La política mexicana como ideología: un acercamiento al pensamiento crítico de Revueltas.

Josué Isaac Muñoz Núñez

 Conciencia inmediata, conciencia racional y conciencia dialéctica

            Revueltas en su ensayo Dialéctica de la conciencia expone que la teoría funciona a través de dos actos pertenecientes a un mismo proceso del conocimiento. Primero, mediante quienes la piensan y la conforman consigo misma como pensamiento abstracto; segundo, en concreto, como praxis, cuando transforma adecuadamente, es decir en consecuencia con él mismo, el objeto que le fue propuesto[1]. El proceso teórico es donde las ideas, conceptos e hipótesis se desarrollan a parte del objeto. Pues la teoría sólo confirma cómo actúa éste o se desarrolla: lo describe, busca dar su explicación y en ningún momento lo transforma. En cambio, en el segundo momento, el objeto de conocimiento y el conocimiento de este objeto se identifican en la praxis: aquí, el movimiento teórico se ha convertido en praxis, en una unidad de lo teórico (lo real subjetivo) con lo práctico (lo real objetivo)[2]. Porque la teoría no sólo explica al objeto, sino que conforma al objeto de conocimiento. Se realiza el concepto del objeto al transformar o realizar al objeto. Esta descripción que hemos hecho del movimiento de la teoría y su trayectoria hacia la praxis no deja de ser, con todo, un esquema ideal[3]. No es lineal el proceso de lo teórico a lo práctico ni tampoco se resuelve siempre así. Ya que, podemos quedarnos en lo mero teórico y explicar la realidad desde el pensamiento puro. Por ejemplo, explicar qué es el hombre desde solo una teoría como el cartesianismo: él hombre se divide en res cogitans y res extensa, esta teoría excluye y niega otros modos de ser del hombre como el ser en proyecto de Sartre o el dasein pensado por Heidegger, pero en sí misma y para sí, el cartesianismo sirve como teoría que da realidad al hombre, aunque no lo realiza, sólo lo explica. 
          Este desarrollo del conocimiento para Revueltas no es meramente la historia de la epistemología, sino la manera en que la conciencia se desarrolla.
            Pero antes de este desarrollo del conocimiento, y antes de emprender una interpretación de cómo es este proceso, existe en el hombre un modo de ser originario. Este modo no es único e insuperable: es la cotidianidad. 

            El hombre vive en un mundo social, y éste es un mundo de relaciones humanas: El “hombre” de este “mundo de los hombres” es un ser inmerso en una tupida, complicada, abrumadora red de relaciones y correlaciones ajenas, que se manejan y funcionan al margen de su voluntad, y sobre las que no puede ejercer, como individuo, sino una influencia mínima, sin significación y, en todo caso, mediante una acción reglamentada y contextual[4]. El hombre cotidiano vive en la sociedad sin interpretarla. Trabaja, estudia, vive sin preguntarse cómo funcionan estas relaciones. Para el hombre cotidiano, el “mundo de los hombres” se reduce al mundo de sus relaciones inmediatas y fácticas y él tampoco se detiene a explicarse las relaciones abstractas con las que entra en diario contacto, si no hay una exigencia utilitaria para ello[5]. Por lo tanto, este primer modo de ser es inmediato, vive sin saber que vive y por qué vive. Este modo es común a todos, hasta cierto punto, pues cuando subimos al metro o escribimos un correo electrónico, no cuestionamos ni tampoco preguntamos cómo es que sirve el metro o el internet, sólo lo hacemos y nos llevamos por lo cotidiano. Pero esta cotidianidad o conciencia inmediata es infecunda para la crítica; si vivieramos de esta manera, el ser humano dejaría de ser humano pues la historia y su desarrollo es un constante cuestionarse. No nos conformamos con lo mero inmediato; tenemos que superarlo pues nuestro ser no es conformista, quieto o inerte. Revueltas crítica la cotidianidad, porque ésta acepta el mundo tal cual es, y el mundo no ha sido siempre el mismo, sino que se ha ido transformando por la producción de la humanidad, esto sería la historia. El mundo existe para el hombre, el mundo sin hombre sería el planeta tierra en su desarrollo únicamente natural. Por consiguiente, el mundo es humano. Revueltas nos dice que la conciencia inmediata percibe a la realidad objetiva como una realidad incuestionable a la que está unido por una relación puramente práctica y utilitaria, por una parte, y por la otra, a través de una relación práctico-ideológica que aparece como una realidad hecha, establecida, dada desde tiempo atrás, y en la que este ser social no ha intervenido[6]. Así, las instituciones actuales como la universidad, el estado y la religión, la conciencia inmediata las toma como entes insuperables o incambiables.
            Un momento posterior a la conciencia inmediata, es la conciencia racional, pero no dialéctica. Ésta ya no toma al mundo como algo dado. Se sabe como conciencia inmediata que al saberse así se vuelve consciencia mediata, sabe que el mundo es historia y cambiable, pero es unilateral. La conciencia racional busca dar explicación del mundo, pero lo hace desde una postura lógica única, donde todo debe ser explicado por un solo principio, sea dios, estado, raza etc. Esta conciencia niega que el mundo sea contradictorio, y si acepta la contradicción, sólo lo hace para negarla. La conciencia racional comienza por descubrir en la inmediatez, como tal inmediatez, el carácter que reviste de aparente autonomía, una autonomía fáctica, de hechos, cosas e interrelaciones entre éstos y los hombres, regida por determinados principios en tanto que realidad fenoménica[7]. Pero los cambios o transformaciones que puede hacer esta conciencia no son radicales ni críticos, pues el fundamento de cambio lo encuentra en su propia diferencia. Es decir, esta conciencia al ser reflexiva sabe que puede cambiar el mundo, pero lo hace desde su propia conciencia, tomándose como lo contrario del mundo: su sola inquietud se explica nada más en el acto unilateral de haber roto la indiferencia de la ajenidad, con lo que ésta deja de ser neutra y ahora se revela como ajenidad hostil, es decir como enajenación, no negada por esa contrariedad ya que esta última no se niega a sí misma con tal acto,  acto que descubre las oposiciones pero se limita a pasar de una a otra… sin descubrir, empero, la unidad o, mejor dicho, la totalidad concreta donde ambas se niegan[8]. La concreción es cuando el pensamiento se realiza y comprende las relaciones contradictorias. En la conciencia racional la concreción es seudoconcreción pues sólo realiza un parte de la totalidad. Hay que que entender que para Revueltas la realidad es dialéctica o contradictoria, el mundo no se define como blanco y negro, sino en toda una gama de colores. La conciencia racional lo que hace es contraponer a una realidad otra realidad, pero no acepta que también la suya sea sólo una parte de la totalidad.
            Revueltas contrapone a la conciencia racional, la conciencia dialéctica, porque ésta busca superar la negación unilateral: por cuanto el opuesto de lo concreto no es lo abstracto, sino lo disperso, la pseudoconcreción no se destruye oponiéndole otra ideología (ateísmo versus Dios, como ejemplo), o sea, una abstracción inversa (o cualquier otra abstracción), sino destruyendo la identidad enajenada de sujeto-objeto, la falsa identidad del sujeto mistificado, mediante la totalidad concreta de la razón dialéctica que resume las oposiciones reales y las supera en la negación de su negatividad, es decir en la negación de la negación[9]. Con esto, entendemos que la conciencia racional contrapone a la realidad social inmediata una realidad social mediata, pero al no ser crítica consigo misma se convierte en ideología. La concia dialéctica al contrario siempre está en movimiento y no acepta una verdad establecida: se olvida que no hay “dialéctica” sin devenir, porque el devenir nace de la contradicción dialéctica, que no tiene nada de estático como sucede en el caso de una simple oposición[10]. Por lo tanto, la conciencia dialéctica es movimiento constante de reflexión, contrario a la conciencia racional que se convierte en ideología al fundar el pensamiento en un sistema inmóvil e incuestionable.


¿Qué es la ideología?

            Revueltas nos comenta que la ideología constituye una falsa conciencia de lo real -una conciencia aliterada, sobrepuesta y desprendida de la realidad-, hemos de convenir, asimismo, en que toda ideología contiene un núcleo racional, cuyo acto de origen se encuentra en la realidad objetiva misma, pues no puede concebirse ninguna ideología carente en absoluto de todo contenido. Tómese, por ejemplo, la ideología religiosa. La religión ofrece a los simples mortales un cielo de inmortalidad, donde han desaparecido todas las contradicciones humanas y  las desigualdades sociales, a cambio de una perenne vida de felicidad y bienandanza. Por supuesto que este cielo es irreal e inexistente. Pero aquello que lo convierte en real y existente es el hecho de que constituye una necesidad histórica de los hombres, quienes quieren ver que ese cielo se realice en la tierra donde algo día desaparecerán las contradicciones de clase y la esclavitud de la propiedad privada[11]. La ideología tiene por fin alimentar nuestras esperanzas de que la realidad cambie, mas no la cambia. Hay que destacar que la ideología es una explicación racional que justifica o fundamenta algún proceso histórico como insuperable. En el caso de la religión, el mundo tal como es se justifica, pues el hombre religioso no vive para esta vida terrenal y corrompida, sino para la otra vida, la de la eternidad. Se justifica que el mundo sea desigual e injusto, pues si no lo fuera, no habría sentido en la recompensa del cielo cristiano. Éste es un premio por sobreponerse a las contradicciones y horrores del mundo terrenal. 
            También Revueltas nos muestra que la ideología se forma cuando el ser humano enajena sus facultades subjetivas. En el caso de la ideología religiosa, el hombre enajena su posibilidad de abolir las contradicciones sociales en el ahora y aquí terrenal, por un cielo eterno en el más allá. Sucede lo mismo con la propiedad privada. Ésta tiene por finalidad el valor de cambio como mercancía. Un pintor al pintar un cuadro obtiene una propiedad privada pues éste es suyo, es propio, es su subjetividad objetivada, pero ésta al ser propiedad objetiva puede ser cambiada por cualquier otra cosa. Pierde su cualidad subjetiva cuando se vuelve un mero producto, ya que estos no tienen relación con la historia del hombre, que sería su riqueza cultural: Este movimiento de la propiedad privada moderna, que por una parte ensimisma cada vez más la enajenación de los sentidos humanos (lo mío cada vez más mío en su hic et nunc sin historia, en su presente total) y por la otra socializa tal ensimismamiento en el consumo alucinante de las cosas, convirtiéndolo en una autofagía social, cuando se traslada de los sentidos físicos a los intelectuales, se reviste del halo espiritual de la ideología que le corresponde en su situación: solipsismo y la autosuficiencia cognoscitivos. No existe ninguna otra realidad histórica, ni sensible ni abstracta, fuera del mundo tal cual es y tal cual no está dado.[12]Por lo tanto, la ideología no busca modificar la realidad sino sólo justificarla, por eso es una conciencia falsa.
En resumen el hombre se define por su historia. Cuando el hombre participa de la lógica de la mercancía por medio de la propiedad privada, pierde su cualidad histórica, pues se vuelve un mero producto de cambio. Puede ser que se retenga la historicidad del objeto, para identificarlo en alguna época o movimiento artístico, pero el objeto como subjetividad objetiva, es decir como riqueza histórica y cultural, pierde su valor humano, porque el objeto sólo vale como mercancía. Esto sería la ideología, la pérdida de la riqueza humana que es historia.

La política “mexicana” como ideología

La ideología como vemos obscurece la realidad de las cosas y sólo muestra una parte de ellas. Y esto no sólo sucede en la lógica de la propiedad privada. También se da en la filosofía, en el arte, en la ciencia y en la política.
En México sucede que la ideología política tiene por fin la hegemonía de la élite dominante, es decir, una sola clase social domina el aspecto político de México. Pero ¿cuál es la ideología que sustenta la hegemonía política? Esto Revueltas lo expone en su ensayo México: una democracia bárbara, aquí él nos dice, en México se hace política a la mexicana, se hacen negocios a la mexicana, se consuman infamias y traiciones a la mexicana, como también proezas, heroicidades y locuras, que por serlo a la mexicana ya encuentran en esto su más legítima  justificación [13].


La ideología en este caso sería que lo mexicano justifica todo tipo de atrocidades por ser único y particular. Revueltas ve aquí una “autarquía ideológica[14]”, es decir, un modo en que la política mexicana se rige y justifica por sí misma, por su propia ideología. Los fraudes presidenciales, el tapadismo, los partidos políticos y toda su parafernalia, tendrían su fundamento en esta ideología, que por ser mexicana la hace “única”. Mas esto no le quita su aspecto irracional, acrítico e irreflexivo, al contrario, muestra que el estado no quiere ser criticado verdaderamente: Lo que llamamos “política mexicana” es una superestructura de supercherías, conceptos míticos y reducciones ad absurdum, donde se refleja, distorsionada como en un espejo convexo, la realidad auténtica respecto de la cual esta superestructura es tan sólo el fetiche, el símbolo que la sustituye, la traducción que la vierte a otro idioma distinto[15].
La política mexicana funciona como un estado totalitario donde todos los partidos van al mismo fin, porque la ideología o la superestructura, fundamenta una sola interpretación del Estado. El Estado mexicano… se ha ido afinando cada vez más, hasta llegar a su máxima expresión contemporánea como Estado ideológico total y totalizador[16]. ¿Cómo se ha llegado a esta dominación? El secreto de esta dominación total no se encuentra en otra parte que en la total manipulación, por el Estado, del total de las relaciones sociales, o dicho de otro modo: así como el pueblo afirma que al pulque sólo le falta un grado para convertirse en carne, al Estado en México sólo le falta un grado para ser fascista[17]. Por lo tanto, la política mexicana justifica su irracionalidad en una dominación total de las relaciones sociales, por supuesto, desde la ideología de que “como México no hay dos”, es decir, sólo se hacen estas cosas en México. Y así, los partidos políticos de izquierda, como grupos contrarios al sistema totalitario, no son voces contrarias al sistema hegemónico sino que parten del mismo sistema, son oposiciones falsas.
La crítica que hace la conciencia dialéctica, a esta ideología de lo mexicano,  es que no existe la verdadera oposición dialéctica, y tampoco existe una verdadera conciencia de cambio. Las izquierdas son grupos políticos con discursos agotados y sin crítica; son la conciencia racional que piensa que por estar del lado contrario ya es crítica. Cuando lo que buscaría la conciencia dialéctica sería criticar la ideología de lo mexicano, y la ideología de la política mexicana como una hegemonía, mas para eso es necesario entender las contradicciones de la política mexicana, no aceptar una sola interpretación y tampoco aceptar que el sistema es total. Pero como la conciencia racional se impone como ideología, por el lado de los partidos es imposible, y por el lado de la crítica  a la totalidad ideológica como la de Revueltas es poco conocida.
Entonces como conclusión de este acercamiento al pensamiento crítico de Revueltas, entendemos que la crítica real viene de pensar fuera del sistema político. Pues la conciencia inmediata acepta la realidad, sea injusta o no; la conciencia racional, no puede criticarla porque su pensamiento es unilateral, y  a una ideología opone otra, entonces no hay crítica sino sólo transposición; y la dialéctica, sólo podría actuar si supera la conciencia inmediata y la racional, es decir, tiene que poner en movimiento la conciencia de los ciudadanos y demostrarles que la realidad política mexicana no es incambiable, que la idea de que el “PRI roba y deja por lo menos robar”, es justificar un Estado totalitario, por no decir fascista. Aunque tengamos derechos y libertades, mientras la ideología de la hegemonía de la política mexicana siga vigente, la libertad del sujeto como ser desajenado no tendrá lugar, pues por un lado nos enajena la propiedad privada y por el otro el Estado.



[1] Revueltas, José Dialéctica de la conciencia, Era, México, D.F.1986 p.19
[2] ibíd. 20
[3] Ibíd. 20
[4] Ibíd. 26
[5] Ibíd. 26
[6] Ibíd. 73
[7] Ibíd.74
[8] Ibíd.74
[9] Ibíd.78
[10] Henri Lefebvre, Prólogo a Dialéctica de la conciencia. Era, México, D.F. 1986 p.11
[11] Revueltas, José, México: una democracia bárbara, Era, México. p.15
[12] Ibíd. 52
[13]Revueltas, José, México: una democracia bárbara, Era, México. p.27
[14] Revueltas, José, México: una democracia bárbara, Era, México. p.26
[15]Ibíd.37
[16] Ibíd.19
[17] Ibíd.19

La sombra de Prometeo

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