Úrsula Vázquez
Grafito y carboncillo sobre papel. Mario A. Gómez.
Tenían razón, ¿quién se los iba a negar? La
atracción que evoca la belleza de una mujer joven indiscreta es poderosa.
¿Quién en su sano juicio puede rechazar el contagio de aquel espíritu que
derrocha energía? Son siempre iguales: una gran cantidad de dopamina supera su
control emocional y se les nota en la sonrisa, la emanan de cada poro y gesto
dominado por la naturaleza de la reproducción. Como todo lo nuevo cada parte
del cuerpo está en su sitio sin gran esfuerzo y por si fuera poco se les dota,
además, de la vanidad de saber lo que son, por lo que continuamente buscan
reconocimiento de sus atributos para complacer el ego de su atracción física,
sexual e instintiva. Son hermosas, dulces, graciosas y torpemente descontroladas:
ansiosas de experiencia y soporte para darle sentido a su vida. Me bosqueja una
siniestra mueca el verlas tan adorables y mentirosas.
No posee razón aquel que no tiene poder alguno
sobre sí mismo. ¿Qué trágico impulso causa el oscuro placer que gustamos? Hay
otro tipo de mujer mucho más atractiva y extraña de lo que aseguran ser las más
hermosas, éstas son las que tienen poder. La verdadera mujer poderosa que tiene
dominio sobre sí misma y éste se escapa de su cuerpo en cada movimiento preciso
y cada mirada profunda, y no busca atraer atención máxima con señuelos
ridículos. Como todo lo poderoso, cada acto y palabra suele tener un objetivo
claro; su vanidad se transforma en orgullo, se les dota de fuerza y seguridad,
por lo cual les importa poco si los demás se lo dicen o no. Son intimidantes,
imponentes, misteriosas, agresivas y ambiciosas: decididas a sublimar cada
oportunidad de tentar para obtener más poder que le adicione mayor sentido de
seguridad a su existencia. Me genera una vomitiva sucia el verlas tan soberbias
e imperturbables.
A quien le interese tener la razón perjudicará
seriamente su mente. ¿Cómo detenerse al impulso de lo humano? Hay otro tipo de
mujeres que se alejan de atraer y ser atraídas sin comprender su esencia
propia. Estas no necesitan representación, la presencia que cargan sobre su
tranquila seguridad suele pasar desapercibida por cualquiera, pero a quienes se
nos dota de la capacidad de observación más paranoica, lo notamos. Regularmente
la única forma de reconocerles es a través de las obras que crean en su mayoría
sin saberlo, sólo así muestran un trozo de su ingenio y su mismo ser engullido
por la amarga vida que nos ata a todos. El deseo de muchas en la actualidad es
incluirse aquí, pero lo cierto es que no lo están. Haría falta un completo
desapego a la búsqueda de reconocimiento público, ejercicio de autonomía y
consciencia dirigida. Son místicas, siniestras y ausentes: llenas de razón
abordan la locura y esperan a la muerte. Me admira poder conocerles y
reconocerles tan desbordadas y vacías. De cierto modo el sacrificio que las
atrofia es lo que alerta de no comprometerse íntimamente con ellas, o al menos
no prolongadamente, ya que son un constante peligro de perdición y hundimiento.
Aquel que avance al objetivo de la concordia,
podría ser más diestro para discernir la condición de quienes pretenden encajar
dentro de una u otra categoría a pesar de las diferencias superficiales que
poseen, pero no se determina eso a voluntad. Incluso imaginándose diferentes y
actuando, ni el hombre ni la mujer pueden enmascarar su esencia personal.
Cuando el individuo es consciente del alcance de sus acciones, no puede darse
el lujo de fingir demencia. Aunque por sí solos ya todos somos un truco vil y
hermoso, tan preciso como el orden del caos que acecha al más osado. Quizá se
deba a la calidad de observador que representamos algunos que podemos reconocer
estas categorías, condenados a continuar el devenir solitario que esquiva el
siempre de los desvalidos y el nunca de los desilusionados.
____________________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario