PERTENENCIA (Sara Luz Rodríguez)


Tengo veinte dedos.
Cinco en cada mano, cinco en cada pie,
tengo dos piernas, dos brazos, el talle
que no sabe muy bien qué sostener,
tengo un hombro izquierdo, uno derecho,
siete tatuajes y diez más que están en ciernes,
una lengua que me mete en problemas de continuo,
un ombligo que me recuerda que hubo algo, alguien antes,
una percusión terca e incansable dentro del pecho,
un pecho, dos senos que no hacen uno solo,
unas vísceras revueltas haciéndose nudo,
una sesera cubierta de cabello teñido de púrpura
y, al parecer, nada por dentro, donde se fraguan libres las idioteces.
Tengo un oído eligiendo notas y sonidos, la boca reproduciendo
lo que escucha, tengo dos ojos trazando
los mapas internos de su cubierta,
caminos sin final o dirección precisa.
Tengo un sexo exigente, alérgico a la soledad,
y supongo que tengo también el vientre que
se sabe vacío ahora y para la posteridad.
Tengo un montón de metros y metros de piel
que se enrollan absurdos alrededor de órganos
tangibles pero lo mismo intangibles,
no más tangibles que el dolor profundo que tengo,
irremediablemente,
con el llanto,
o que la llama desesperada que me bulle por en medio
cuando tengo un beso.
Puedes ver, para resumir lo que podría ser un tratado sin final,
que sé bien lo que tengo, lo que me cerca,
lo que soy, lo que me ha sido dado.
Sin embargo me parece advertir que no logro
terminar de entender lo que no tengo, lo que me falta,
aunque lo sepa, no lo entiendo, y para efectos prácticos, no lo sé.
Razón primordial de que ande a tumbos
tropezándome con lo ajeno, preguntando a deshoras si me puedo quedar esto, lo otro,
y recibiendo casi siempre la misma respuesta negativa que recibo ahora de ti.

Sara Luz Rodríguez


La sombra de Prometeo

No hay comentarios:

Publicar un comentario