Roberto Chavira
“La democracia es una superstición muy
difundida, un abuso de la estadística”
Jorge
Luis Borges
El proceso de globalización ha sido el motivo de
apasionadas confrontaciones por parte de diversos políticos, economistas y
académicos en las últimas décadas. En la actualidad, podemos observar que el
término “globalización” es empleado con frecuencia en los medios de
comunicación masiva que hacen hincapié en sus efectos político-económicos y
desdeñan su influencia cultural.
La globalización no la podemos concebir sin dos eventos
significativos, los cuales son un punto clave para su evolución. Por un lado,
la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética ponían fin a
la bipolaridad de la Guerra Fría[1]; por el otro, la
implementación del modelo neoliberal impulsado por los presidentes Reagan y
Thatcher en diversas economías durante la década de los 80’s.
La dualidad en la perspectiva del proceso de
globalización oscila entre los que piensan que se dirige hacia el fin de la
soberanía nacional y los que son optimistas ante el surgimiento de nuevas e
inclusivas instancias de “gobierno mundial”, representadas actualmente por
organismos inter y supra nacionales.
Entonces, considero importante que nos preguntemos:
¿El nacionalismo antagónico al proceso de globalización ha sido olvidado? Los
medios aseguran que sí, en particular las redes sociales que han hecho creer a
los políticos que su propaganda ha generado supuestas tendencias y que es
reforzada por la paupérrima credibilidad de las “encuestadoras”. Mi opinión es
que no, sino que se ha hecho una lectura incorrecta de la percepción de las
personas hacia la globalización y sus efectos en aspectos no sólo de carácter político-económico,
sino social y cultural.
El creciente nacionalismo conservador ha
fortalecido tanto a los movimientos Alt-Right en Estados Unidos como en Europa.
Vemos pues, que resurge un nacionalismo como resultado de los sectores
desfavorecidos en materia económica por la globalización y que se transforma en
un patriotismo afectivo sin llegar al chauvinismo.
¿Estamos ante un proceso de desglobalización?
La victoria de Donald Trump sobre Hillary Clinton
sorprendió a todos los que estamos acostumbrados a una democracia directa,
donde gana el voto popular y no los Colegios Electorales. El candidato de la
incorrección política con todos los medios de información en su contra y sin
carrera política ha sido capaz de ganar a la clase política de su país. Al
parecer esto no tiene lógica, pero dejando las vísceras de lado y con la cabeza
fría, podemos ver que ganó alguien con un discurso nacionalista, proteccionista
en materia económica y antinmigrante, es decir, lo opuesto a la idea
convencional de la globalización. En este sentido, se puede hacer una lectura
de que los votantes hartos de las dinastías Bush y Clinton, fueron encantados
por un aparente anti-establishment.
Los efectos de la globalización en materia
económica es un tema muy debatible y subjetivo. Lo que no se puede negar es su
influencia en la cultura y el estilo de vida de las personas alrededor del
mundo, haciendo énfasis en las grandes ciudades y desafiando el nacionalismo
como constructor de identidad.
Por su parte, la salida de Reino Unido de la Unión
Europea (Brexit) es una muestra de que los británicos no se sentían identificados
con un organismo supranacional que aminora su soberanía. A pesar de ser uno de
los 28 países miembros, nunca se integró lo suficiente como para formar parte
de la eurozona[2]
y el espacio Schengen[3], señales de una sociedad
conservadora que no deja que se pierdan sus símbolos nacionales como lo es su
moneda: la libra esterlina.
Regresando a Estados Unidos, no voy a tratar de describir
el perfil del votante de Trump, porque ese es el trabajo de la prensa para
justificar su sorpresa; lo que sí me gustaría mencionar y que nadie vio venir fue
el voto oculto. Un voto oculto como instinto de supervivencia ante los policías
de la corrección política.
A modo de conclusión, irónicamente estamos ante un posible
destello de resistencia por parte de los que en la década de los 80’s fueron
los promotores del proceso de globalización. Las tendencias progresistas han
impactado con perplejidad al ciudadano que no quiere ver difuminadas sus formas
y tradiciones. La suerte está echada y los dos eventos analizados apuntan a que
comenzamos a vivir un proceso de desglobalización, entendido como la reducción
del nivel o grado de globalidad.
[1]
El 9 de noviembre de 1989 cae el Muro de Berlín y el 21 de diciembre de 1991 se
disuelve oficialmente la URSS.
[2]
Eurozona o zona del euro es el colectivo de 19 de los 28 países de la UE que
tienen como moneda oficial el euro (€).
[3]
El espacio Schengen representa un territorio donde está garantizada la libre
circulación de las personas. Los Estados que firmaron el Tratado han suprimido
todas las fronteras interiores y en su lugar han establecido una única frontera
exterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario