LETRADA VIDA

Letrada vida

Brian J. Alavez Trujillo




Qué es la vida es una de las preguntas más difíciles, que tal vez sólo un dios podría responder. Para un simple mortal parece un castigo dantesco tratar de responder esta pregunta. Decir que se vive “para” no atañe a la pregunta de “¿por qué se vive?” Buen ejemplo es Romeo y Julieta, ellos no vivían “por”, pero sí murieron “por”. Decir que se vive por la felicidad, el amor o la felicidad, el amor o la amistad, en alguna medida es mentira, o es un cuento atenuado para los de corazón blando. Vivir también implica sufrir, llorar y odiar; no sólo se trata de vivir para tener un final feliz. La noción de mi vida, durante un gran periodo, parece ser un divorcio o una incisión; “no entiendo, no asimilo, no es justo”, o bien, “es muy bella, cásate conmigo, eres mi hermano del alma”, son cicatrices que atestiguan nuestra incompletud para entender a la vida.

En algún lado escuché o me contaron que hubo un hombre que decía comprender su vida, que la comprendía en su totalidad y nunca tuvo dudas o preguntas; y por ende, nunca tuvo respuestas. Pero es evidente que este hombre o carecía de intelecto, o bien, no tenía corazón. También, se decía que ese hombre –si se le puede calificar así- no leía nada, consideraba a la lectura una actividad banal e inútil. No tenía dudas ¿para qué leer?


¿Por qué leemos? En mi caso es porque la lectura rompe y a la vez une algo: lo real con lo irreal, el amor con el odio, la felicidad con la desdicha, la vida y la muerte, el tiempo y el espacio. Cuando leo, dejo de ser yo para ser otro, y ese otro cobra vida; ya sea a través de mi voz, o a través de mi mente. Puedo ser hombre, mujer, niño, planta, astro, demonio o dios. Puedo matar o violar (ser el más pérfido), pero también puedo ser el hombre más torpe e inocente de todos los hombres (como los que habitan en el mejor de los mundos posibles).

 ¿Es conveniente leer? Siempre existe la posibilidad que el hecho de leer nos moldee hasta tornarnos a una triste figura, como la del famoso caballero. ¿Por qué sufrir como todos los pobres diablos de la literatura? ¿Por qué llorar como todas las damiselas en peligro? ¿Por qué reír hasta reventar? A simple vista, el leer trae tantas complicaciones como la vida misma.



Volviendo a la vida, ¿no sería mejor recibir el fuerte pero no doloroso abrazo de la muerte? Se es feliz, claro, pero también se es muy desdichado. ¿Por qué no matarnos después de hacer el amor? ¿Por qué seguimos viviendo después de perder nuestro amor?
¿Por qué leemos? ¡Nunca leeremos todo! ¿Para qué leer si no soy Hamlet, Fausto o Sherezade?  Sólo sé que las razones de vivir son tan obscuras o claras como las razones para leer.




La sombra de Prometeo

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