TODO NO ESTÁ TERMINADO

TODO NO ESTÁ TERMINADO  De Magno Rodríguez Grullon

Todo no está terminado, ni el trayecto del cóndor,
ni la particular montaña de voces,
ni las voces en las pisadas de los juncos amarillos.
Todo no está terminado,
ni éstas uvas, ni éstas plácidas praderas enredadas, ni éste color de los sonidos,
ni éstas huellas de los diminutos insectos arrebatados.
Aquel camino, aquel trayecto imaginado con tintes verdes,
con manos en el cinturón de los objetos dilatados,
no está terminado.
Ahora es éste reloj el que suplica,
ahora son éstas cuencas y éstos mares,
y ésta aldea atravesada y doliente; las que suplican.
Desde entonces, todo no está terminado,
ni éstas fauces, ni éstas sombras, ni éste aguerrido surco malgastado.
Ahora falta la guitarra con su timbre de nácar,
y la flor con sus enjambres,
y los ojos con sus sueños duraderos y divinos.
Y es preferible no seguir enumerando la corriente Del Río,
ni la descripción de los guijarros,
ni el hermetismo de la vieja roca horadada;
ahora es una lágrima la que no se detiene
en mitad de la inaccesible noche remontada.
Todo no está terminado,
faltan los ojos y los cielos en el mar, faltan los dedos y las perlas de los dioses en el mar.
Ahora no es éste el corazón de los ancianos desvalidos,
ni es éste el corazón de los retardados niños juguetones;
es que no es éste el amanecer de los enamorados seres apasionados.
Todo no está terminado,
ahora falta la pulcritud de la jerga,
las anatomías de las razas
la vocinglería de las boinas solidarias.
Pero no es suficiente que éste clareado objeto
retenga una llamarada de luces y de arpas,
también es necesario el retumbe del tambor,
y la inoculación del semen liberado,
y todo, hasta el vocabulario de los perros, hasta el recrudecer de las mareas,
todo, hasta las balsas de gomas y las cortezas de los pinos blanquecinos;
y los frutos, y el ámbar, y la letanía de los pájaros heridos.
Pero todo no está terminado, ahora falta remodelar los bloques,
y construir, y construir, ¡y construir!,
y hacer los pasos marchas, y los brazos armas,
y las palabras voces en los dormitorios de las aves.
Después, hablaremos del Inca y del Jíbaro,
del cholo y del azteca, de los negros y de los mulatos,
y después, él mar con una caricia parpadeante;
pero es primigenio empezar aglomerados
para poder retener todas estas cosas, porque todo no está terminado,
ahora falta incorporar al hombre de su tumba y de su inercia.
Autor: Magno Rodríguez Grullon.


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