Por Francisco Güemes Priego
LO
GÓTICO EN LA LITERATURA DE CARLOS FUENTES
Carlos
Fuentes (1928-2012) es uno de los escritores más destacados que ha dado
Latinoamérica. Su fascinación por la historia y el análisis de la sociedad
mexicana abarcan una parte fundamental de su obra, sin embargo, es innegable
también, la vasta importancia que en su narrativa tienen lo fantástico, lo
siniestro y lo sobrenatural.
Todos
estos elementos ya están presentes en el primer libro de cuentos de Carlos
Fuentes: Los Días Enmascarados (1954).
Ahí, un ídolo azteca cobra vida para atormentar a Filiberto, el hombre que lo
compró (“Chac Mool”); un vendedor de bienes raíces, al irse a vivir a una
tétrica casona de la calle Puente de Alvarado es atormentado por el espectro de
la enloquecida emperatriz Carlota, quien lo confunde con su adorado Max
(“Tlactocatzine del Jardín de Flandes”).
En la
obra que dio a conocer a Fuentes como un autor de primer orden, La Región Más Transparente, tenemos a Teódula
Moctezuma y a su hijo, Ixca Cienfuegos, una suerte de hechiceros o guardianes
del pasado, quienes luchan incesantemente por salvaguardar de la modernidad a
los antiguos dioses prehispánicos, así como los ritos que les son propicios. Mismo
tema del relato “Por Boca de los Dioses”, en el cual su protagonista -gracias a
un elevador-, desciende a las ruinas de la olvidada Tenochtitlán, sólo para
encontrarse cara a cara con las viejas deidades aztecas, hambrientas siempre de
corazones humanos.
No
obstante, es con Aura, que el gótico
alcanza en la obra de Fuentes su apoteosis. La vieja casa de Donceles y su
atmósfera enfermiza, los misterios incesantes, la añoranza del pasado perdido, los
maullidos de los gatos y la muda joven de los ojos y el vestido verde, hacen de
esta breve novela, una de las mejores piezas escritas dentro del género
fantástico.
Imposible dejar
de lado un cuento como “La Muñeca Reina”, cuyo ambiente escalofriante y trama
llena de intriga nos conducen por un sinuoso camino hacia el insano culto que
los padres de la desgraciada Amilamia tienen por su belleza malograda.
Las casonas viejas, pobladas por enigmas y
espectros, tienen también un lugar privilegiado en la colección de relatos que
forman Inquieta Compañía. En ellos
aparecen un par de brujas que aterrorizan a su joven sobrino recién llegado de
Francia (“La Buena Compañía”); un ángel musulmán que salva a una noble mujer de
las garras de su vengativo esposo (“Calixta Brand”); una mansión chihuahuense,
propiedad de un exiliado alemán seguidor de Adolfo Hitler, la cual está
infestada de los fantasmas del Holocausto (“La Bella Durmiente“); y un
siniestro individuo, de nombre Vladimir Radu, que llega a la Ciudad de México
procedente de Europa Central para revivir de una forma original y tremendamente
macabra, el nunca agotado mito del vampiro (“Vlad“).
Incluso en una obra mayormente realista, como
lo es La Muerte de Artemio Cruz,
tenemos a la anciana Ludivinia (abuela del protagonista), quien, confinada a su
habitación, la única intacta dentro de la hacienda arruinada de la familia,
vive entregada a sus conjuros y hechicerías.
Esta es una muestra de lo importante que es lo
gótico en la narrativa Carlos Fuentes, así como una invitación para leer o
releer una obra cuyo contenido es inagotable.
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