración y Marilyn era otra. Todo el resto no eran más que sub-elementos del mundo y por lo tanto, tal como descubrió posteriormente: carroña.


     Para llegar del pueblo A al pueblo B era necesario atravesar el bosque, vergüenza del país, depósito de desechos radioactivos, cultivo de aberrantes mutaciones genéticas, paradero de los fracasos de la ciencia, esqueleto de armario del progreso, tumba de los mártires de todas las dictaduras del mundo. Cuando se salía del camino recto y se saltaba la tenue valla de alambre de púas que separaba el camino de la carne del bosque, no está de más decir que el fango llegaba a la altura de las rodillas. Si se tenía el coraje de alzar la vista de los pedacitos de huesos que formaban letras en el fango y de los coágulos de sangre que infectaban el sentido de las últimas palabras formadas al azar, se era capaz de ver a Marilyn blanco sostenido de una rama en preciso equilibrio debido a sus garras de arpía. Emitiendo sonidos de búho paralizantes mientras movía la cabeza de un lado para el otro calculando la distancia hasta sus víctimas. 


     Alas desplegadas, la última visión de un Ángel. John Marilyn se había tenido que convertir en matón de barrio debido al ultimátum. En las periferias de la ciudad-cloaca se sabía que John Marilyn mataba, pero no se sabía a quienes mataba y eso estaba bien y por eso es que todos los chicos malos estaban tan tranquilos pero a la hora de la verdad nunca se sabía. 


     La Luna se escapaba de entre las casas de miseria, el zumbido metálico de las antenas de televisión había ya convertido a más de uno en insecto debido a la insistencia de los años —se había comprobado ya científicamente que se necesitaban por lo menos cinco generaciones bajo un mismo efecto para crear una verdadera mutación— los ojos salían completamente negros y era mejor hallarse en las casas con las vibraciones encendidas antes de encontrarse a uno de esos saliendo de las alcantarillas. En sus piernas poseían la flexibilidad del grillo y eran capaces de dar saltos de hasta cinco metros sin agarrar impulso. Qué querían, no se sabía y nadie regresaba para contarlo. Probablemente no querían nada y por esa misma razón es que eran tan poderosos. Se alimentaban de médula espinal y que para pensar mejor —eso es lo que se decía— y algunos los tomaban por los verdaderos hijos de Dios.



       No está de más decir que la tele-transportación ya había sido creada, se había creado un aparato-cúpula que reflejaba con efecto de lupa la energía de las estrellas y la persona tele transportada se deshacía dentro de la cúpula y pasaba a un aparato receptor que transformaba en negativo la energía estelar reflejada sobre el cristal de la cúpula pero los seres de ojos negros, mutantes del futuro, lo hacían directamente de la energía estelar sin necesidad del efecto lupa —“¡Eso es para bobos!” —Solían decir activando una de sus siete lenguas— entonces lo hacían directo y por eso es que algunos los llamaban así: “Los hijos de Dios”. Matarlos era imposible y por eso lo único sensato que se podía hacer era cruzar los dedos y encerrarse en la casa bajo los efectos de las últimas nuevas vibraciones y rezar a que los hijos no saliesen raros.

     Marilyn blanco patrullaba la periferia de la ciudad acechando a los seres marginales. Mientras tanto, en el castillo al confín del mundo, un hombre noble con una bola de cristal reía a carcajadas mientras recogía con una larga cuchara de un plato de sopa los restos de su propia carne leprosa.


Solí (Martín De Freitas H)


La sombra de Prometeo

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