Pripyat personal

                                                                                      


Por Schava
Escena en un departamento deteriorado, “A”, plumero en mano, limpia los pocos muebles viejos y roídos. “A1” se asoma por la ventana y pregunta intrigada: ¿Has visto como hay silencio últimamente?
—No podría ver eso, podría notarlo, yo no miro el sonido, y no creo que haya alguien…
—Leí sobre un niño que mira los colores del sonido...
—Estupideces en las que caes, deberías dejar de leer basura y observar las cosas que importan en la vida, cómo la música…
—Según tú no podría verla, podría escucharla…
“A” responde enojada: No te atrevas a burlarte de mí nuevamente, es esa clase de respuestas las que me desesperan.
—Sólo juego contigo.
—Yo no juego.
“A” se dirige a la cocina, abre el grifo, no sale agua: ¿Sabes si regresó el agua?
— ¿De dónde?
— ¿Otra vez?
—No sé a dónde fue el agua.
“A” solloza: No creas, me doy cuenta que nada te interesa, nada, no me tomas en serio, soy tu pasatiempo, te daría lo mismo estar conmigo o con quien sea.
—No, no digas eso, que tal si esa quien sea también es como tú.
“A” corre y se arrincona en una esquina del departamento, “A1” le alcanza: No me hagas caso, no puedo evitar hacerte enfadar, pero sabes que te amo.
—Si me amas contesta, si estuviéramos las dos a punto de desaparecer, ¿qué sería lo último que me dirías?
—Diría que no quiero desaparecer.
“A” comienza a llorar amargamente, “A1” le toma la cara: ¿Lloras? por favor no, me vas a hacer llorar a mí.
Se abrazan llorando, “A1” dice sollozando: Prometo poner más entusiasmo, es sólo que, tú sabes, nuestra situación, no es la más común, es extraña, todo aquí es muy extraño.
No puedo creerlo, ¿Te vas a agarrar de eso, lo vas a sacar de nuevo?... eres lo peor, y no, no eres de lo más normal, de hecho eres una, una… ¡Maldita quimera!
“A1” se levanta: No te voy a escuchar, estás alterada, seguro porque no tienes nada en el estómago. ¿Hay comida?
— ¿Me amas?
—Prometiste que si regresaba habría algo de comer.
“A” se acerca y bruscamente trata de darle un beso a su compañera: Dime, dime si me amas.
—No es momento, ¿tenemos comida?
—Tus estúpidas evasivas. Dime, contesta por favor, ¿me amas?
¿Es poco no tener comida? Sobre todo después de la última vez.
“A” voltea: No debería importarte, además lo dijiste, ¿recuerdas? que me amarías sin importar lo que pasara, aunque fuéramos tú y yo las últimas almas en este mundo…
—Ya no me acuerdo de eso. Además podría asegurar que esto es distinto.
“A” se voltea colocándose frente a “A1”: Distinto, ¿distinto por qué?
—Has mirado hacia afuera, está desolado completamente, como si la vida se hubiera terminado literalmente — (se para junto a la ventana)
“A” le alcanza: ¿Qué importa eso?, ¿qué me importa si el mundo entero se ha terminado?, ¿si sigo viva o no?, ¿si nadie más existe o yo no existo? (Se acerca a “A1” y le abraza tiernamente) Mientras tú estés a mi lado.
— ¿Cuándo, cuándo fue la última vez que saliste, ya no del edificio, por lo menos del departamento?
— ¿Cuál es la diferencia, si no he salido antes, o no saldré? Entiende que sólo me importa estar a tu lado, y si salgo sólo seré un fantasma más, un fantasma errante, un alma en pena.
— ¡Tonterías!
— Te burlas pero sabes que es cierto.
— ¿Qué, qué es cierto, lo de los fantasmas?
“A” abraza a “A1” con fuerza: Que te amo, es lo que importa
“A1” la avienta: No, no puede ser, has perdido el juicio, disociaste la realidad por completo.
— ¿Recuerdas cómo era la casa?, seguro me has dejado de querer porque ya no reluce… ¡Pero no es mi culpa, por más que limpio todo se viene abajo, me odias como odias este muladar!
—Deja de gritar, te van a escuchar, se darán cuenta de tu locura.
“A” grita más fuerte: ¿Te importa mucho qué piensen los vecinos? ¿Crees que no me doy cuenta? ¡Estoy segura que me engañas, me engañas con alguno de los vecinos!
—Cállate, nunca hemos tenido vecinos.
“A” se calma repentinamente: Entonces, ¿por qué te preocupa que escuchen mis gritos?
“A1” se toma la cabeza: No lo sé, no sé, me estás pegando lo loca.
“A” grita fuerte, burlona: ¡Quimera!
“A1” desesperada toma a “A” agitándola: Dime, me urge, ¿qué eres, quién eres? por favor dímelo.
—Tuya, eso soy, tuya y es lo único que importa.
“A1” se avienta al piso y grita: Mírate, mírate maldita fábula.
—No, no me miraré, sólo basta con que tú me mires, con que tú me ames.
“A” abraza a “A1”, yacen en el piso y lloran amargamente “A1” toma el rostro de “A”: Te amo, te amo y no me importa si sólo están nuestras almas solitas en este mundo, te amo sin importar lo que pase, pero debo irme, esta situación me está destruyendo. O tal vez es lo único que me sostiene en pie. No lo sé, perdóname, por favor perdóname, pero no sé, este lugar no es para mí, no sé, no sé quién soy, o qué es lo que soy, necesito aire.
—Qué excusa más tonta, cuándo has necesitado aire.
“A1” abre la puerta, se despide llorando, sale del departamento mientras “A” corre y se tira en el piso junto a la puerta: No te marches, déjame explicarte, si te marchas no existo, no existo si tú no estás conmigo. Siento que si existo es sólo y desde que…
Comienza un ruido cada vez más grande, una multitud pasa por afuera del edificio, se oyen risas, gritos, pasos.

“A” se toma el pecho con fuerza, se encorva en posición fetal y llora; murmura: Te amo, te lo prometo, la próxima vez que regreses habrá algo de comer. ¡Te lo prometo!


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La sombra de Prometeo

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