Autor: Manuel Arduino Pavón (Animalario de ciertas especies espirituales)
LAS LARVAS DE LOS ABORTOS
Seguí las indicaciones de mi mentor lo mejor que pude. Cené liviano, evité leer o mirar televisión. Hice un ejercicio de meditación nocturna y me acosté.
LAS LARVAS DE LOS ABORTOS
Seguí las indicaciones de mi mentor lo mejor que pude. Cené liviano, evité leer o mirar televisión. Hice un ejercicio de meditación nocturna y me acosté.
No sé a qué altura de la noche me encontré
volando, avanzando sin utilizar los pies en el sueño. Sin que pudiera creerlo
mi cuerpo atravesaba las paredes, los árboles, todas las cosas. Sólo cuando
dudaba de la capacidad para hacerlo, la materia astral ofrecía alguna
resistencia, es decir mi mente se volvía un contrapeso, el motivo fundamental
de la resistencia. A lo largo de estas experiencias sentía la presencia
invisible de alguien que me estaba guiando escondidamente en el seno de la materia
de los sueños.
De pronto, una voz, una voz que ya había conocido me dijo unas palabras que ya ni recuerdo. Sé que obedecí esas palabras. En un abrir y cerrar de ojos me encontré flotando sobre un inmenso piélago, un inmenso y asqueroso piélago. No había agua sino gigantescas placentas o bolsas llenas de líquido color ambarino que se agregaban en un espacio inmenso y que se movían y revolvían. La voz del señor Leadbeater me dijo algo más:
De pronto, una voz, una voz que ya había conocido me dijo unas palabras que ya ni recuerdo. Sé que obedecí esas palabras. En un abrir y cerrar de ojos me encontré flotando sobre un inmenso piélago, un inmenso y asqueroso piélago. No había agua sino gigantescas placentas o bolsas llenas de líquido color ambarino que se agregaban en un espacio inmenso y que se movían y revolvían. La voz del señor Leadbeater me dijo algo más:
-Observe con detenimiento la superficie
del mar de placentas. ¿Alcanza a ver las pequeñas formas humanas que se mueven
ciegamente entre cada una de las bolsas y que alzan los brazos pidiendo
auxilio?
Miré en detalle aquel repugnante mar de
placentas. En efecto, entre las bolsas se observaban pequeñas criaturas casi
humanas que se movían desesperadamente buscando algo.
-¿Qué son? ¿Qué buscan? –le pregunté a mi
guía.
El señor Leadbeater me explicó:
-Quería que comenzáramos por aquí: en el
reino de los abortos. Existen todo tipo de abortos, estos que ve son
sencillamente las formas astrales de los bebés que han sido abortados
voluntariamente. Observe los rostros anegados en llanto, la expresión
desesperada de sus gestos, las formas contrahechas de sus cuerpecitos.
Me sentí conmovido por lo que estaba
reconociendo en aquel terrible lugar profano.
-¿Son las almas? –le pregunté con ansiedad
a Leadbeater.
-Sólo los pequeños dobles astrales, las
imágenes semi-terminadas de los cuerpecitos de los bebés. Observe con detenimiento
esas imágenes.
Obedecí. No eran cuerpos de bebés en el
sentido que habitualmente le damos a ese concepto, se trataba de simulaciones, de
imágenes parecidas, de simples humanoides.
-No han alcanzado a manifestarse como
cuerpos, de modo que sólo conservan una cierta apariencia corporal.
Estaba sorprendido:
-Parecen dibujos animados en tres
dimensiones.
-Son
imágenes que sobreviven a los abortos por un cierto lapso de tiempo junto a las
placentas astrales, imágenes que buscan consuelo y protección. Naturalmente no
se trata de almas, las almas son esferas de luz espiritual, carecen de esta
forma humana o de cualquier forma material. Estos son los restos de los
incontables abortos que se practican minuto a minuto en el planeta.
-¿Y
las almas de estas criaturas tronchadas?
-Las almas viven en su “limbo”, en su
esfera, sufriendo un fracaso dentro de su plan de existencias. De alguna manera
el aspecto personal de las almas humanas se ve afligido por este crimen horroroso
y por la paralización temporaria de su proceso natural. Ahora sígame.
Nos movimos en alguna dirección. Nos
movimos un breve trecho.
De
pronto nos encontramos en una ambiente soporífero y muy húmedo con gases y
aromas deletéreos, casi sulfúricos. Visualicé incontables formas, pequeñas
formas con piernas y brazos pero sin cabeza, o con una “gota gelatinosa” más grande en el lugar de
la cabeza. Se movían a tientas y a ciegas sobre algo musgoso y terriblemente
desagradable, algo que parecía bramar y ondear debajo de ellos.
El señor Leadbetare me explicó las cosas:
-Estos son los restos seminales, las formas vivas que surgen del esperma
desperdiciado en la masturbación y en otras prácticas sexuales. Estas larvas
inundan el planeta en esta región baja del astral. El semen humano tiene un
inmenso poder creador, un poder que no concluye con la eyaculación fuera de la
matriz. Por el contrario, los resultados desastrosos de ese acto los puede ver
realmente, los puede objetivar, a lo largo de las vidas desnorteadas de las
infelices víctimas de la compulsión onanista o de la perversidad sexual.
Observé en silencio aquellas formas
patéticamente estúpidas moviéndose sin ton ni son encima del gran bramido.
-Es la apariencia colosal que asume la
pasión, el deseo sexual masivo y desenfrenado de la humanidad. En este subplano
del mundo astral, la casi totalidad del espacio está ocupada por estas miasmas
deletéreas y esa gran superficie que brama, con la sorda voz del deseo que
busca su satisfacción a cualquier precio. Ahora observe con atención por encima
de usted.
Obedecí. Flotaban formas bellísimas de
mujeres. De pronto advertí que por encima de este basural masturbatorio
campeaban hermosas formas femeninas completamente desnudas.
-Se engaña –me dijo Leadbeater-.
Propóngase “ver” a través de esos cuerpos tan hermosos.
Como si entrecerrar mis ojos, las miré a
las ostentosas mujeres desnudas que llenaban el espacio. Para mi sorpresa y espanto
fueron cayendo convertidas en muñecas contrahechas y de aspecto abominable.
-Las apariencias engañan, siempre –subrayó mi
mentor-. El deseo sexual les facilita a estas entidades elementales asumir la
estampa de los furtivos anhelos de los varones que se masturban. Pero una vez
que el observador las contempla con ojos inquisitivos, revelan su verdadera
naturaleza aparente: feos monigotes caprichosos de la naturaleza.
-¿Íncubos y súcubos?
-Todo eso, pero sin la leyenda y el mito
idílico. En ocasiones estas tramposas larvas astrales llegan a obsesionar de
tal manera al hombre o a la mujer que estos suelen tener relaciones sexuales
con ellas.
-¿Relaciones sexuales?
-O algo parecido. Pero una de las
características de estas formas sugestivas es que la matriz carece de
profundidad. El varón en sueños intenta penetrarla y no lo logra: la
frustración onanista llevada a su enésima potencia. ¿Comprende?
Sólo alcancé a decir:
-¡Es terrible! ¡Es insoportable!
-Pero aún hay más, mucho más, amigo mío.
Veamos qué formas de vida pululan sobre los lupanares.
Dijo estas palabras y ya nos encontrábamos
sobre alguna “zona roja” de alguna metrópolis. No alcancé a visualizar en
detalle las aristas y el perfil, la contraparte astral de aquellos antros. Pero
me vi conmovido por el ruido a risotadas, el tenaz ruido a risotadas que se oía
por todas partes. Surgiendo de los centros de placer los íncubos y súcubos y
además todo tipo de formas semihumanas desnudas, con tres senos, con
gigantescos falos, troncos femeninos exhibiendo grandes vaginas, una visión
pareja a la de Jerónimo Bosch.
Leadbeater me dijo con cautela:
-Son las monstruosas creaciones del deseo
más desenfrenado, de la pasión animal más ciega.
Correteaban sosteniendo sus gigantescos
falos y penetraban a las formas semihumanas de aspecto femenino, mientras no
dejaban de correr y de reír. Era un espectáculo simiesco, una vana y ridícula
animación.
-Creo que para una noche es suficiente –me
dijo Leadbeater.
Yo hubiera deseado continuar con la
exploración.
-Es
demasiado para una sola noche, mi buen amigo –me dijo mi mentor-. Volveremos
mañana. Ahora concéntrese en la idea de volver a su cuerpo, de volver al sueño,
de descansar de tanta banalidad.
Seguí esas instrucciones al pie de la
letra.
Entré en mi cuerpo físico. Abrí los ojos.
Fui hasta el escritorio y me puse a transcribir mi primera visita al reino de la
fantasía y del deseo.
La proeza había comenzado. Era cuestión de
predisponerse de la mejor forma posible para continuar. Ignoraba qué había
preparado el eximio clarividente. Sólo debía vivir normalmente y esperar.
De "Animalario de ciertas especies espirituales"
manuelarduinopavn@yahoo.com.ar
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