La llegada y recepción de Los Elementos en el mundo árabe

Durante los califatos de la dinastía ‘abbāsí se aceleró la adquisición de manuscritos destinados al estudio y la traducción, al grado de establecer como una política de Estado hacerse del máximo número de libros en el plazo mínimo de tiempo[1], ejemplo de ello es el envío de los textos de Euclides y algunos libros de física que el emperador de Bizancio hizo al califa al-Mansūr (aprox. 775), tal política permitió que los sucesores de este personaje enriquecieran las bibliotecas a base de donaciones, saqueos, contribuciones de guerra y negociaciones.

Al-Ma’mūn, por su parte, califa aficionado a la ciencia griega[2], escribió también al emperador bizantino a fin de solicitarle el envío de obras antiguas, para lo cual formó una comisión que se encargaría de seleccionarlas y llevarlas a Bagdad, tal comisión estuvo integrada por Salmān (director de la Casa de la Sabiduría), Al-Bitrīq y Al-Hāyyāy (en otras versiones: Al-Hājjāj) de quien hablaremos a continuación.




Al parecer, la primera versión de Los Elementos en latín se debe a Adelardo de Bath, quien se basó a su vez en la traducción árabe de Al-Hāyyāy y que a decir de Ricardo Moreno se realizó en la época de al-Rashīd, miembro de La Casa de la Sabiduría, aunque tal traducción no se basó en el texto original, pues la primera versión de Euclides que llega a los árabes es por vía del Bizancio y éstos ya lo habían traducido.

Otras traducciones fueron realizadas por Hishāq b. Hunayn, corregida por Tābit Qurra y una más fue realizada por al-Damasqī, quien tradujo algunos libros que al-Nayrizi comentó, aunque Anthony Lo Bello nos dice que en el prólogo del Comentario de al-Nayrizi, él asegura que conoce la segunda traducción de al-Hāyyāy, aunque no se sabe si esta traducción fue el texto en que basó sus comentarios[3]; en cualquier caso, la traducción que realiza al-Hāyyāy es decisiva en la recepción y asimilación de la obra euclidiana, ya que es muy probable que al-Khwārizmī (de quien nos ocuparemos más tarde) haya tenido acceso a la misma, así como a los comentarios de al-Nayrizi que se enriquecen con los de Herón, Simplicio y un comentador desconocido que, de acuerdo con nuestra interpretación, serán decisivos para la lectura que al-Khwārizmī realiza del libro II de Los Elementos.

Los Elementos que los árabes reciben, no es el texto original de Euclides, sino como ya se indicó, se trata de una traducción bizantina que quizá se basa en una versión de Herón de Alejandría, de lo cual da fe el siguiente estema[4]:

Este estema sugiere que Los Elementos fueron conservados a través de tres copias basadas en una edición de Teón de Alejandría (aprox. 370 d.C.), quien “se vio en la necesidad de redactar de nuevo los ejemplares que tenía a la mano, los cuales estaban ya bastante deteriorados”[5], a saber: la de Herón, texto base de los árabes; la de algunos copistas y comentadores griegos cuyos nombres se desconocen y que al parecer es el texto traducido por al-Nayrizi[6] y finalmente una copia hecha por Boecio, que también traduce Adelardo de Bath, y es traducida, a su vez, por Clavius y Tartaglia.




Asimismo, hay que señalar con especial ahínco que el texto euclidiano no sólo fue traducido, sino también, como someramente se ha mencionado, fue comentado y discutido, ejemplo de ello es el Comentario a los postulados del libro de los Elementos y Solución a las dudas de los Elementos de Tābit b. Qurra, los comentarios de al-Nayrizi (de los cuales nos ocuparemos más adelante), los intentos de Al-Khayyam y Alhazen por demostrar el quinto postulado, y el libro: De proportione et proportionalitate de Yūsuf al-Dāya que fue traducido por Gerardo de Cremona.

La variedad de discusiones que Euclides despertó entre los árabes hace imposible soslayar la influencia que Los Elementos ejercieron sobre sus formulaciones matemáticas, de las cuales nos interesa revisar el espíritu euclidiano que subyace al álgebra planteada por al-Khwārizmī, tema del que nos ocuparemos a continuación.

Interpretación de las condiciones que posibilitan una lectura algebraica del Libro II de Los Elementos

Roshdi Rashed nos dice que hasta ahora los historiadores han sostenido un intenso debate sobre dos asuntos complementarios y fundamentales, a saber, la relación entre los orígenes del álgebra y los recursos utilizados por al-Khwārizmī, sobre los cuales se ha asegurado que el matemático árabe se basa en la matemática helénica, india y babilónica[7], teniendo esto presente, el apartado que nos ocupa discutirá tal problema basándonos en una interpretación del Libro II de Los Elementos[8], para después relacionarlo con las ecuaciones de al-Khwārizmī.

Las nociones comunes de Los Elementos

Pretender relacionar el Libro II de Los Elementos con el álgebra árabe, supone establecer, en primer lugar, en qué sentido las ecuaciones de al-Khwārizmī pueden ligarse con la obra euclidiana, pues si entendemos por ecuación la igualdad entre dos expresiones matemáticas que contienen una o más incógnitas[9], se hace necesario revisar bajo qué condiciones dos expresiones son iguales, por ello debemos ofrecer una breve revisión del papel que juegan las nociones comunes al interior de la obra euclidiana, ya que éstas nos muestran cuándo dos cosas pueden relacionarse mediante la igualdad.

Los Elementos fueron escritos probablemente hacia el año 325; su contenido se halla dividido en trece libros que incluyen dos tipos de proposiciones: enunciados que podemos interpretar como teoremas y enunciados que solicitan construcciones y que bien podríamos nombrar problemas, así, un ejemplo de teorema es: “Si dos ángulos de un triángulo son iguales, los lados subtendidos bajo tales ángulos serán también iguales”, y un ejemplo de problema: “Dividir en dos un ángulo rectilíneo dado”.

Estas proposiciones están antecedidas por una serie de definiciones que, de acuerdo con nuestra interpretación, presentan los objetos con que se trabajará a lo largo de los libros, pues la palabra que se traduce por definición: ‘´Οροι (Oroi), significa “los límites” o “las fronteras”, en este sentido, se puede afirmar que las definiciones señalan los alcances de la materia abordada en cada libro, de modo que cuando Euclides define punto, línea, ángulo, figura, circunferencia, etc., señala los objetos propios de su geometría.

Ahora bien, en el primer libro de Los Elementos, además de presentar las veintitrés definiciones con que se trabajará, se enuncian una serie de postulados y nociones comunes. Entendemos por postulados una serie de peticiones, pues la palabra que se traduce por petición es αἰτήματα (aiteemata) proviene del verbo αἰτέω (aiteoo) y significa “pedir”, αἰτήματα entonces significará “petición”, así, cuando Euclides dice en su primer postulado: “Trazar una línea recta desde un punto cualquiera a otro punto cualquiera”, pide que, dados dos puntos, podamos trazar una línea que los una, sin necesidad de demostrar que de hecho puede hacerse.

Finalmente las nociones comunes o κοιναί ἔννοιαι (koinai ennoiai), que significa consideraciones en común, presentan una serie de afirmaciones que debemos tener presentes en todos los libros, pues establecen las condiciones bajo las cuales dos cosas son iguales; a este respecto Beppo Levi nos dice que:

[…] se interpreta lo más comúnmente por los autores la palabra comunes en el sentido de “comunes a todas las ciencias”. Vamos a mostrar pronto que tal interpretación no puede corresponder a la del autor de los Elementos. Preferentemente podríamos considerarlas como los postulados generales de la noción geométrica de igualdad.[10]

En efecto, parece que el elemento que permea la enunciación de las consideraciones en común es la noción de igualdad, ya que a través de ellas Euclides indica bajo qué condiciones dos cosas serán iguales, mismas que parecen dividirse en tres grupos, a saber:

La primera noción común: “Las cosas iguales a una misma son iguales entre sí”, representa, de acuerdo con nuestra interpretación, la propiedad transitiva de la igualdad, pues nos dice que si una cosa es igual a otra y ésta, a su vez, es igual a una tercera, entonces la primera será igual a la última, por lo tanto, abusando de lo que el autor de Los Elementos menciona y si podemos escribir esta noción común en términos actuales, entonces Euclides parece plantear que:
Por otro lado, desde nuestra lectura, la segunda y la tercera noción común representan una cierta preservación de la igualdad bajo las operaciones de suma y resta, pues dicen que si añadimos o quitamos cosas iguales a lo que era igual, entonces el total o la diferencia serán iguales respectivamente; así la segunda noción: “Y si a iguales se añaden iguales, los todos son iguales”, podría escribirse:
Por su parte, la tercera noción común: “Y si de cosas iguales se quitan cosas iguales, las diferencias son iguales” puede expresarse:
De la misma manera, parece que la cuarta noción, a saber, “Y las cosas congruentes[11] entre sí son iguales”, establece preservación de la igualdad, pues si asumimos que dos cosas son congruentes entre sí, sólo si tienen la misma forma y tamaño, entonces la igualdad no dependerá ni de la posición u orientación del objeto en cuestión, de lo cual podríamos concluir que quizás Euclides establece preservación de la igualdad no sólo bajo las operaciones mencionadas, sino como diríamos actualmente, bajo traslación y rotación.

Finalmente, la quinta noción común: “Y el todo es mayor que la parte”, establece, en primer lugar, que es posible descomponer una cosa en partes, y en segundo lugar, que tales partes serán desiguales con respecto a la cosa entera, es decir, se señala que la parte no puede ser igual al todo. En términos actuales, podríamos reescribirla:

Con base en el desarrollo anterior, podemos afirmar que las nociones comunes establecen cuándo considerar dos cosas como iguales, sin embargo, en ellas no hay nada que nos diga el estatus de las cosas que podemos igualar, es decir, a pesar de que señalan cuándo las podemos relacionar mediante la igualdad, no sabemos aún si un punto puede ser igual a una línea, o una línea a una figura, etc.  A continuación exploraremos este asunto.

El primer libro de Los Elementos nos enseña que las cosas sujetas a la relación de igualdad son del mismo tipo, así en I.5 encontramos: En los triángulos isósceles los ángulos de la base son iguales entre sí, y, si se prolongan las dos rectas iguales, los ángulos de debajo de la base serán también iguales entre sí”, es decir, un ángulo es igual a otro ángulo; en I.6 leemos: “Si dos ángulos de un triángulo son iguales, los lados subtendidos bajo tales ángulos serán también iguales”, o sea, una recta es igual a otra recta; finalmente en I.35: “Paralelogramos que están sobre la misma base y entre las mismas paralelas son iguales entre sí”, se nos dice que una figura es igual a otra figura.

Por otra parte, podemos encontrar una cierta homogeneidad en los resultados que arrojan las operaciones que se realizan con los ángulos, rectas y figuras, de esta manera en I.13 encontramos: “Si una recta levantada sobre otra hace ángulos, serán o bien dos rectos o igual a dos rectos”, aquí se menciona que la suma de ángulos será un ángulo; por su parte I.47 dice: “En los triángulos rectángulos el cuadrado del lado que subyace el ángulo recto es igual a los cuadrados de los lados que comprenden el ángulo recto”, en el que podemos interpretar que la suma de figuras es igual a otra figura; por último, en I.3 se lee: “Dadas dos rectas desiguales quitar de la mayor una recta igual a la menor”, en el cual se indica que si quitamos una recta a otra, el resultado será otra recta.

Quizá parezca trivial hacer las aclaraciones anteriores, sin embargo es preciso señalar no sólo qué criterios condicionan la relación de igualdad, sino también debemos tener claro que los objetos con los que Euclides trabaja y las operaciones que podamos hacer con ellos, serán iguales a objetos del mismo tipo[12], en términos actuales, podríamos decir que las operaciones euclidianas son cerradas. De igual manera, será imposible, bajo estas condiciones, sumar rectas con figuras o rectas con ángulos, es decir, las operaciones de “poner” o “quitar”, es decir sumar y restar, pueden efectuarse sólo con objetos del mismo tipo.

A continuación exploraremos otro tipo de objetos que hasta ahora no hemos contemplado y que son de vital importancia para alcanzar el objetivo que nos hemos propuesto, a saber, revisaremos la relación entre algunos objetos geométricos, las figuras, y su expresión en proporciones.

Los libros II y VI de Los Elementos

El libro II de Los Elementos, suele considerarse como un tratado de álgebra geométrica, afirmación un tanto aventurada y que puede deberse a que desde nuestro contexto, no es difícil interpretar en él algunas de las proposiciones algebraicas que aprendimos en la educación elemental, de manera que es posible que identifiquemos factorizaciones e incluso expresiones que hoy en día llamamos productos notables, con sus las demostraciones geométricas que este libro presenta.




No obstante, tal interpretación es errónea pues, en sentido estricto, “álgebra geométrica” es un término aplicado a la construcción de una teoría matemática, cuyos elementos se denominan multivectores y se caracterizan por el producto geométrico, esta teoría fue desarrollada a finales del siglo XIX por Grassmman (que obtuvo el producto interno y externo genérico) y Clifford (quien unificó los productos de Grassmman), asimismo reciben este nombre, las teorías relacionadas con las “álgebras de Clifford”. Por lo tanto, de acuerdo con esta caracterización, el libro II de Los elementos no es un tratado de álgebra geométrica.

Ahora bien, el libro II de Los Elementos es un tratado geométrico conformado por dos definiciones y catorce proposiciones, en las primeras encontramos la definición de paralelogramo rectángulo y gnomon; las segundas incluyen dos problemas, un corolario y doce proposiciones, de las que dos se enuncian como desigualdades (aunque se pide probar igualdades) y las diez restantes presentan igualdades entre rectángulos.

Así, el cuarto teorema del libro que tratamos dice: “Si se corta una línea recta, el cuadrado de la línea es igual a los cuadrados de las partes más el duplo del rectángulo comprendido por las partes”, es decir, si tenemos una recta AB dividida arbitrariamente en el punto G, el cuadrado de AB es igual a la suma del cuadrado de AG y el cuadrado de GB, más dos veces el rectángulo comprendido por las rectas AG y GB. Este teorema, como podemos observar, establece la igualdad entre un cuadrado y la suma de dos cuadrados y un rectángulo formados a partir de la división arbitraria de una recta, dicho de otra forma, se pide probar que:
Igualdad que reescrita en nuestros términos y abusando de la interpretación que de ella podamos hacer, se puede expresar:
Por otra parte, el primer problema que aparece en este libro es el siguiente: “Dividir una recta de modo que el rectángulo comprendido por la recta entera y por una de sus partes sea igual al cuadrado de la parte restante”, en el cual, se pide que dada una recta AB, hay que cortarla de modo que si AG y GB, son las partes que resultan del corte, entonces debemos construir:
Este problema es particularmente interesante porque podemos leer en él una enunciación de la proporción áurea, pues si se nos pide construir  que también puede expresarse:  y ésta a su vez se escribe:  entonces se puede establecer la siguiente proporción: , que es precisamente la proporción aúrea, sobre la cual García Olvera dice:

[…] La sección se califica con el adjetivo de áurea, cuando se divide un todo en dos partes desiguales, de tal manera que el todo sea a la parte mayor, como la parte mayor es a la parte menor. Entonces aparece la proporción también llamada áurea, en la cual la razón entre el todo y la parte mayor es igual a la razón entre la parte mayor y la parte menor.[13]

De acuerdo con esta caracterización se observa que Euclides nos propone dividir un todo, la recta AB, en dos partes desiguales, de modo que si expresamos AB como AG+GB y AG es la parte mayor y GB la parte menor entonces, en , podemos leer: el todo es a la parte mayor como la parte mayor es la parte menor, que es precisamente la proporción áurea.

Ahora bien, independientemente de que este problema pueda ser interpretado como una construcción de la proporción áurea, quiero llamar la atención sobre un asunto pertinente para el desarrollo de este trabajo, a saber, la posible relación entre los libros II y VI de Los Elementos, ya que a través de este problema se puede observar que, de hecho, los dos problemas que se encuentran en el libro que hasta ahora se ha presentado, pueden ser expresados en lenguaje de proporciones.

El segundo problema del libro II, que es la última proposición del mismo dice: “Construir un cuadrado igual a un dominio rectilíneo dado”, en ella se señala que si tenemos un dominio rectilíneo A, hay que construir un cuadrado ET, que sea igual a él, es decir, debemos encontrar:
de modo que si consideramos A = ab, hay que construir un cuadrado tal que:
y si reescribimos  como , tendremos:
expresión equivalente al problema trece del libro VI[14]: “Dadas dos líneas rectas encontrar una media proporcional”, es decir, si tenemos dos rectas AB y BC, entonces hay que encontrar BD tal que:  , para lo cual se colocan las rectas AB y BC en el semicírculo AC, y se traza la perpendicular BD a la recta AC = AB+BC, y como BD forma un ángulo recto con la base del triángulo ADC, entonces DB es la media proporcional entre los segmentos de la base, que son precisamente AB y BC, por lo tanto: .

De acuerdo con lo anterior, se puede afirmar que ciertas magnitudes geométricas pueden ser formuladas en términos de proporcionalidad, es decir, las magnitudes geométricas representadas por dominios rectilíneos, pueden reescribirse mediante magnitudes que tienen razones análogas[15] en donde, por razón se entiende, de acuerdo con la tercera definición del libro V de Los Elementos, “cualquier relación entre dos magnitudes del mismo género según su cantidad”[16]. Detengamos en esta definición.

Se ha dicho que razón es cualquier relación entre dos magnitudes del mismo género según su cantidad, es decir, la razón es la relación establecida entre dos cosas del mismo tipo de acuerdo con su la cantidad. La palabra “cantidad” no es definida por Euclides, sin embargo podemos decir que proviene del griego πηλικότητά (peelicóteetá) ésta, a su vez, viene de πηλίκος (peelícos) que significa “cuán grande” o “de qué tamaño”, entonces “cantidad”, etimológicamente, se refiere a una cosa que puede medirse, pues su raíz designa cuán grande o de qué tamaño es algo; por otro lado, la definición en donde aparece la palabra cantidad es la número tres, y aunque, como se ha dicho, Euclides no nos dice nada de ésta, con base en las definiciones subsecuentes se podría afirmar que la cantidad es una magnitud susceptible de aumento y decremento[17].

De este modo, la cantidad, tal cual la definimos anteriormente, queda inserta en Los Elementos como un objeto geométrico que nos permite establecer una relación entre figuras y proporciones, aspecto que nos permite suponer la existencia de una cierta homogeneidad entre ellas, de manera que ad = cb  son equivalentes, con ad y cb rectángulos, y a, b, c, d cantidades.

Por lo tanto, Euclides nos da licencia para establecer una equivalencia entre figuras y razones (y por ello nos permite considerar la figura de acuerdo con su cantidad consideradas ambas como magnitudes geométricas), a este respecto Beppo Leví afirma:

[…] el Libro V nos presenta un súbito cambio de la ruta, desvinculándose casi por completo de las ideas directoras de los Libros anteriores; los elementos con lo que se trata ya no son más segmentos, ángulos y polígonos, sino magnitudes en general; y el hecho de que la figuración que acompaña las demostraciones se hace todavía exclusivamente por segmentos, mientras que los comentaristas se esfuerzan frecuentemente en acentuar el nuevo punto de vista con el dibujo de objetos diferentes, sólo demostrará más claramente el pensamiento más puramente abstracto del autor antiguo, desvinculado de la representación material; pues esos segmentos no tienen diferente significación que las letras en nuestras demostraciones algebraicas.[18]

A partir de lo anterior, se puede sugerir que el hecho de que Euclides permita expresar ciertas proposiciones de contenido puramente poligonal en un lenguaje de proporciones, nos da licencia para expresarlas en un lenguaje algebraico, mismo que verá su génesis en la teoría de las ecuaciones construida por al-Khwārizmī y que abordaremos en breve, no sin detenernos a examinar de soslayo, el comentario del libro II hecho por al-Nayrizi, asunto que trabajaremos a continuación.

El comentario de al-Nayrizi al libro II de Los Elementos

Se ha dicho ya que Los Elementos fueron conservados a través de las copias realizadas por Herón de Alejandría, por algunos comentaristas griegos y por Boecio, todas ellas basadas, a su vez, en una edición de Teón de Alejandría. La copia y comentario que analizaremos a continuación es la que elabora al-Nayrizi.

El comentario de al-Nayrizi sobre el libro II de Los Elementos, será nuestra primera aproximación a la lectura de Euclides que hicieron los árabes, pues en él encontramos una traducción de la obra euclidiana y también la transcripción de los comentarios de Herón al respecto, igualmente se incluyen “ejemplos con números” de distintas proposiciones.




Por su parte, las proposiciones no son anunciadas como tales, sino como figuras, así la primera proposición o primer teorema, dice: “Primera figura del segundo tratado”[19], con respecto a lo cual podemos decir que, pese a que actualmente llamamos teoremas a cada una de las proposiciones encontradas en la obra euclidiana que aquí trabajamos, en realidad Euclides sólo numera cada uno de estos enunciados, y aunque no abordaremos este asunto, sería pertinente preguntarnos por qué al-Nayrizi decide nombrar “figuras” a cada una de los teoremas y qué importancia tiene tal denominación en la comprensión de la obra euclidiana.

Ahora bien, los elementos que integran la presentación de las figuras son heterogéneos, sin embargo podemos rastrear una línea común en ellos, pues en general incluyen: el teorema y su respectiva demostración, dos tipos de ejemplos y el comentario de Herón.

En primer lugar, cada figura contiene una transcripción modificada de los teoremas de Euclides, lo cual se debe posiblemente a que la edición de Los Elementos conocida por al-Nayrizi ya había sufrido alteraciones[20], por ejemplo la figura catorce del segundo tratado dice: “Queremos demostrar cómo puede ser construida una superficie cuadrada igual a un triángulo conocido”[21], en donde se propone construir un cuadrado igual a un triángulo dado, lo cual no es exactamente lo propuesto por Euclides, aunque sí es equivalente, pues en II.14 se nos dice: “Construir un cuadrado igual a un dominio rectilíneo dado”.

En segundo lugar, se ha dicho que el comentario de al-Nayrizi tiene dos tipos de ejemplos, así en la tercera figura encontramos:

Por ejemplo: Si una línea AB ha sido dividida en dos segmentos en el punto G, entonces digo que la superficie que encierran la línea AB y el segmento BG es igual a la superficie que encierran los dos segmentos AG, GB con el cuadrado de GB.
[...]Un ejemplo con números: Asociemos a la línea AB el número diez y dividámosla en dos segmentos en el punto G; AG será el número tres y GB el número siete. Así que la multiplicación de AB, que es diez, por BG, que es siete, es el número setenta, que es igual a la suma de la multiplicación de AG, que es tres, por GB, que es siete, y la multiplicación de GB, por sí misma. Y AG veces GB, es veintiuno, y la línea GB por sí misma es cuarenta y nueve, y la suma de las dos es setenta. Que es lo que queríamos demostrar.[22]

Con respecto a esto, recordemos que antes de la demostración de los teoremas, Euclides presenta dos enunciados: en el primero se incluyen los datos que usaremos para demostrar el teorema (y que actualmente llamaríamos hipótesis) y en el segundo se expresa claramente lo que se desea demostrar, por ejemplo en el teorema II.3, encontramos: “Divídase, pues, la AB, al arbitrio; pongo por caso por el punto G”, que es la hipótesis de teorema y “Digo que el rectángulo comprendido por las AB, BG es igual al rectángulo comprendido por las AG, GB más el cuadrado de la BG” en donde se explica claramente lo que queremos demostrar.

Si comparamos el primer ejemplo de al-Nayrizi con lo anterior, podemos concluir que en éste se incluyen tanto la hipótesis del teorema como la afirmación por demostrar, lo cual es muy interesante porque desde nuestra situación actual pensaríamos que Euclides propone una línea cualquiera dividida indistintamente por un punto cualquiera, sin embargo a los ojos de al-Nayrizi no es cualquier línea, sino específicamente la línea AB, usada para comprender o ilustrar el teorema sujeto a demostración, en este sentido la hipótesis y el enunciado por demostrar es un ejemplo para este matemático árabe (Acaso este hecho puede, al mismo tiempo, brindarnos una línea argumentativa que permita comprender por qué los teoremas son enunciados como figuras).

Por otro lado, el segundo tipo de ejemplo que al-Nayrizi nos brinda, es un ejemplo numérico que se enuncia una vez que se ha demostrado el teorema en cuestión y permite elaborar una demostración numérica del mismo, en él, como hemos visto, se asocia un número a cada segmento y siguiendo la forma dada por el primer tipo de ejemplo, se demuestra la igualdad propuesta en el teorema mediante una serie de operaciones aritméticas.

En tercer lugar, los comentarios de Herón pueden ser clasificados en dos tipos: un comentario que llamaré aclarativo y una serie de comentarios que presentan demostraciones alternativas a las dadas por Euclides y en los cuales se incluyen, además, dos corolarios con sus respectivas demostraciones.

El primer comentario de Herón aparece en la primera figura y dice:

Herón dice: Esta figura no puede ser probada sin dibujar dos líneas. Pero en lo que se refiere a las figuras restantes, es posible demostrarlas dibujando una sola línea. Asimismo, si demostramos con base en una sola línea, podemos presentar dos métodos de prueba, uno de ellos es el método de análisis y el otro es el método de síntesis. Análisis es cuando una cuestión u otra es poseída por nosotros y decimos: “Supongamos que lo que se busca es verdad”. Entonces resolvemos algo cuya prueba está dada. De modo que, cuando ha sido demostrado, decimos: “Lo que se buscaba ha sido encontrado por análisis”. Síntesis es cuando se inicia con cosas conocidas y después se las combina hasta que se encuentre lo desconocido, y con esto [se dice que] lo desconocido ha sido probado por síntesis. Y ahora que hemos dicho esto, procedamos a realizar nuestra tarea, de acuerdo con lo que se ha descrito y prometido.
Con esto, [Herón] quiere decir que va a ilustrar lo que ha prometido en el resto de las figuras que Euclides presenta en este segundo tratado.[23]

En este comentario Herón menciona que, salvo en la primera figura, se puede construir una demostración analítica y una sintética para las figuras dadas por Euclides, es decir, proveerá una prueba suponiendo que lo que se pretende demostrar es verdadero y otra en la que a partir de la relación entre los datos dados lleguemos a lo que pretendemos demostrar. Este comentario es de tipo aclarativo debido a que Herón esclarece los medios que utilizará para demostrar las figuras propuestas por Euclides en el segundo tratado.

En las restantes figuras, salvo en la once y catorce (dado que piden construcciones y no demostraciones como tal), Herón propone una serie de pruebas alternativas a las que Euclides construye y que al-Nayrizi reproduce. Asimismo en las figuras doce y trece se incluyen dos corolarios propuestos y demostrados por Herón.

En resumen, el Comentario del libro II se estructura de la siguiente manera: La primera figura incluye el teorema y su demostración, los dos tipos de ejemplos y el comentario aclarativo de Herón; de la segunda hasta la quinta figura, presentan los teoremas y su demostración, los dos tipos de ejemplos y las pruebas alternativas de Herón; de la sexta hasta la onceava figura contienen los teoremas y su demostración, el primer tipo de ejemplo y las pruebas de Herón; en la onceava figura, está el teorema y su demostración, el primer tipo de ejemplo y la construcción de Herón; las figuras doce y trece, muestran los teoremas y su demostración, el primer tipo de ejemplo y los corolarios propuestos y demostrados por Herón y, finalmente la figura catorce sólo incluye el teorema y su demostración.

De este breve análisis quiero destacar dos aspectos: el primero se refiere a la distinción que propusimos en la primera sección de este segundo apartado, a saber, se dijo que las proposiciones que encontramos en Los Elementos podía dividirse, de acuerdo con su contenido, en teoremas y problemas, tal distinción también es llevada a cabo por Herón, pues las proposiciones once y catorce (que son los dos problemas del segundo libro de Los Elementos) no reciben el mismo tratamiento que las demás:

Para esta figura es imposible probar sin una ilustración. Esto es porque, en ciertas igualdades, es absolutamente necesario que conozcamos las construcciones por las cuales llegamos a ellas. […] Y hemos demostrado en las figuras precedentes que las construcciones no son necesarias para la demostración; al contrario, necesitan sólo de la prueba y hemos mostrado sus pruebas sin recurrir a dibujos. Sin embargo esta proposición requiere una construcción, por esta razón se hace imposible entenderla sin una ilustración.[24]

Con base en esta referencia, notamos que el mismo Herón reconoce que las proposiciones once y catorce exigen un tratamiento distinto al que recibieron las otras, pues en ellas se requiere dibujar las figuras, ya que sólo a través de la construcción se entenderá el contenido de la proposición misma.
En segundo lugar quiero destacar que, resulta sugerente que al-Nayrizi proponga ejemplos numéricos a ciertas figuras, específicamente desde la segunda hasta la quinta, y es que a través de estos ejemplos se propone una demostración usando números (demostración que, por cierto, tampoco requiere la construcción de la figura), de manera que si entendemos por número una relación entre una cantidad determinada y otra considerada como unidad[25], entonces podemos sospechar, con cierto fundamento¸ que este tipo de ejemplos establecen una relación entre las figuras del segundo tratado y las cantidades, sin embargo, no todas las figuras los presentan, por lo cual podríamos preguntarnos: ¿qué características hacen que estas proposiciones puedan ser demostradas mediante ejemplos numéricos?, esta cuestión es, desde mi punto de vista, fundamental para la comprensión de la génesis del álgebra en el mundo árabe y que abordaremos parcialmente en este trabajo, a través de las soluciones de “ecuaciones combinadas” de al-Khwārizmī, pues éstas se pueden relacionar con los teoremas seis, siete y ocho del segundo libro de Los Elementos, que no tienen prueba numérica en el Comentario que aquí revisamos, aunque podríamos aventurarnos a sugerir (injustificadamente en la medida en que no sabemos si al-Khwārizmī conoció el trabajo de al-Nayrizi), que tales ecuaciones brindan el ejemplo numérico que al-Nayrizi no propone y en este sentido nos ofrecen y modo de comprender tales de teoremas sin recurrir a una figura (aunque después al-Khwārizmī muestre la causa de sus ecuaciones recurriendo a construcciones geométricas)

Para concluir, la finalidad de revisar brevemente el comentario de al-Nayrizi estriba en que éste nos permite un primer acercamiento a Los Elementos que los árabes conocieron, lo cual influirá en el desarrollo de sus propios planteamientos matemáticos, para los fines de este trabajo interesa sólo revisar el álgebra planteada por al-Khwārizmī, que si bien es cierto abreva de la edición de al-Hāyyāy, no estamos seguros de que conozca la de al-Nayrizi, aunque si este último fue su colega en la Casa de la Sabiduría, es probable que haya conocido su trabajo. Del trabajo de al-Khwārizmī hablaremos a continuación.

El álgebra de al-Khwārizmī

Ricardo Moreno nos dice en su biografía de al-Khwārizmī que este matemático vivió aproximadamente entre los años 780 y 850, y que se conservan cinco de sus obras, que tratan sobre aritmética, álgebra, astronomía, geografía y calendario; el tratado de astronomía es un compendio de tablas sobre los movimientos del sol, la luna y los planetas, y al parecer su construcción se haya influenciada, al igual que el tratado de geografía, por Ptolomeo, aunque los cálculos se basan en la técnica india; su trabajo sobre el calendario es una análisis del calendario judío, en el que al-Khwārizmī, demuestra un buen conocimiento de la Biblia y la religión judía; su aritmética, de la cual el original está perdido, recupera la técnica india para multiplicar, dividir, extraer raíces y manipular fracciones, así como el sistema de numeración decimal, del cual se dan ciertos visos en El libro del álgebra, mismo que trataremos a continuación.




[1] Cfr. Vernet, Juan. Op. cit., p. 131.
[2] Aguiar Aguilar basado en Vernet nos dice que existe una leyenda que sugiere que la afición de este califa por la ciencia griega se debe a un sueño que tuvo y que según Ibn-Nadīm tiene dos versiones:
Al-Ma'mūn vio en sueños -dice- a un hombre de piel clara, sonrosada, frente despejada, cejijunto, calvo, ojos azules y hermosas maneras. Estaba sentado en un trono. Al-Ma’mūn refiere: Me hacía el efecto de que estaba ante él y me llené de respeto y de temor.
- Le pregunté:
- ¿Quién eres?
- Aristóteles - me contestó.
Me alegré y le dije:
- ¡Oh sabio! ¿Puedo hacerte preguntas?
- Pregunta.
- ¿Qué es la belleza?
- Lo que es bello ante la razón.
- ¿y qué es eso?
- Lo que es bello ante la ley.
- ¿y qué es eso?
- Lo que acepta la mayoría.
- ¿y qué es eso?
- ¡Ya no hay más que preguntar!

Y otra versión de esta anécdota sigue diciendo:

- ¡Dime algo más!
- Quien te aconseje sobre el oro será para ti como el oro: ¡Respeta la unidad de Dios!

Véase: Aguiar Aguilar, Maravillas. Op. cit., p. 11.
[3] Cfr. Anaritius, d. ca. 922. The Commentary of Al-Nayrizi on Books II-IV of Euclid’s Elements of Geometry: with a translation of that portion of Book I missing from Leiden or. 399.1 but present in the newly discovered Qom manuscript edited by Rudiger Arnzen and Anthony Lo Bello. Ed. Brill. Netherlands 2009, p. XX (Traducción propia)
[4] Vernet, Juan. Op. cit., p. 180.
[5] Ehrenfried Hofmann, Joseph. Historia de la matemática: desde el comienzo hasta Fermat y Descartes. Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana. México 1978, p.30.
[6] Con reserva de lo que asegura Vernet, Lo Bello afirma que al-Nayrizi conoce no sólo la versión comentada por los griegos, sino también la realizada por al-Hāyyāy (aunque hay ciertas dudas sobre si esta traducción fue en la que al-Nayrizi se basó para realizar su comentario). Asimismo es importante señalar que el comentario de al-Nayrizi a los libros II, III y IV de Los Elementos, colega de al-Khwārizmī en La Casa de la Sabiduría, incluye los comentarios de Herón, cuya Métrica fue probablemente conocida por al-Khwārizmī, quien recupera problemas del ingeniero griego en su Álgebra, aunque de acuerdo con Ricardo Moreno, no se conserva ninguna traducción árabe, persa o siria de los textos de Herón.
[7] Cfr. Rashed, Roshdi. The development of Arabic mathematics: between arithmetic and algebra. Kluwer Academic Publishers. Netherlands 1994, p. 8 (Traducción propia)
[8] Este libro ha sido considerado como un tratado de álgebra o álgebra geométrica, afirmación sobre la cual no estoy convencida,  debido a que en sentido estricto no hay álgebra en Euclides y tampoco álgebra geométrica ya que tal término se aplica a las álgebras de Clifford y las teorías relacionadas con su formulación.
[9] Diccionario de la Real Academia Española. 22a ed. Gredos. Madrid 2001, s.v. “ecuación”.
[10] Levi, Beppo. Leyendo a Euclides. Libros del Zorzal. Argentina 2001, p. 93.
[11] La palabra que se traduce como “congruencia”, a saber, ἐφαρμόζοντα (efarmózonta), proviene del verbo ἐφαρμόζω (efarmozoo) que significa “aplicar”, “ajustar” o “acomodar”, recordemos que Euclides demuestra congruencia de triángulos y sus pruebas consisten en poder “aplicar”, ajustar o acomodar un triángulo sobre otro, de acuerdo con esta noción Euclides demuestra que un triángulo es igual a otro, independientemente de la posición u orientación del segundo.
[12] A este respecto se debe señalar también que, dado que Euclides no considera el ángulo llano (es decir la suma de dos rectos) como un ángulo, podríamos pensar que la suma de dos ángulos rectos es de hecho una línea recta.
[13] García Olvera, Francisco. El producto del diseño y la obra de arte. Universidad Autónoma Metropolitana. México 2005, pp. 70-71.
[14] Libro que trata de la teoría de las proporciones, después de la introducción realizada por el libro V.
[15] Cfr. D.V.6 en: Euclides. Los Elementos. Tomos III-V. Universidad Nacional Autónoma de México. México 1992, p. 160.
[16] D.V.3 en: Euclides, op.cit.
[17] Ver por ejemplo, D.V.7: “Cuando entre (cantidades) igualmente multiplicadas, el múltiplo de la primera supera al múltiplo de la segunda, pero el múltiplo de la tercera no supera al múltiplo de la cuarta, se dice que la primera tiene a la segunda una razón mayor que la tercera a la cuarta” (Cursivas mías)
[18] Leví, Beppo. Op. cit., p. 167.
[19] Anaritius. Op. cit., p. 21. (Traducción propia)
[20] El teorema catorce es anunciado exactamente igual en la copia realizada por al-Hāyyāy, aunque no sucede lo mismo con otros teoremas. Véase: The al-Hajjaj Edition of Book II. Preserved in MS Persan 169 of the Bibliothèque Nationale, Paris. En: Anaritius. Op. cit., pp. 62-67.
[21] Íbid., p.53 (Traducción propia)
[22] Íbid., pp. 25 y 26. (Traducción propia)
[23] Íbid., pp. 22-23.
[24] Ibídem, pp. 47-48.
[25] Diccionario de la Real Academia Española. 22a ed. Gredos. Madrid 2001, s.v. “número”.

La sombra de Prometeo

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