CAPITULO
1
Judith
Steinberg llegó a Buenos Aires en marzo del 39, escapando del nazismo.
Lo hizo
en un buque mercante desde Alemania, su tierra natal.
Había
sido testigo del fusilamiento de su padre y hermanos en Stuttgart. Quinceañera
bella y pelirroja con ojos celestes como el mar, logró convencer al capitán que
la trajera consigo y el capitán accedió.
Pasó los
cuarenta días en el hotel de los inmigrantes de retiro, ahí conoció a otra
mujer Judía que le dio las referencias para que trabajara de doméstica en una
casa muy paqueta del barrio de Belgrano.
Con ese
trabajo, que era de jornada completa, cama afuera, consiguió una habitación de
pensión en Villa Crespo, barrio judío por excelencia.
Aprendió
rápidamente el castellano, ella ya sabía alemán y por supuesto idishe.
No pasaba
desapercibida ante la mirada de ningún hombre, su cuerpo estilizado, sus pechos
grandes y turgentes y su cara angelical eran comparables a una mujer de tapa de
revista.
Se hizo
amiga de una compañera de pensión, Tamara Mitelman, que le presentó a un
muchacho un poco más grande que ella, de unos 23 años, también judío, su nombre
era Isaac Rubín.
Isaac Rubín
trabajaba en una casa de empeños, era ambicioso y a poco tiempo de su llegada a
Buenos Aires, logró pasar rápidamente la etapa de conventillos, a ser un
inquilino de un modesto departamento en la calle Córdoba al 5500.
Ni bien
la vio a Judith, quedo embobado por su belleza, y no tardaría demasiado tiempo
en demostrarle que él era un buen partido y que juntos podrían hacer una vida
productiva y sin privaciones para ninguno de los dos.
Estuvo
cortejándola seis meses hasta que por fin Judith accedió a ser su novia. Seis
meses después se mudaron juntos al departamento de Isaac.
Isaac
volvía cansado a la noche y Judith lo esperaba con la cena a veces hasta las
11.30 de la noche, hora en que se iba a acostar y le dejaba el plato servido
para que se lo recalentara él.
Ella no
era fanática de la cocina y no sabía recetas judías, pero eso a él no le
importaba, había adquirido paladar porteño y le gustaban las milanesas con
papas fritas y el bife de chorizo con puré.
Eran una
pareja por conveniencia mutua, no había en ella amor real.
CAPITULO
2
Isaac
comenzó a convencer a Judith que el norte había muchas oportunidades, petróleo,
minería, ingenios azucareros, y que estaba todo por hacerse.
Ella no
tendría que preocuparse por trabajar.
Nada la
ataba a Judith a Buenos Aires, por lo cual no fue difícil convencerla que el
futuro estaba en el norte.
Un buen
día armaron su valijones y sacaron pasaje de ida a Salta. Fue un viaje largo y
cuando llegaron tomaron un taxi. Isaac le indicó al taxista “Cordoba entre
Mendoza y San Juan”, como si ya conociera la ciudad.
Llegaron
a una casa de pensión e Isaac hizo bajar sola a Judith, la presentó en el
conventillo, le asignaron una pieza al fondo, Isaac le dijo que mañana la vería
y le explicaría porque no se mudaban juntos.
Al otro
día pasó Isaac por la pensión de Judith y la sacó a caminar por el parque San
Martín.
Le
explicó que esta le debía el pasaje Buenos Aires Salta y 6 meses por adelantado
de la pieza de pensión y que para cubrir la deuda debía trabajar complaciendo
sexualmente algunos amigos suyos.
Y de cada
10 pesos que hiciera 8 le correspondían a él por esos gastos.
Judith
estaba sin plata, sin empleo, con el techo condicionado y rehusarse no era una
opción realista.
Por
dentro sentía verdadero odio hacia Isaac que la había engañado para traerla a
trabajar de puta a Salta
Pero
hasta de esto, ella sabría sacar provecho, aprovecharía y ahorraría para montar
su salón de belleza, a todo trapo como había visto en buenos aires y en Stuttgart.
Trabajó
un año para saldar la deuda con Isaac y a cinco clientes por día que atendía,
le quedaban 10 pesos diarios, o sea hizo más de 3500 pesos el primer año.
Isaac no
quería reconocer que la deuda estaba saldada, decía que ella le pertenecía y
que mientras siguiera trabajando el trato de 8 pesos cada 10 seguía vigente.
Judith
tenía como cliente a un forense de la policía, por lo cual no le fue difícil
acceder a un frasco de cianuro para deshacerse de Isaac.
La muerte
para ella no era un tabú. Había presenciado el fusilamiento de su padre y
hermanos, y se creía capaz de matar si la causa era justa.
Una noche
cayó Isaac borracho por el cuarto de pensión de Judith y ella le sirvió un
whisky con abundante cianuro.
El
envenenado tardaba en morir, pero ella lo esperó pacientemente, se deshizo de
todo rastro de cianuro y le dijo a la policía que había muerto de corazón.
Un nuevo
horizonte se abrió para Judith. Ella trabajando por cuenta propia hacía 50
pesos por día, 1500 al mes y 18000 al año.
Pero
todavía no le alcanzaba para poner la peluquería que ella soñaba.
Así que
con el dinero juntado compró un pasaje a buenos aires y alquiló dos piezas de
pensión más en Salta
Fue a
Buenos Aires con la intención de reclutar dos chicas en lo posible rusas o polacas.
Para lo cual primero estuvo frecuentando los conventillos que conocía de Villa
Crespo y luego fue a buscar a las cantinas de Dock Sud, famosas por sus mujeres
polacas.
Su
consigna personal era no mentir, ofrecer el trabajo tal cual era y las
condiciones de contratación.
No las
llevaba a Salta para hacer de niñeras o personal doméstico sino a trabajar de
putas.
La
condición era que los primeros seis meses deberían compartir ganancias al 50% y
tenían techo y comida asegurada, luego de eso si querían seguir trabajando
estaban en todo su derecho. También tenían derecho a renunciar si conseguían
alguna pareja estable o alguien que las tomara como sus queridas.
De Villa
Crespo reclutó a Anna Borojovich y de Dock Sud a Maria Szelagoswky. En ambas
veía dos aliadas leales a su negocio.
Lllegaron
a Salta, Judith las ubicó en sus habitaciones, distantes a dos casas de la de
ella y el negocio comenzó a agrandarse a pasos de gigante. Ambas chicas
aportaban 50 pesos diarios, mas los 50 de Judith que también trabajaba, eran
100 pesos al día, 3000 al mes, 36000 al año.
Judith ya tenía una pequeña empresa
funcionando entre sus manos. Con lo ahorrado fue al año siguiente a reclutar más
chicas a Buenos Aires y alquiló una vieja casona en la calle Cordoba de Salta
para que todas pudieran vivir y trabajar ahí. Se encargó de conseguirles un
médico casi permanente y compro un gran combinado para que las chicas pudiesen
bailar y estar al tanto de las noticias por la radio. Hizo poner focos en los
patios como si se tratase de una feria de carnaval y puso mesitas para que los
clientes esperaran tomando algo.
Las
chicas, las lamparitas y la música le daban el toque angelical que le faltaba a
la casa. “Casa Bonita” le pusieron de nombre las chicas.
Ya con
siete chicas trabajando de a 5 turnos por noche (eso era una regla, nunca más
de 5 turnos) su negocio había aumentado su volumen de manera considerable. Era
tiempo de abrir la peluquería, pero no podía desatender la casona porque era lo
que sustentaba su nuevo proyecto hasta que armase su clientela.
Así que
con lo ahorrado alquiló un local por la zona, contrató un arquitecto que le
hizo todo el proyecto en un fino estilo Art-Decó y no tardó mucho tiempo en
hacerse de clientas de la alta sociedad salteña. Las esposas de los clientes de
“casa bonita”.
Judith
fue la que inauguró el concepto de travesti en Salta.
Convenció
a unos gays que frecuentaban su peluquería de que travistiéndose de noche y
haciendo lo que el cliente desee podían hacer grandes sumas de dinero.
El hecho
de Hacerles el Pelo a las mujeres de la oligarquía Salteña y atender
sexualmente a sus maridos, le dio una materia prima con la cual hacer tanto
dinero como no había imaginado antes.
El valor
del silencio era mayor que el de su carne o la de las chicas.
Contrató
un fotógrafo profesional que se las ingeniaba para retratar a la clientela de
Casa Bonita teniendo sexo con las chicas o peor aún, siendo penetrados por
travestis.
Su Carta
especial es que tenía dos o tres chicas en quien confiaba sus archivos en caso
de que ella apareciera muerta.
El primer
chantajeado fue un senador nacional, al que le llegó una foto siendo poseído
analmente por un travesti.
El costo
del silencio siempre iba dividido en dos partes. Una en dinero en efectivo para
Judith, mensualizado por el tiempo que ella considerase y otra una donación al
orfanato a nombre de Anne Marie Steinberg (su madre).
El
chantaje era tan efectivo que la clientela no cortaba la relación con casa
bonita por miedo a ser la próxima víctima.
A estas
alturas Judith necesitaba un guardaespaldas, se eligió un coya fornido de esos
que saben pelear en las riñas callejeras y también compró un Packard Negro que
le manejaba el coya de estricta etiqueta y en el que sacaba a pasear a las
rubias los sábados.
Judith ya
tenía una floreciente peluquería, la casa bonita, la casa de los travestis y
una entrada fija por chantajes finamente ejecutados.
Tenía la protección
policial, porque el hijo del comisario había molido a golpes a una de sus
chicas y el trueque fue silencio por protección.
Un
extraño personaje visitaba casa bonita una o dos veces al mes, le decían el
chileno, pero en realidad era boliviano. Traía “Pirulo”, cocaína, lo cual era
novedad y furor en la elite salteña.
Un
polvito que te levantaba del letargo del vino y te hacia invencible. Pero no
era un negocio, la servían por cortesía de casa bonita.
Un día sábado,
Judith le pidió a Colque (su conductor guardaespaldas), que la llevara al hogar
de niños. La dejaron entrar por ser la hija de la gran aportante Anne Marie
Steinberg, miró detenidamente a todos los chicos y el que más le llamó la
atención fue uno que estaba solo en un rincón leyendo “juvenilla”.
Le
preguntó al celador, que trámites tenía que hacer para adoptarlo y el celador
la hizo volver el lunes para tener una reunión formal con el director del
establecimiento.
Ella
sentía que necesitaba un heredero de todo lo que había hecho, un niño que de
adulto continuase lo que ella con tanto empeño iba construyendo.
Llegó el
lunes y Judith se presentó en el Orfanato para interiorizarse de los pormenores
de adoptar un niño.
El
Director le hizo un cuestionario que ella no pasaba. Era Soltera y ningún Juez
le daría la tenencia de un niño a una mujer soltera.
De todos
modos le dijo que el niño se llamaba Raúl y que podía ser apadrinado por ella y
que tendría derecho a visitarlo los sábados.
Volvió a
su casa con una mezcla de sentimientos, al menos podría apadrinar al niño hasta
que fuese egresado del orfanato y ahí proponerle un futuro juntos.
Los
sábados a las 9.30 de la mañana salía de su casa en el Packard. Colque bajaba
en “La Imperial” a comprar 8 docenas de facturas y cuando llegaban al orfanato
las cocineras las repartían de a una por chico y si sobraban porque alguno
estaba sin hambre, algún afortunado podía repetir.
Raúl no
entendía porque ese ángel pelirrojo se interesaba por él e iba a visitarlo
todos los sábados, veía en ella una mujer triste con necesidad de ser amada y
él a su manera le retribuía el amor que ella le daba.
Un sábado
tuvo que faltar obligadamente al orfanato. Colque se había emborrachado y le
había destrozado la cara a un policía que se quiso sobrepasar en “Casa Bonita”.
El Juez
le dio dos años de cumplimiento efectivo y esta vez no Judith no podía utilizar
sus métodos para aligerar la pena.
Así que
se cargó de otro compromiso más los Sábados, iba aparte de visitar a Raúl al
orfanato, a Colque a la Carcel. A uno le llevaba facturas y al otro 8 etiquetas
de cigarrillos negros y cuando, los controles eran más ligeros se las ingeniaba
para hacerle llegar una botella de Whisky.
Ella no
sabía manejar así que se tuvo que conseguir un nuevo chofer, otro “coya”
ex-boxeador de apellido Tamayo.
Judith se
rehusaba a manejarse en Taxi. Creía que los taxistas eran de lo más indiscretos
con los secretos de los clientes. E ir a un orfanato y una cárcel todos los sábados,
le daría una razón a la chusma salteña para pensar que iba a visitar un hijo
abandonado y un amante, en ese orden.
Ella era
la dueña de la peluquería más próspera de Salta y para las afueras debía
aparentar normalidad.
Un Buen
Viernes que justo ella estaba visitando la casa de los travestis, viendo que no
les faltara nada, una visita providencial sucedió.
El Juez
que había condenado a Colque a Dos años de prisión venía a tomar los servicios
de un travestido.
Llamó
como un rayo al fotógrafo y lo hizo esperar al juez hasta darle la pieza con
doble fondo que tenía acondicionada para las sesiones fotográficas.
De la
sesión fotográfica no salió lo que se esperaba. El juez se dejó masturbar por
el travesti y a su vez lo masturbó a él. No hubo penetración. Lo que más
impactaba de la foto es que el travesti en cuestión estaba sin peluca. O sea
era una foto de dos hombres masturbándose mutuamente. Judith hubiese esperado
“La foto” de la penetración. Pero bueno algo tenía para empezar.
Ese mismo
lunes, sobre de papel madera en mano se presentó ante el despacho del Juez.
Este la recibió normalmente y ella fue directamente al Grano.
-Mire
Señor Cornejo, yo tengo algo que a Ud. Le puede interesar y Ud. Tiene algo que
a mí me puede interesar. Tómelo como un trueque y una posibilidad de seguir
haciendo su vida normalmente sin que la sociedad entere de sus preferencias
sexuales. Y le presentó el sobre en papel madera con la foto de su señoría
masturbando a un travesti sin peluca y con bastante apariencia masculina.
-Ejem….
Esto es chantaje, le podrían caber de 3 a 6 años de prisión por esto que está
haciendo.
-A Ud. Le
podría caber una vida de deshonra familiar y le podría costar su puesto por
comportamiento indebido.
-Ahora
que ya sabe lo que yo tengo, por duplicado y en una caja de seguridad del banco
al que pueden acceder otras personas si a mí me pasa algo. Paso a contarle que
es lo que necesito.
-Hace
aproximadamente 6 meses usted condenó a un hombre de apellido Colque a dos años
de prisión efectiva por golpear un oficial. El interno tiene conducta
intachable, es un buen siervo de dios y podría ponerlo en libertad con solo un
llamado telefónico y una nota. Ese es el pacto que le vengo a Ofrecer. Las
fotos por la libertad Colque.
Pasaron
dos semanas y por la puerta de la peluquería apareció Colque, con el traje
gastado, pero peinado a la gomina, con los zapatos lustrados y bien aseado.
-Doña
Judith, usté es un angel!!! ¿Qué fue lo que hizo para sacarme de la cana? Quien
sabe cuánto más habría aguantado en ese pozo. Dormía todas las noches con un
chuchillo que me había hecho con los elásticos de la cama y las primeras cuatro
semanas fueron de pura pelea cuerpo a cuerpo a ver quién se las aguantaba más.
Por suerte no perdí ninguna y, convidando de los cigarrillos que usted me daba
me gané el respeto de los demás internos.
-Mire Don
Colque, vaya a San Juan y Córdoba, agarre el Packard y se va y se compra un
traje como la gente en “Monsieur”, le dice que después la Sra. Judith va a
arreglar con ellos.
Ahora
tenía dos choferes y guardaspaldas. Tamayo y Colque.
Colque se
le presentó a Tamayo, le dijo que él era el guardaespaldas y chofer de la Srta.
Judith y que seguro ella se iba a encargar de que ambos tuvieran trabajo,
juntos o por separados.
Colque
agarró el Packard, enfiló a la tienda “Monsieur” y de los trajes negros que había
se probó todos. Uno le gustó más que los demás, era negro a franjas verticales
también negras pero de otro género. Se eligió una camisa blanca, una corbata
celeste y zapatos tenía.
Esa noche
Judith reunió a Colque y Tamayo en “Casa Bonita”.
Les dijo lo
siguiente:
-Mire Ud.
Colque con el prontuario que tiene no puede estar mas al frente de “Casa
Bonita”, se encargará solo de ser mi chofer y custodio personal en caso de que
lo necesite.
-Ud Tamayo,
será el Bar tender, mañana mismo lo lleva Colque a “Monsieur” a comprar un
traje blanco y un sombrero panamá. Actuará solo en caso de que la clientela
esté pasando los límites normales de un encuentro con una chica y la cocaína
estará reservada solo para clientes especiales que sabemos que se portan bien.
Llegó
otro sábado, Judith enfiló para el orfanato con la esperanza que le dejaran
sacar a Raúl a Dar una vuelta, al fin y al cabo su madre seguía siendo una de
las benefactoras más importantes del hogar. Logró que los celadores le
permitieran sacarlo dos horas.
Esas dos
horas fueron gloriosas para Raúl que no conocía el centro ni el parque San
Martín.
Comieron
algodón de Azúcar, pasearon en los botes del lago, Raúl pudo montar el volante
del packard en la falda de Colque y zas! Se terminaron las dos horas.
Se Despidieron
y Raúl le preguntó a Judith ¿Por qué sos tan buena conmigo?
-El
próximo sábado te contesto.
CAPITULO
3
Para
hacer un raconto del mini imperio que se estaba armando Judith en Salta, este
estaba compuesto de
·
Una peluquería importante.
·
“Casa Bonita” la casa de citas y
de alterne de 7 chicas.
·
La casa de los travestis, que iba
en franco ascenso comercial.
Pero
estábamos en la pregunta que le había hecho Raúl, el niño del orfanato a Judith,
¿Por qué sos tan buena conmigo?
-Ella le
contestó que cuando tenía la misma que Raúl edad tuvo que alejarse de su
familia sino la mataban y que sabía lo que era estar sola en el mundo. Y él
solito leyendo Juvenilla, le demostró que sabia lo que era estar solo y no
temer por ello.
Le contó
que tenía grandes planes para él cuando terminara sus días en el asilo. Que lo
iba a inscribir en la técnica y luego podría elegir que estudiar, en Cordoba,
Buenos Aires o Donde sea.
Los ojos
de Raúl se iluminaron de esperanza, el quería ser abogado para terminar con las
injusticias de la sociedad.
Según se
iban dando las diversas actividades de Judith, cada vez se hacía más difícil
esconderse de la TZVI MIGDAL “la mafia Judía”, que si no había actuado hasta el
momento era porque ella era mujer y tenía contactos poderosos.
A casa
Bonita solo se entraba de etiqueta, no existía el elegante sport. Cuando
Rainundo Avruj quiso entrar, Tamayo lo detuvo en la entrada porque no daba con
el código de vestimenta que se estilaba para la casa.
Raimundo
salió destilando palabras en Idishe y prometió que volvería.
De pronto
se avecinaban los infaltables “Socios” para Judith. El TZVI MIGDAL tenía
tentáculos por todos lados. Judith tenía que pactar con ellos para poder seguir
trabajando tranquila.
En un
mitin realizado en el hotel Salta hablado en estricto IDISHE, quedaron de
acuerdo de que ella no se expandiría más con prostíbulos y que le quedaba
prohibido el negocio de la prostitución callejera. Cosa que ella aceptó porque
ya tenía demasiado para atender con lo que tenía.
Convinieron
que la Organización compraría el lote lindante al fondo de “Casa Bonita” y allí
pondría un “Doble fondo de apuestas”. Ruleta, Black Jack y Póker. Y que por
este concepto Judith recibiría el 20% de las ganancias.
Se
agrandaba el negocio de Judith, pero tener socios no la convencía y menos
convertir “Casa Bonita” en un casino ilegal.
La
dinámica de “Casa Bonita” cambió, la mitad de los asistentes iba a parar al
falso fondo a apostar, si salían beneficiados se hacían algún pase con las
chicas. Si la suerte no los acompañaba (y si todavía les alcanzaba la plata) se
tomaban un trago con el “Coya” Tamayo.
Pero el
20% de las ganancias del Casino compensaba con creces lo que perdía Judith en
los pases con las chicas.
Ahora las
iría adiestrando para que fuesen damas de compañía de los jugadores. Que
apuesten con ellos, que les dejen elegir los números de la rula, que les den la
fantasía de que ahí adentro tienen novias hechas y derechas.
Eso le
rindió sus frutos. Los apostadores pagaban más que lo habitual por tener una
acompañante en las apuestas. Y si elegían a esta como su “Querida” eran más
abultadas las sumas de dinero que recolectaban las chicas, dinero que volvía al
50% a los fondos de Judith.
Llegó
otro Sábado de Facturas y visita al orfanato, esta vez Raúl no la quiso ver.
Una
cocinera hizo correr la bola por todo el orfanato que Judith era una puta.
Cuando Judith se acercó a Raúl para ver lo que le pasaba este le espetó: -Vos
trabajas de Puta, lo mismo que mi mamá cuando la mataron!
Judith lo
quiso abrazar pero Raúl se rehusó, tendría que llevarlo a la peluquería para
demostrarle que trabajaba de peluquera.
Judith,
mediante “colaboraciones internas” se enteró quien fue la cocinera que hizo
correr la bola.
La esperó
un mediodía de sábado en el Packard y con apacibilidad la hizo subir para
llevarla a la peluquería.
Llegaron
a la Peluquería y había dos clientas por atender. Judith las hizo salir, les
dijo que volvieran a la tarde que tenía que arreglar una novia sí o sí y era
urgente. La novia era la cocinera delatora.
Sin
dejarle elegir el look de una de las revistas, dos de las peluqueras más
diestras de la peluquería se encargaron de Darle volumen al pelo, teñirla en
tonos ceniza, maquillarla y enseñarle a rizar las pestañas. También le hicieron
las manos
Era otra
mujer. Cuando terminaron, luego de dos horas de arduo trabajo se le acercó
Judith con una navaja de peluquería que se la posó en el cuello y le dijo: “Las
putas no convertimos mujeres abominables en mujeres lindas” y esto te lo
hicimos para que cuando vayas al orfanato le digas a todo el mundo que te
atendieron en mi peluquería y quedaste así. Que te arrepentís de haberme
llamado Puta y muy especialmente a Raúl, le decís que te equivocaste. ¿Estamos?
Al sábado
siguiente le dejaron Sacar a Raúl 4 horas. En ese poco tiempo fueron al cine,
comieron pochoclos con miel y se alejaron un poco de la ciudad para andar en el
Packard. Cuantos Botones tenía ese auto y era como deslizarse en un colchón.
CAPITULO
4
Una rara
escena se vivió en la casa de los travestis. El senador que había sido
chantajeado con la foto siendo penetrado, apareció con la firme decisión de
llevarse a su amante ocasional al Brasil y ahí comenzar una nueva vida de cero
y sin tapujos.
Resulta
que este senador estaba escapando de una denuncia por coimas que le habían
hecho los petroleros de Tartagal, por recibir dinero de la British American
Petroleum (B.A.P) para establecerse allí en términos leoninos para la provincia
y la nación.
Y en su
escape elegía al muchacho con el que se habían masturbado mutuamente en vez de
su familia.
Ya estaba
acabado, no le quedaba más que el efectivo que pudo rescatar del banco y su
nuevo novio si el aceptaba.
Judith
medió en las partes. Le hizo ver al chico gay que en Brasil podría darse una
vida que acá sería muy complicada de llevar adelante. También le hizo ver al
Senador que tomaba una decisión
Para
siempre, dejando su familia deshonrada y sin una pensión. Al margen que no la
necesitaban porque eran de la casta de Salta que siempre tiene palenque donde
rascarse.
Al final
entre gallos y medianoche, el Senador y el muchacho abordaron el Packard y
fueron conducidos hasta la terminal de ómnibus.
CAPITULO
5
El Falso
fondo de “Casa Bonita” funcionaba a full. Pero como en todo casino hay
prestamistas, este no era la excepción. Adentro del casino había una oficinita
donde se empeñaban Relojes, Anillos de Oro, Escrituras de Casas, Boletos de
compra Venta de Autos. Cosechas enteras de caña y tabaco.
El
encargado de otorgar los préstamos era ni más ni menos que Rainundo Avruj.
Personaje que Judith odiaba por su condición de prestamista o empeñador de
cosas. Le hacía Recordar a su primer marido Isaac Rubín. El empeño le parecía
una acción desesperada siempre con buitres revoloteando sobre la necesidad
ajena.
Con esto
de los empeños surgió la necesidad de abrir un local para ofrecer la mercadería
adquirida por esta vía.
Con la
organización convinieron que esta tarea le tocaba a Judith.
¡Otro
negocio más, una casa de empeño!
Ella
aceptó bajo la condición de que no sea Rainundo Avruj quien estuviese al
frente. Ella eleigiría un candidato que supiera de Arte, antigüedades,
relojería y piedras y metales preciosos para estar al frente.
No le
costó conseguir candidato a cubrir el puesto. El marido de una clienta era
experto en tasaciones del Banco de Salta y recién se había jubilado.
Tenía
tiempo para atender el negocio y era justo y parcial en sus estimaciones. La
mayoría de bienes que procedían de “Casa Bonita” eran anillos de oro, y la
oligarquía salteña tenía la costumbre de estampar en ellos sus iniciales. Por
lo cual estos iban derecho a fundición.
Este
Sábado era especial, Era el cumpleaños de Raúl y Judith mando a decorar el
orfanato con las mejores telas que consiguió en salta. Compró una pelota de
futbol para cada niño del hogar. Mando a hacer una torta de 8 kilos y le donó
al orfanato un combinado para que los niños escucharan los radio teatros y
música. Era todo globos y colores, los chicos iban de acá para allá con sus
nuevas pelotas, pero Raulito estaba en un rincón, un poco triste.
-Qué te
pasa Raulito? Le dijo Judith, es que tengo miedo que me dejes. Que te consigas
un novio o un marido y te olvides de mí.
-No seas
Tonto, no me voy a olvidar de vos. Ni novio ni Marido pienso tener, son una
pérdida de tiempo. Ahora ponete bien que vamos a soplar las velitas y encender
el combinado.
Fue el
primer festejo de cumpleaños de Raulito, cumplía 11 años.
Colque
siempre la esperaba afuera. Entrar al orfanato le hacía recordar su propia
infancia, que había sido institucionalizada.
Eran las
6.00 de la Tarde, Judith Salió del hogar y se dirigió al auto. Colque estaba
mudo y le temblaban las rodillas. Como pudo le mostro dos disparos que tenía el
auto en la puerta derecha trasera. Según pudo decir, solo le tiraron al auto. Y
pudo identificar un Chevrolet Fleetmaster azul oscuro que fue desde donde se
produjeron los balazos.
CAPITULO
6
Quiso el
Azar que el Chevrolet Fleetmaster apareciera esa noche por “Casa Bonita”.
Colque lo reconoció y le preguntó a Tamayo si reconocia a sus dueños.
-Son dos
cordobeses que creen que se las saben todas, les hice dejar las armas en el
mostrador y ahora están apostando en la rula cada uno con una chica.
Colque
reaccionó y llamó por teléfono a Judith.
-Acá
están los matones que le dispararon al auto.
-Pará Colque,
¿desde dónde me estas llamando?
-Desde
Casa Bonita.
-Aguantame
que me visto y voy para allá.
-¿Quiénes
son?
-Esos dos
Cordobeses que no parar de decir pavadas, molestar al crupier, y tocarle el
culo a las chicas. Tenemos sus Armas en nuestro poder, se las hicimos dejar en
la barra.
-Colque,
Tamayo, vengan al fondo que tenemos trabajo que hacer. Cada uno agarra a uno y
los llevamos a la oficinita de empeño. Los Atamos, van a la peluquería, me
traen una navaja , jabón y cera de depilar. Que lo primero que vamos a hacer es
pelarlos completitos.
-a Ver
dijo Judith. Vamos a ver quién los mandó a balear mi auto. Cooperen porque si
no les espera una noche larga.
-Andate a
la puta que te parió Judía de mierda!
-Me han
dicho cosas peores en la vida, a ver vos, vamos a empezar primero con vos, un
poco de jaboncito, navaja y mira como vas perdiendo las mechas. No te creas que
me olvide de las bolas y el pecho, pero eso va a ser con cera en caliente.
-Quien
los mandó a balear mi auto? Es la segunda oportunidad que les doy. ¿no la
quieren aprovechar?
-Bueno,
ya tenemos al primer rapado, ahora toca hacerle el cavado y tiro de cola, ¿la
cera ya esta caliente?
-Sí
parece que sí señora.
-Bueno,
un poco por acá, un poco por allá y track! No tenes mas pelos en las bolas,
seguimos con el pecho.
-Pasame
más cera Colque.
-Aquí
tiene señora.
-Bueno un poquito en el pecho, y track! Pecho
sin pelos.
-Seguimos
con el otro a menos que me quieran decir quien los mando a balear mi auto.
-Anda a
la concha de tu madre judía puta.
-Bueno,
repetimos el procedimiento, jabón y navaja en la cabeza, cera caliente en los
huevos y el pecho.
-Van a
volver a Córdoba nuevos.
-Colque
Avisa a la casa de los travestis que vamos a hacer una visita con dos
caballeros que quieren sus servicios. La casa invita. También llama al
fotógrafo.
-Vistanse
que tenemos que salir.
Los
llevaron a los cordobeses escoltados dos cuadras, Colque y Tamayo, agarrados de
los antebrazos.
Llegaron a la casa de los travestis junto con Judith.
-Bueno
chicos, esta es su última oportunidad, quien los mandó a balear mi auto?
-No te
vamos a decir Puta de Mierda.
-Atenlos
y déjenlos culo pa arriba. Kuky, Cyndy vengan que tenemos dos clientes que
quieren ser penetrados, pero antes pónganle pelucas porque están rapados y no
da para la fotito.
-Ahhhh se
sintió en la casa de los travestis.
-Antes de
continuar ambos cantaron que los había mandado, un dueño de un ingenio
azucarero al que habían esquilmado con intereses de préstamos del casino.
Judith
Sabia que la sociedad con la organización le iba a traer problemas. Ella estaba
tranquila con su “Casa Bonita” su peluquería y la casa de los travestis.
CAPITULO
7
Como
todos los sábados Judith fue al orfanato, le llevó a Raulito un libro de Emilio
Salgari. Este la miró con ojos redondos, y le dijo “es el que quería” pero
siempre está ocupado.
Judith le
habló de Alemania, de su ciudad Stuttgart, de que cuando ella era chica había
empezado clases de danzas clásicas y violín, pero tuvo que dejar todo por la
guerra.
Le contó
que a sus padres también los habían matado, frente a ella y que sin embargo la
vida daba segundas chances para vivir. Ella no tuvo ni siquiera un orfanato,
tuvo que salir a limpiar casas directamente y ahora estaba en una posición
decente para darle su apoyo y afecto.
Raulito
le dijo que era de Orán. Que vivían en una casa de chapa donde su madre se
acostaba con hombres por plata, con un placar que separaba el ambiente. Un día
un cliente no le quiso pagar, la madre lo amenazó con un cuchillo y este terminó
incrustado en el pecho de ella.
Después
que la policía vino estuvieron un tiempo en la comisaría y después mandaron a
cada uno de sus hermanos a un orfanato distinto. Él no era bueno para el baile,
pero un vecino le estaba enseñando a tocar la guitarra y pescar antes que
pasara todo lo que pasó.
Extrañaba
su vida en libertad.
De igual
manera Judith pensaba en todo lo que hubiese podido ser si ella llegaba a ser
bailarina del ballet de Stuttgart o concertista de Violín, con toda su familia
junta.
Eran dos
almas en pena reconociéndose en sus ausencias.
CAPITULO
8
Era
febrero y “Casa Bonita” explotaba de calor y de clientela, un “Amigo de la
casa” adicto al polvo blanco que servían de cortesía llegó en busca de compañía
y algo de merca.
No era un
tipo cualquiera, se estaba candidateando para vicegobernador de la provincia y
tenía chances. Se manejaba como si nada le importara llegó al club pidió un
sobrecito, se lo aspiró todo, eligió una chica y pasó a las habitaciones con
ella.
30
minutos después, cuando Tamayo fue a anunciar el fin del turno, tocó la puerta
dos veces y no recibió respuesta.
Esperó 10
minutos y entró para darle final al turno y encontró al individuo agarrado de
los pelos diciendo ¿Qué hice? La había ahorcado a la polaquita Maria Szelagoswky.
Estaba ya muerta y nada se podía hacer. Menos el escándalo de meter la policía
dentro de casa bonita.
Judith se
enteró a los 10 minutos y fue corriendo a arreglar los términos con el cliente.
Este
debería encontrar a la familia Szelagoswky en Dock Sud y pensionarla de por
vida en nombre de su hija muerta en un accidente. Otro de los términos era que
el candidato no debía presentarse a elecciones. Un Asesino no podía ser
vicegobernador. Y por último debía contribuir de manera vitalicia con el orfanato
en nombre de Anne Marie Steinberg.
Esa era
la forma de hacer justicia de Judith, a la clase alta salteña no la condenaban
por matar una puta, pero Judith les hacía pagar de la manera que ella creía más
justa.
El
sepelio de la polaquita Szelagoswky fue una remebranza de una película
extranjera, todas las asistentes rubias y pelirrojas, cualquiera diría que el
oficio fue en Rusia, sino fuese por Colque y Tamayo que también estaban
presentes.
Entre las
pertenencias de Maria se encontraron anillos de diamante, anillos de oro, finos
relojes de dama, un collar de perlas y una foto presuntamente sacada en polonia
con ella de 12 o 13 años.
Judith
Personalmente mandó a revender todo y enviarle un giro postal a la familia en
dock sud, junto con un telegrama de pésame. Le dijeron a la familia que había
sido un accidente de tránsito y que ella no había sufrido.
De todos
modos no encontraron mucha correspondencia entre ella y su familia, por lo que
cabe la duda si estaban en buenos términos.
La
polaquita Szelagoswky era una de las mujeres de confianza de Judith, de hecho
una de las que tenía acceso al archivo fotográfico guardado en la bóveda del
banco.
La otra
con acceso era Anna Borojovich, tanto Maria Szelagoswky, como Anna, eran las
dos primeras chicas que reclutó Judith. Eran por lo tanto sus mujeres de
confianza y las depositarias de todos los secretos que engendraba la profesión.
Judith se
había quedado sin una de sus mujeres de confianza, debía encontrar otra persona
en quien confiar los archivos que guardaba celosamente. Colque que era un
hombre agradecido en todo el sentido de la palabra era un buen candidato. Ella
lo había hecho zafar de la cárcel. Era callado y entregado a la labor. Conocía
los misterios de la profesión y no dudaría en ir al “intransigente” con todo el
archivo completo de fotografías en caso de que le pasara algo a Judith.
-Prepará
el auto que vamos al banco le dijo Judith a Colque. Llevá tu cédula o documento
que tenemos que hacer unos papeles.
Una vez
en el banco, cuando el agente los hizo pasar, Judith lo dejó a Colque como
autorizado a acceder a su bóveda.
CAPITULO
9
Llegó
otro Sábado en el orfanato Raulito estaba a dos años de Salir de ahí y podría
empezar su vida con su madrina.
La sola
idea de una casa con una cama y una pieza para él solo, lo contentaban. Le
hacían más fácil el mal trago del orfanato. Judith se cuidaba de hacerle
regalos ostentosos, era un orfanato y todos los niños merecían igual trato.
Estuvo tentada de comprarle una guitarra pero en la institución se la prohibieron,
así que se fue a una casa de música y pidió 50 instrumentos distintos sin
importar su precio, lo único que debían haber 4 guitarras, 4 bandoneones, 4
violines, 4 trompetas y lo demás surtido como para armar una orquesta pequeña.
Hizo el donativo al orfanato a nombre de Anne Marie Steinberg y cada sábado que
iba podía ver como los chicos iban progresando.
Raulito
que había empezado con la guitarra se inclinó por el bandoneón (eligió bailar
con la más chueca, por la dificultad del instrumento).
Cada
sábado que Judith iba, lo encontraba a Raulito peleando con el fuelle y los
acordes en diagonal, no se cansaba de sacarle jugo al instrumento.
El
profesor de música decía de él que tenía mucho potencial.
A Judith
le gustaba el tango, le hacía acordar a las melodías hebreas y es cierto que el
tango tiene mucho de ellas.
CAPITULO 10
Todo
volvió a la normalidad en “Casa Bonita”, colgaron una bella foto de la
polaquita Szelagoswky y adelante se alternaba y atrás se apostaba.
En la
peluquería iba todo viento en popa, hasta que un jueves en el que justo estaba
Judith, Cayó una vecina del barrio juntando firmas para “Erradicar” a las putas
porque este era un barrio de gente de fe y buenas costumbres.
Judith,
fuera de sus cabales le dijo a la vecina, ¿sabe usted lo que es una puta?, una
puta es una mujer que se casa con un hombre solo para que la mantenga, una puta
es aquella que elige la clase social antes que la persona con la cual se va a
casar. Si hay que juntar firmas para que se vayan del barrio esas mujeres no
queda una sola mujer en este barrio y yo soy la primera que le firmo.
Dos días
después tenía en la puerta de la peluquería 5 mujeres repitiendo el rosario una
y otra vez como si estuviesen poseídas.
Igual la
clientela de la peluquería no mermó, eran las mejores de Salta, transformaban
“Carne Cansada” en Belleza.
La casa
de empeño iba bien, se hacían tratos justos y los clientes estaban satisfechos.
Eventualmente se comenzó a llenar de obras de Arte y el oro que mandaban a
fundición alcanzaba para pagar el alquiler, pagarle al empleado y obtener una
ganancia importante.
La casa
de los travestis era una deuda pendiente de Judith, ella les debía mucho
respeto y quería replicar la experiencia de “Casa Bonita”, pero por el tenor
del negocio, este se debía mantener en cierta marginalidad que lo
invisibilizara, cierto es que los travestis generaban tanto dinero como las
chicas de “casa bonita”.
Judith
había sin proponérselo, construido poder en el barrio y la ciudad, Sacaba
presos de la cárcel, hacia donativos al orfanato a nombre de su madre, había
evitado que un candidato a vicegobernador se postulara, les atendía el pelo a
las mujeres de la alta sociedad salteña y atendía sexualmente a sus maridos.
Tenía un peso específico en la sociedad y un magnetismo especial para los
negocios.
CAPITULO
11
Ella era
una descreída total de la política en términos de que conocía a la casta de
políticos en el poder, lo viciosos que eran, la doble moral que profesaban, lo
corrompibles que se mostraban en “Casa Bonita” manoseando a las chicas y
queriéndoles regatear el precio de sus servicios.
Una buena
tarde cayeron a la peluquería dos chicos barbudos, rubios, los reconocía del
barrio de haberlos vistos de chicos, eran seguro de origen Judío. Estos chicos
le trajeron de regalo “El Capital De Marx” edición en alemán. Y le hablaron de
que la revolución de la américa libre estaba en marcha. Que solo necesitaban
dar a conocer sus ideas y en el más extremo de los casos combatir por ellas.
Ella
agradeció de buen gusto el regalo y les preguntó que podía hacer por ellos, a
lo que ellos contestaron, colaborar para hacer afiches y pegatinas contra
Patrón Cornejo que se postulaba para Senador nacional y si llegaba iba a votar
a favor de arancelar la universidad pública.
Judith
les dijo – Regresen mañana que algo les tendré, pero tienen que venir a la una
de la mañana con calzado cómodo como para correr.
Regresaron
los rusitos a la una de la mañana del otro día y los estaba esperando un camión
con 500 afiches, engrudo y una cuadrilla de 10 changos como para empapelar toda
la ciudad. También había dos cajas con una tarjetita cada una que decía “Puede
que las necesiten, sino ahora, más adelante” con una metralleta Thompson cada
una.
Esa noche
Judith se había convertido en operadora política de la izquierda revolucionaria.
Y se había ganado dos “Leales” a su propio bando.
Dos por
tres los rusitos iban a hablar de política a la peluquería (cuando no había
clientas) y le contaban a Judith sobre la guerra de guerrillas, cuba, la unión
soviética y ella escuchaba atentamente porque estaba de acuerdo en todo cuanto
le contaban.
Ella era
una capitalista revolucionaria, si es que existe esa categoría.
CAPITULO
12
John
Nicholas Smith era explorador de petróleo. Llegó a Tartagal y un viernes
aburrido del pueblo agarro la camioneta y se fue a distender a Salta. Cuando
llegó le preguntó por casualidad a uno de los rusitos de izquierda donde podía
tomar un trago y pasarla bien y este no dudó en recomendarle “Casa Bonita”. Era
alto, cabello entrecano y tenía las facciones de un cowboy de western. Había
combatido en la segunda guerra mundial y estuvo prisionero de los alemanes
durante dos años. Judith estaba de casualidad en “Casa Bonita” y el flechazo
fue instantáneo. El no hablaba castellano en lo más mínimo porque solo llevaba
dos meses en tartagal, pero si hablaba alemán porque lo había aprendido estando
prisionero. Ella lo invitó una copa y se pusieron a charlar sobre sus vidas, a
que se dedicaban, él le contó que a la exploración de petróleo y ella le dijo
que era empresaria, lo cual era una verdad a medias.
Ella lo
invitó a su casa que estaba a dos cuadras de “casa bonita”, tomaron champagne e
hicieron el amor como ambos no lo habían hecho en años.
A la
mañana siguiente desayunaron juntos y el partió a Tartagal y ella al orfanato a
ver a Raúl.
Quedaron
en verse dentro de dos semanas, cuando el regresara a Salta.
Raúl ya
era un fenómeno con el bandoneón y la deleitaba a Judith con “Por una Cabeza”,
“Tinta Roja” y “Milonga triste”.
Ella ya
estaba pensando en cómo blanquear sus negocios para cuando Raúl saliera del
orfanato. Y si quería empezar una relación con John, también tenía la
alternativa de decirle la verdad y que salga huyendo o blanquear sus negocios.
Tal vez quedarse solo con la peluquería y venderle la llave de “casa bonita” a
la organización.
¿Pero sus
chicas como iban a ser tratadas? ¿Y la casa de los travestis? Como iban a ser
los arreglos económicos.
Decidió
hacer un mitin con “la organización” y ofrecerles la llave de la “Casa Bonita”
y la de los travestis.
Solo se
quedaría con la casa de empeño y la peluquería.
John
volvió dos semanas después, le costó ubicar la casa de Judith pero lo logró.
Judith le
contó de qué trabajaba y que tenía
pensado vender los negocios non-santos
para comenzar de nuevo con algo legal.
John con
su pensión de guerra tenía para dos años de alquiler de un local grande y los
contactos para importar Jeeps Overland a la Argentina.
Judith
vendió la llave de la casa de los travestis y casa bonita, con la condición que
la dejasen visitar a ella y al médico la casa una vez al mes. Con lo que sacó
de “Casa Bonita” y la casa de los travestis le alcanzó para los primeros 30
jeeps.
Judith y
John hicieron una fiesta inauguración descomunal, estaba invitada toda la alta
sociedad salteña y había muchos hombres de campo solos que estaban extasiados
por los vehículos y las Rusas vestidas de fina etiqueta.
Willys
Overland era una marca muy prestigiosa de jeeps en el mundo y solo entraban a
la argentina por embajadas, así que tener uno era signo de poder.
Solo esa
noche se señaron 15 y se pagaron al contado otros 7.
John tuvo
que llamar al día siguiente para que le embarcaran otros 30. Al concesionario
le pusieron Steinberg/Smith vehículos especiales. También traían motos inglesas
por pedido, Norton y BSA.
Había un
sobrante de dinero de la venta de “casa bonita” que fue a parar a un nuevo
emprendimiento de Judith y John. Lavaderos de Autos. Un concepto totalmente
nuevo en Salta que le daba trabajo a 30 chicos recién egresados del orfanato.
Lo que
iban ganando lo iban convirtiendo en oro en la casa de empeño. Comenzaron a
construir una casa en Campo Quijano no muy grande, de tres dormitorios, uno
para Raúl, uno matrimonial y otro para eventuales visitas, hicieron la casa de
acuerdo a un modelo que vieron en la Revista “Bauformen”, una casa racional
alemana, pero con el agregado de una galería al oeste.
Plantaron
Azares y cerezos, el predio tenía más de una hectárea, tenían un potrero con
caballos para salir a cabalgar en las tardes de otoño y primavera.
Cumpliendo
con el trato de ir a ver una vez por mes como se desarrollaba todo en “Casa
Bonita”, Judith se encontró con que las chicas estaban desatendidas, comían
mal, estaban enfermas, las hacían trabajar hasta 10 turnos por noches y la
clientela había descendido de nivel, por lo cual recaudaban la misma plata por
el doble de trabajo.
Así que
se le ocurrió una idea. Capacitar a las chicas en peluquería y abrir una
sucursal de la peluquería que se llamaría “El estilo 2”. Las chicas eran libres
de palabra, en eso habían quedado durante la venta de casa bonita. “El estilo
2” abrió sus puertas 3 meses después en barrio sur. No era una sucursal para la
alta sociedad sino para la clase media del barrio. Pero la calidad de los
trabajos era la misma.
Ya
faltaba un mes para que le dieran el alta a Raulito del orfanato, la casa que
están construyendo estaba a punto de concluirse, Judith y John se casaron y por
fin pudieron adoptar a Raulito que ya tenía 13 años.
Cuando
por fin salió la sentencia de adopción, Judith, John y Raulito festejaron a lo
grande en el hotel Salta. Raulito se pidió un bife de chorizo con papas fritas
(que no sabía lo que era) y se quedó asombrado de comer comida con “gusto a
algo”. La gaseosa con la que acompaño el plato le pareció un elixir de dioses.
Inscribieron
a Raúl en la técnica 2, fue un alumno brillante, abanderado dos veces, pero le
venían mejor las ciencias sociales que los conocimientos técnicos.
John le
enseño en el campo a disparar.
CAPITULO
13
Judith,
John y Raúl (que ya no era tan Raulito), hicieron un viaje a Estados Unidos a
conocer a la familia de John. Vivian cerca de Nueva York y se dieron el lujo de
hospedarse dos noches en el Waldorf Astoria.
La
familia sabía todo los que se podía saber por carta, que ella era una mujer
judía empresaria, que habían adoptado un hijo grande y que estaban formando una
familia como podían.
La
familia insistió que se quedaran intentando hacer una vida en Estados Unidos,
pero ellos ya estaban demasiado arraigados a Salta como para poder dejar.
Raúl se
quedó encandilado con las luces de Nueva York y con vértigo por las alturas de
los edificios, pero lo que más le llamaba la atención era la gente pidiendo en
las calles.
Pasó el
tiempo, los negocios marchaban bien y Raúl se graduó de la escuela técnica y
tenía todo el verano para pensar en qué carrera quería seguir. Pero tenía claro
que Abogacía en Córdoba.
Les pidió
a los padres que quería vivir en una pensión en Alberdi. No quería lujos que
los demás estudiantes no tenían. Aparte iba a hacer muchos más amigos viviendo
entre los humildes que ocupando un paquete departamento de la calle Colón. Sus
padres respetaron su decisión. Los fines de semana, Raúl tocaba en una orquesta
típica el bandoneón y con eso se costeaba los apuntes de la carrera. Era mínimo
lo que les pedía a sus padres, que siempre le mandaban encomiendas con tortas,
gaseosas, fideos, conservas, mermeladas, dulce de leche y algo de ropa.
Tardó
tres años y medio en recibirse, hizo la carrera en menos del tiempo que llevaba
hacerla.
CAPITULO
14
Raúl volvió a Salta y sus padres le pusieron
un estudio de Abogacía. Steinberg/Smith Abogados Laboralistas.
Durante
su práctica aceptó trabajos de ingenios y mineras, obreros accidentados que
habían quedado a la buena de dios y sin pensión. Y Ganó muchas veces.
Ya
empezaba a hacerse enemigos dentro de la oligarquía poderosa de Salta.
Una noche
llegaron al estudio de Raúl, los rusitos troskos que había ayudado Judith, le
contaron que sabían de su trabajo y lo
valoraban pero le dijeron que la verdadera revolución no se resolvía caso por
caso. Que era cuestión de involucrarse en la causa de la américa libre. Le
hablaron que había que pensar en grande la américa libre, le comentaron también
de la lucha de clases y de la socialización de las ganancias en las empresas.
Lo invitaron formalmente a formar parte del P.R.T (partido revolucionario de
los trabajadores).
Esa noche
Raúl no pudo dormir, sentía que ese llamado no debía ser desoído y si quería
aspirar a algo más grande que ganar juicio por juicio a las empresas que al
final terminaban ganando, debía asumir el papel que le fue ofrecido.
En Salta
no se llevaban a cabo acciones que implicaran violencia, pero al poco tiempo de
transitar sus primeros pasos por el P.R.T, comenzó a ser seguido con
minuciosidad por la policía.
Cada dos
por tres era detenido, y su madre, cuando no aparecía por Quijano tenía que ir
a buscarlo por las comisarías. Su madre y su padre estaban aterrorizados por
Raúl y, este parecía no tener miedo.
Le
Rogaron que deje su actividad en el P.R.T y vuelva a su estudio, consejo que
desoyó diciendo que él estaba donde estaba por una causa más grande.
Dentro
del partido consiguió una novia que enseñaba a leer y escribir en barrios
precarios, Stella Kirschbaum.
Judith y
John Vivian con el corazón en la boca. La última ausencia de Raulito los llevo
a Orán, donde quedó alojado en la comisaria por 15 días, el motivo resistencia
a la autoridad.
Estaban
Raúl y Stella estaban enseñando a leer y escribir a los bagalleros de la villa
al margen del río. Esto parece que al intendente no le gustó mucho y los mando
a encanar.
A la
salida de la comisaria Raúl pesaba 10 kilos menos, tenía la barba larga y la
ropa hecha un desastre.
Era Mayo
del 72, una noche fría de otoño. Raúl Salió de su estudio y sintió que dos
autos lo perseguían a paso de hombre. Cuando quiso acelerar el paso, le
cruzaron uno de los autos y lo metieron encapuchado en otro.
No volvió
esa noche a Quijano, ni la próxima ni la otra.
Su madre
desesperada salió a buscarlo por las comisarías, pero en todas le negaban el
paradero.
Tamayo,
su ex guardaespaldas la llamó diciéndole que había visto como metían a Raúl en
la dependencia de la federal. Hacía ya tres noches.
Judith
averiguó el nombre del comisario y fue a cotejar con su archivo a ver si encontraba
algo comprometedor para hacer el trueque por su hijo. Lo que encontró fue muy
fuerte, el Comisario, el actual gobernador y el arzobispo tomando cocaína en
casa bonita con una mujer en la falda cada uno.
Se Armó
de coraje, tomó una sola copia de la foto de su archivo y fue con el sobre en
papel madera a la oficina del comisario a preguntar amablemente por el paradero
de su hijo.
El
comisario la hizo esperar dos horas y media, cosa que a ella la enfureció más y
cuando la atendió le dijo:
-Ya le
dije que no tenemos a su hijo, no venga a joder más por acá porque la vamos a
meter presa a usted.
-Ella no
dudó en tirarle el sobre en la mesa.
El
comisario pasó por todos los colores faciales antes de decir una sola palabra.
Judith
agregó que tenía copias para ser impresas y que si su hijo no aparecía en dos
horas no iba a dudar en empapelar la ciudad con la foto.
El
comisario le pidió un segundo, hizo dos llamados telefónicos y en media hora
Raúl estaba libre con algunos golpes en la cara.
-Déjeme
decir algo Puta de Mierda! Agregó el comisario. Hasta las putas tienen códigos.
-Los
tendrán, sino pregúntele a su mujer como hizo para aguantarlo tantos años.
Y
salieron Judith y Raúl de la comisaría de calle Sgo. Del Estero.
CAPITULO
15
Esa Noche
fue muy larga en la casa de los Steinberg/Smith, quedaron de acuerdo de que
argentina ya no era un lugar seguro para Raulito. John tenía contactos en
Panamá de la Willys-Overland. Comenzaría como vendedor allá y luego si
progresaba Judith y John le mandarían fondos para ponerse una agencia propia.
Y donde
iban a parar las ansias de liberar a américa del sur de la opresión yankee,
donde iban a parar los ideales de la socialización de ganancias empresarias y
las causas por las cuales había empezado a luchar Raúl.
Que diría
Stella sobre este nuevo modelo Burgués de vida que los llevaría a claudicar en
todas las batallas.
Raúl citó
a Stella y le contó lo cerca que estuvo de desaparecer y que los nuevos planes
eran irse a Panamá a vender autos.
Stella lo
interrumpió diciéndole que iban a tener un hijo y lo iban a criar en un hogar
pequeño burgués.
A Raúl se
salió el corazón por la boca, ahora que se enteraba que iba a ser padre, si
Stella no se iba.
Fueron
noches muy intensas en la casa de los Steimberg/Smith. Judith se sinceró con
Stella y le contó de sus pequeñas revoluciones para dignificar el trabajo de
prostituta y todo lo que había arriesgado su vida en pos del bien común.
Cualquier posición en la que le tocara estar le abría la posibilidad de hacer
de este mundo algo menos miserable y trágico. Aunque sea escribiendo y
publicando, que era una actividad menos riesgosa. Raúl también se podría sacar
sus ansias de “justicialismo” escribiendo desde la lejanía sin riesgo a ser
desaparecido.
Stella y
Raúl debían reflexionar como una pareja y lo que estaba ahora en riesgo era su
propia vida y la del hijo que llevaban consigo. Stella había caído en cana
tantas o más veces que Raúl los dos estaban fichadisimos y la próxima vez no
correrían tanta suerte. La gente que andaba “chupando” militantes en Salta era
mayormente de Buenos Aires y de Córdoba, así que Judith no tendría más cartas
para jugar el juego de “la fotito”.
CAPITULO
16
Así que
en Junio del 72, Stella y Raúl partieron (lloradera de Judith de por medio) con
destino a Ezeiza y de ahí a Panamá vía Miami.
Llegaron
a Panamá, tomaron un taxi hacia la dirección que les asigno John y los atendió
un panameño sonriente llamado Wilmer Peña, indicándoles cuales serían sus
horarios de trabajo y sus oficinas. Cuál Era el porcentaje por venta y cual el
sueldo fijo.
Haciéndose
la tarde los llevó a lo que sería su departamento, los dejo solos con sus
maletas y comenzaron a desempacar.
Stella
había perdido contacto con su familia cuando se afilio al P.R.T, pero no le pareció
mal telefonearlos para ponerlos al tanto de sus novedades.
A los
pocos días de estar trabajando, cayó un soviético al concesionario y pidió ser
atendido por Raúl Steinberg. Quería 20 jeeps en cuba para el mes entrante.
Tuvieron
que hacer una maniobra de Exportación de piezas de museo pertenecientes a cuba
para poder cumplir con la requisitoria.
Una vez
llegados los jeeps y resuelta la venta Raúl sintió orgullo de ayudar aunque sea
con un granito de Arena a la Revolución.
El
embarazo de Stella Iba bien, ambos acordaron que si era hombre lo iban a llamar
Alan y si era mujer Alondra.
Otro
comprador soviético apareció por el concesionario de Overland. Esta vez su
pedido era más difícil de satisfacer, quería 20 jeeps fuertemente artillados en
45 días en cuba.
Raúl
sintió que esta era una nueva oportunidad de ayudar a la revolución, averiguó
por todo panamá quien podía artillar los jeeps y quien sería el trader de la
mercadería hacia cuba. En 20 días tuvo los jeeps listos despachándose en el
puerto en conteiners de “Ayuda Humanitaria”.
Stella
estaba al tanto de todas las negociaciones y se sentía orgullosa de su hombre.
3 meses
después Cayó otro soviético y esta vez
pidió entrevistarse con Wilmer Peña y Raúl Steinberg. La compra no era de
jeeps, sino de fusiles semiautomáticos AK47, necesitaba 100 con 100.000
municiones todo esto puesto en cuba en 25 días. Sin Ruborizarse Wilmer los
llevó hasta su auto, un Jaguar negro. Juntos el soviético, Raúl y Wilmer se
dirigieron al puerto. Ahí Wilmer mostro unas credenciales que tenía pegadas en
el parabrisas de su auto y entró a la zona restringida de containers.
Abrió uno
de ellos que estaba con candado y para sorpresa de Raúl y el soviético, este
estaba lleno de cajas. Abrieron una y había un AK47 reluciente abrieron otras
dos y había cajas de mil municiones cada una. Cerraron el trato en U$D 500.000
con flete y todo. Volvieron al Jaguar y siguió la jornada laboral como si nada
hubiese pasado.
A Raúl se
le aceleraba el pulso. Ayudar a la Revolución cubana casi siendo protagonista
era demasiado para él.
A esta
altura se dio cuenta que los soviéticos y Wilmer lo estaban tanteando para ver
cuán confiable era.
John
Sabía de antemano que Wilmer le iba a hacer encargos a Raúl para ser partícipe
de la revolución. Wilmer era Nacido en estados Unidos y había peleado Junto a
John en la segunda guerra.
Se fue a
Panamá para disfrutar de su retiro y ahí encontró el puerto obligado más grande
del mundo para hacer negocios.
Raúl
anhelaba contarle a sus compañeros, que estaba abasteciendo de Armas la
revolución cubana. Pero por seguridad era un secreto guardado bajo siete
llaves.
Por fin
nació Alan, Alan Steinberg. Decidieron ponerle un solo apellido el que llevaba
Raúl.
Judith y
John viajaron hacia panamá a conocer al bebé. Ahí decidieron hacer un viaje
juntos a Cuba.
A Judith
la reconocían en todos los restoranes donde entraban y en el Tropicana la
llamaban por su nombre. Ahí fue donde se dio cuenta Raulito que su mamá tenía
negocios protegidos en Cuba porque había hecho aportes a la revolución. El Oro
que generaba en Salta iba a parar a mas “casas bonitas” en cuba, Sicilia y
otros lugares del mundo. Raulito, Stella, John, Alan y la descendencia de Alan
no tendrían que trabajar más, el mundo estaba rendido a sus pies. Ahora que
eran abuelos Judith y John tenían un motivo para vivir cerca de su hijo Raúl.
En Argentina Oscurecía y la violencia e intolerancia política los ponía en
permanente peligro. El silencio de Judith era el bien más preciado por la
oligarquía salteña, en cualquier momento a cualquier milico asustado se le
ocurría desaparecerla a ella y a todas sus chicas por las dudas. Tamayo y
Colque se quedarón en Salta a cargo del concesionario Willys-Overland, Colque
controlaba en recorrida manañera los lavaderos y las remesas mensuales de la
venta de autos y los lavaderos se convertían en dinero para comprar oro en la
casa de empeño.
Colque
estaba autorizado ingresar a la caja de seguridad de Doña Judith y ahí
atesoraban el oro que juntaban.
Tamayo se
casó con una de las rusitas y tuvo 4 varones, todos fueron al colegio Roca y
más tarde al industrial N2. Uno de ellos se convirtió en ingeniero, otro en
médico veterinario y los otros dos optaron por el deporte, uno por el Boxeo y
otro por el ciclismo.
Anna
Borojovich se quedó a cargo de las peluquerías y descontando los sueldos,
convertía las remesas en oro y también las depositaba en la caja de seguridad
de Judith.
Al volver
la democracia, Raúl sintió deseos de volver a su patria. Pero sintió que la volubilidad
de Argentina no era garantía para volver. Un Radical iba a durar lo que un pedo
en la mano, en eso se equivocó.
Una vez
por año Judith ya radicada en Panamá viajaba a Salta, retiraba el oro del
banco, lo convertía en moneda en su propia casa de empeño, repartia el 20% de
las ganancias entre los empleados y giraba el dinero restante a la cuenta
Willys-Overland de Panamá.
Si,
Willys Overland de Panamá era un invento de John y Judith para mantenerlo
ocupado a Raúl jugando a la guerra fría contra los estados unidos, pero de un
modo seguro.
Judith no
quiso volver a Stuttgart, sentía que su patria estaba donde estaban Raúl, John
y Alan.
Alan
Creció y se fue a estudiar mercadeo en Estados Unidos, se especializó en bienes
Raices y Hoy por hoy conduce una empresa que se llama Alan Steinberg Real State
Company. Construyen rascacielos en panamá, Miami y puerto madero, justo a unos
metros del hotel de los inmigrantes donde su abuela comenzó a engendrar su
historia.
Autor:
Federico Augusto Musicante
País:
Argentina
Contacto:
fedemusicante@hotmail.com
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