Mamá Judith




CAPITULO 1

Judith Steinberg llegó a Buenos Aires en marzo del 39, escapando del nazismo.
Lo hizo en un buque mercante desde Alemania, su tierra natal.
Había sido testigo del fusilamiento de su padre y hermanos en Stuttgart. Quinceañera bella y pelirroja con ojos celestes como el mar, logró convencer al capitán que la trajera consigo y el capitán accedió.
Pasó los cuarenta días en el hotel de los inmigrantes de retiro, ahí conoció a otra mujer Judía que le dio las referencias para que trabajara de doméstica en una casa muy paqueta del barrio de Belgrano.
Con ese trabajo, que era de jornada completa, cama afuera, consiguió una habitación de pensión en Villa Crespo, barrio judío por excelencia.
Aprendió rápidamente el castellano, ella ya sabía alemán y por supuesto idishe.
No pasaba desapercibida ante la mirada de ningún hombre, su cuerpo estilizado, sus pechos grandes y turgentes y su cara angelical eran comparables a una mujer de tapa de revista.
Se hizo amiga de una compañera de pensión, Tamara Mitelman, que le presentó a un muchacho un poco más grande que ella, de unos 23 años, también judío, su nombre era Isaac Rubín.
Isaac Rubín trabajaba en una casa de empeños, era ambicioso y a poco tiempo de su llegada a Buenos Aires, logró pasar rápidamente la etapa de conventillos, a ser un inquilino de un modesto departamento en la calle Córdoba al 5500.
Ni bien la vio a Judith, quedo embobado por su belleza, y no tardaría demasiado tiempo en demostrarle que él era un buen partido y que juntos podrían hacer una vida productiva y sin privaciones para ninguno de los dos.
Estuvo cortejándola seis meses hasta que por fin Judith accedió a ser su novia. Seis meses después se mudaron juntos al departamento de Isaac.
Isaac volvía cansado a la noche y Judith lo esperaba con la cena a veces hasta las 11.30 de la noche, hora en que se iba a acostar y le dejaba el plato servido para que se lo recalentara él.
Ella no era fanática de la cocina y no sabía recetas judías, pero eso a él no le importaba, había adquirido paladar porteño y le gustaban las milanesas con papas fritas y el bife de chorizo con puré.
Eran una pareja por conveniencia mutua, no había en ella amor real.


CAPITULO 2

Isaac comenzó a convencer a Judith que el norte había muchas oportunidades, petróleo, minería, ingenios azucareros, y que estaba todo por hacerse.
Ella no tendría que preocuparse por trabajar.
Nada la ataba a Judith a Buenos Aires, por lo cual no fue difícil convencerla que el futuro estaba en el norte.
Un buen día armaron su valijones y sacaron pasaje de ida a Salta. Fue un viaje largo y cuando llegaron tomaron un taxi. Isaac le indicó al taxista “Cordoba entre Mendoza y San Juan”, como si ya conociera la ciudad.
Llegaron a una casa de pensión e Isaac hizo bajar sola a Judith, la presentó en el conventillo, le asignaron una pieza al fondo, Isaac le dijo que mañana la vería y le explicaría porque no se mudaban juntos.
Al otro día pasó Isaac por la pensión de Judith y la sacó a caminar por el parque San Martín.
Le explicó que esta le debía el pasaje Buenos Aires Salta y 6 meses por adelantado de la pieza de pensión y que para cubrir la deuda debía trabajar complaciendo sexualmente algunos amigos suyos.
Y de cada 10 pesos que hiciera 8 le correspondían a él por esos gastos.
Judith estaba sin plata, sin empleo, con el techo condicionado y rehusarse no era una opción realista.
Por dentro sentía verdadero odio hacia Isaac que la había engañado para traerla a trabajar de puta a Salta
Pero hasta de esto, ella sabría sacar provecho, aprovecharía y ahorraría para montar su salón de belleza, a todo trapo como había visto en buenos aires y en Stuttgart.
Trabajó un año para saldar la deuda con Isaac y a cinco clientes por día que atendía, le quedaban 10 pesos diarios, o sea hizo más de 3500 pesos el primer año.
Isaac no quería reconocer que la deuda estaba saldada, decía que ella le pertenecía y que mientras siguiera trabajando el trato de 8 pesos cada 10 seguía vigente.
Judith tenía como cliente a un forense de la policía, por lo cual no le fue difícil acceder a un frasco de cianuro para deshacerse de Isaac.
La muerte para ella no era un tabú. Había presenciado el fusilamiento de su padre y hermanos, y se creía capaz de matar si la causa era justa.
Una noche cayó Isaac borracho por el cuarto de pensión de Judith y ella le sirvió un whisky con abundante cianuro.
El envenenado tardaba en morir, pero ella lo esperó pacientemente, se deshizo de todo rastro de cianuro y le dijo a la policía que había muerto de corazón.
Un nuevo horizonte se abrió para Judith. Ella trabajando por cuenta propia hacía 50 pesos por día, 1500 al mes y 18000 al año.
Pero todavía no le alcanzaba para poner la peluquería que ella soñaba.
Así que con el dinero juntado compró un pasaje a buenos aires y alquiló dos piezas de pensión más en Salta
Fue a Buenos Aires con la intención de reclutar dos chicas en lo posible rusas o polacas. Para lo cual primero estuvo frecuentando los conventillos que conocía de Villa Crespo y luego fue a buscar a las cantinas de Dock Sud, famosas por sus mujeres polacas.
Su consigna personal era no mentir, ofrecer el trabajo tal cual era y las condiciones de contratación.
No las llevaba a Salta para hacer de niñeras o personal doméstico sino a trabajar de putas.
La condición era que los primeros seis meses deberían compartir ganancias al 50% y tenían techo y comida asegurada, luego de eso si querían seguir trabajando estaban en todo su derecho. También tenían derecho a renunciar si conseguían alguna pareja estable o alguien que las tomara como sus queridas.
De Villa Crespo reclutó a Anna Borojovich y de Dock Sud a Maria Szelagoswky. En ambas veía dos aliadas leales a su negocio.
Lllegaron a Salta, Judith las ubicó en sus habitaciones, distantes a dos casas de la de ella y el negocio comenzó a agrandarse a pasos de gigante. Ambas chicas aportaban 50 pesos diarios, mas los 50 de Judith que también trabajaba, eran 100 pesos al día, 3000 al mes, 36000 al año.
 Judith ya tenía una pequeña empresa funcionando entre sus manos. Con lo ahorrado fue al año siguiente a reclutar más chicas a Buenos Aires y alquiló una vieja casona en la calle Cordoba de Salta para que todas pudieran vivir y trabajar ahí. Se encargó de conseguirles un médico casi permanente y compro un gran combinado para que las chicas pudiesen bailar y estar al tanto de las noticias por la radio. Hizo poner focos en los patios como si se tratase de una feria de carnaval y puso mesitas para que los clientes esperaran tomando algo.
Las chicas, las lamparitas y la música le daban el toque angelical que le faltaba a la casa. “Casa Bonita” le pusieron de nombre las chicas.
Ya con siete chicas trabajando de a 5 turnos por noche (eso era una regla, nunca más de 5 turnos) su negocio había aumentado su volumen de manera considerable. Era tiempo de abrir la peluquería, pero no podía desatender la casona porque era lo que sustentaba su nuevo proyecto hasta que armase su clientela.
Así que con lo ahorrado alquiló un local por la zona, contrató un arquitecto que le hizo todo el proyecto en un fino estilo Art-Decó y no tardó mucho tiempo en hacerse de clientas de la alta sociedad salteña. Las esposas de los clientes de “casa bonita”.
Judith fue la que inauguró el concepto de travesti en Salta.
Convenció a unos gays que frecuentaban su peluquería de que travistiéndose de noche y haciendo lo que el cliente desee podían hacer grandes sumas de dinero.
El hecho de Hacerles el Pelo a las mujeres de la oligarquía Salteña y atender sexualmente a sus maridos, le dio una materia prima con la cual hacer tanto dinero como no había imaginado antes.
El valor del silencio era mayor que el de su carne o la de las chicas.
Contrató un fotógrafo profesional que se las ingeniaba para retratar a la clientela de Casa Bonita teniendo sexo con las chicas o peor aún, siendo penetrados por travestis.
Su Carta especial es que tenía dos o tres chicas en quien confiaba sus archivos en caso de que ella apareciera muerta.
El primer chantajeado fue un senador nacional, al que le llegó una foto siendo poseído analmente por un travesti.
El costo del silencio siempre iba dividido en dos partes. Una en dinero en efectivo para Judith, mensualizado por el tiempo que ella considerase y otra una donación al orfanato a nombre de Anne Marie Steinberg (su madre).
El chantaje era tan efectivo que la clientela no cortaba la relación con casa bonita por miedo a ser la próxima víctima.
A estas alturas Judith necesitaba un guardaespaldas, se eligió un coya fornido de esos que saben pelear en las riñas callejeras y también compró un Packard Negro que le manejaba el coya de estricta etiqueta y en el que sacaba a pasear a las rubias los sábados.
Judith ya tenía una floreciente peluquería, la casa bonita, la casa de los travestis y una entrada fija por chantajes finamente ejecutados.
Tenía la protección policial, porque el hijo del comisario había molido a golpes a una de sus chicas y el trueque fue silencio por protección.
Un extraño personaje visitaba casa bonita una o dos veces al mes, le decían el chileno, pero en realidad era boliviano. Traía “Pirulo”, cocaína, lo cual era novedad y furor en la elite salteña.
Un polvito que te levantaba del letargo del vino y te hacia invencible. Pero no era un negocio, la servían por cortesía de casa bonita.
Un día sábado, Judith le pidió a Colque (su conductor guardaespaldas), que la llevara al hogar de niños. La dejaron entrar por ser la hija de la gran aportante Anne Marie Steinberg, miró detenidamente a todos los chicos y el que más le llamó la atención fue uno que estaba solo en un rincón leyendo “juvenilla”.
Le preguntó al celador, que trámites tenía que hacer para adoptarlo y el celador la hizo volver el lunes para tener una reunión formal con el director del establecimiento.
Ella sentía que necesitaba un heredero de todo lo que había hecho, un niño que de adulto continuase lo que ella con tanto empeño iba construyendo.
Llegó el lunes y Judith se presentó en el Orfanato para interiorizarse de los pormenores de adoptar un niño.
El Director le hizo un cuestionario que ella no pasaba. Era Soltera y ningún Juez le daría la tenencia de un niño a una mujer soltera.
De todos modos le dijo que el niño se llamaba Raúl y que podía ser apadrinado por ella y que tendría derecho a visitarlo los sábados.
Volvió a su casa con una mezcla de sentimientos, al menos podría apadrinar al niño hasta que fuese egresado del orfanato y ahí proponerle un futuro juntos.
Los sábados a las 9.30 de la mañana salía de su casa en el Packard. Colque bajaba en “La Imperial” a comprar 8 docenas de facturas y cuando llegaban al orfanato las cocineras las repartían de a una por chico y si sobraban porque alguno estaba sin hambre, algún afortunado podía repetir.
Raúl no entendía porque ese ángel pelirrojo se interesaba por él e iba a visitarlo todos los sábados, veía en ella una mujer triste con necesidad de ser amada y él a su manera le retribuía el amor que ella le daba.
Un sábado tuvo que faltar obligadamente al orfanato. Colque se había emborrachado y le había destrozado la cara a un policía que se quiso sobrepasar en “Casa Bonita”.
El Juez le dio dos años de cumplimiento efectivo y esta vez no Judith no podía utilizar sus métodos para aligerar la pena.
Así que se cargó de otro compromiso más los Sábados, iba aparte de visitar a Raúl al orfanato, a Colque a la Carcel. A uno le llevaba facturas y al otro 8 etiquetas de cigarrillos negros y cuando, los controles eran más ligeros se las ingeniaba para hacerle llegar una botella de Whisky.
Ella no sabía manejar así que se tuvo que conseguir un nuevo chofer, otro “coya” ex-boxeador de apellido Tamayo.
Judith se rehusaba a manejarse en Taxi. Creía que los taxistas eran de lo más indiscretos con los secretos de los clientes. E ir a un orfanato y una cárcel todos los sábados, le daría una razón a la chusma salteña para pensar que iba a visitar un hijo abandonado y un amante, en ese orden.
Ella era la dueña de la peluquería más próspera de Salta y para las afueras debía aparentar normalidad.
Un Buen Viernes que justo ella estaba visitando la casa de los travestis, viendo que no les faltara nada, una visita providencial sucedió.
El Juez que había condenado a Colque a Dos años de prisión venía a tomar los servicios de un travestido.
Llamó como un rayo al fotógrafo y lo hizo esperar al juez hasta darle la pieza con doble fondo que tenía acondicionada para las sesiones fotográficas.
De la sesión fotográfica no salió lo que se esperaba. El juez se dejó masturbar por el travesti y a su vez lo masturbó a él. No hubo penetración. Lo que más impactaba de la foto es que el travesti en cuestión estaba sin peluca. O sea era una foto de dos hombres masturbándose mutuamente. Judith hubiese esperado “La foto” de la penetración. Pero bueno algo tenía para empezar.
Ese mismo lunes, sobre de papel madera en mano se presentó ante el despacho del Juez. Este la recibió normalmente y ella fue directamente al Grano.
-Mire Señor Cornejo, yo tengo algo que a Ud. Le puede interesar y Ud. Tiene algo que a mí me puede interesar. Tómelo como un trueque y una posibilidad de seguir haciendo su vida normalmente sin que la sociedad entere de sus preferencias sexuales. Y le presentó el sobre en papel madera con la foto de su señoría masturbando a un travesti sin peluca y con bastante apariencia masculina.
-Ejem…. Esto es chantaje, le podrían caber de 3 a 6 años de prisión por esto que está haciendo.
-A Ud. Le podría caber una vida de deshonra familiar y le podría costar su puesto por comportamiento indebido.
-Ahora que ya sabe lo que yo tengo, por duplicado y en una caja de seguridad del banco al que pueden acceder otras personas si a mí me pasa algo. Paso a contarle que es lo que necesito.
-Hace aproximadamente 6 meses usted condenó a un hombre de apellido Colque a dos años de prisión efectiva por golpear un oficial. El interno tiene conducta intachable, es un buen siervo de dios y podría ponerlo en libertad con solo un llamado telefónico y una nota. Ese es el pacto que le vengo a Ofrecer. Las fotos por la libertad Colque.
Pasaron dos semanas y por la puerta de la peluquería apareció Colque, con el traje gastado, pero peinado a la gomina, con los zapatos lustrados y bien aseado.
-Doña Judith, usté es un angel!!! ¿Qué fue lo que hizo para sacarme de la cana? Quien sabe cuánto más habría aguantado en ese pozo. Dormía todas las noches con un chuchillo que me había hecho con los elásticos de la cama y las primeras cuatro semanas fueron de pura pelea cuerpo a cuerpo a ver quién se las aguantaba más. Por suerte no perdí ninguna y, convidando de los cigarrillos que usted me daba me gané el respeto de los demás internos.
-Mire Don Colque, vaya a San Juan y Córdoba, agarre el Packard y se va y se compra un traje como la gente en “Monsieur”, le dice que después la Sra. Judith va a arreglar con ellos.
Ahora tenía dos choferes y guardaspaldas. Tamayo y Colque.
Colque se le presentó a Tamayo, le dijo que él era el guardaespaldas y chofer de la Srta. Judith y que seguro ella se iba a encargar de que ambos tuvieran trabajo, juntos o por separados.
Colque agarró el Packard, enfiló a la tienda “Monsieur” y de los trajes negros que había se probó todos. Uno le gustó más que los demás, era negro a franjas verticales también negras pero de otro género. Se eligió una camisa blanca, una corbata celeste y zapatos tenía.
Esa noche Judith reunió a Colque y Tamayo en “Casa Bonita”.
Les dijo lo siguiente:
-Mire Ud. Colque con el prontuario que tiene no puede estar mas al frente de “Casa Bonita”, se encargará solo de ser mi chofer y custodio personal en caso de que lo necesite.
-Ud Tamayo, será el Bar tender, mañana mismo lo lleva Colque a “Monsieur” a comprar un traje blanco y un sombrero panamá. Actuará solo en caso de que la clientela esté pasando los límites normales de un encuentro con una chica y la cocaína estará reservada solo para clientes especiales que sabemos que se portan bien.
Llegó otro sábado, Judith enfiló para el orfanato con la esperanza que le dejaran sacar a Raúl a Dar una vuelta, al fin y al cabo su madre seguía siendo una de las benefactoras más importantes del hogar. Logró que los celadores le permitieran sacarlo dos horas.
Esas dos horas fueron gloriosas para Raúl que no conocía el centro ni el parque San Martín.
Comieron algodón de Azúcar, pasearon en los botes del lago, Raúl pudo montar el volante del packard en la falda de Colque y zas! Se terminaron las dos horas.
Se Despidieron y Raúl le preguntó a Judith ¿Por qué sos tan buena conmigo?
-El próximo sábado te contesto.


CAPITULO 3

Para hacer un raconto del mini imperio que se estaba armando Judith en Salta, este estaba compuesto de
·         Una peluquería importante.
·         “Casa Bonita” la casa de citas y de alterne de 7 chicas.
·         La casa de los travestis, que iba en franco ascenso comercial.
Pero estábamos en la pregunta que le había hecho Raúl, el niño del orfanato a Judith, ¿Por qué sos tan buena conmigo?
-Ella le contestó que cuando tenía la misma que Raúl edad tuvo que alejarse de su familia sino la mataban y que sabía lo que era estar sola en el mundo. Y él solito leyendo Juvenilla, le demostró que sabia lo que era estar solo y no temer por ello.
Le contó que tenía grandes planes para él cuando terminara sus días en el asilo. Que lo iba a inscribir en la técnica y luego podría elegir que estudiar, en Cordoba, Buenos Aires o Donde sea.
Los ojos de Raúl se iluminaron de esperanza, el quería ser abogado para terminar con las injusticias de la sociedad.
Según se iban dando las diversas actividades de Judith, cada vez se hacía más difícil esconderse de la TZVI MIGDAL “la mafia Judía”, que si no había actuado hasta el momento era porque ella era mujer y tenía contactos poderosos.
A casa Bonita solo se entraba de etiqueta, no existía el elegante sport. Cuando Rainundo Avruj quiso entrar, Tamayo lo detuvo en la entrada porque no daba con el código de vestimenta que se estilaba para la casa.
Raimundo salió destilando palabras en Idishe y prometió que volvería.
De pronto se avecinaban los infaltables “Socios” para Judith. El TZVI MIGDAL tenía tentáculos por todos lados. Judith tenía que pactar con ellos para poder seguir trabajando tranquila.
En un mitin realizado en el hotel Salta hablado en estricto IDISHE, quedaron de acuerdo de que ella no se expandiría más con prostíbulos y que le quedaba prohibido el negocio de la prostitución callejera. Cosa que ella aceptó porque ya tenía demasiado para atender con lo que tenía.
Convinieron que la Organización compraría el lote lindante al fondo de “Casa Bonita” y allí pondría un “Doble fondo de apuestas”. Ruleta, Black Jack y Póker. Y que por este concepto Judith recibiría el 20% de las ganancias.
Se agrandaba el negocio de Judith, pero tener socios no la convencía y menos convertir “Casa Bonita” en un casino ilegal.
La dinámica de “Casa Bonita” cambió, la mitad de los asistentes iba a parar al falso fondo a apostar, si salían beneficiados se hacían algún pase con las chicas. Si la suerte no los acompañaba (y si todavía les alcanzaba la plata) se tomaban un trago con el “Coya” Tamayo.
Pero el 20% de las ganancias del Casino compensaba con creces lo que perdía Judith en los pases con las chicas.
Ahora las iría adiestrando para que fuesen damas de compañía de los jugadores. Que apuesten con ellos, que les dejen elegir los números de la rula, que les den la fantasía de que ahí adentro tienen novias hechas y derechas.
Eso le rindió sus frutos. Los apostadores pagaban más que lo habitual por tener una acompañante en las apuestas. Y si elegían a esta como su “Querida” eran más abultadas las sumas de dinero que recolectaban las chicas, dinero que volvía al 50% a los fondos de Judith.
Llegó otro Sábado de Facturas y visita al orfanato, esta vez Raúl no la quiso ver.
Una cocinera hizo correr la bola por todo el orfanato que Judith era una puta. Cuando Judith se acercó a Raúl para ver lo que le pasaba este le espetó: -Vos trabajas de Puta, lo mismo que mi mamá cuando la mataron!
Judith lo quiso abrazar pero Raúl se rehusó, tendría que llevarlo a la peluquería para demostrarle que trabajaba de peluquera.
Judith, mediante “colaboraciones internas” se enteró quien fue la cocinera que hizo correr la bola.
La esperó un mediodía de sábado en el Packard y con apacibilidad la hizo subir para llevarla a la peluquería.
Llegaron a la Peluquería y había dos clientas por atender. Judith las hizo salir, les dijo que volvieran a la tarde que tenía que arreglar una novia sí o sí y era urgente. La novia era la cocinera delatora.
Sin dejarle elegir el look de una de las revistas, dos de las peluqueras más diestras de la peluquería se encargaron de Darle volumen al pelo, teñirla en tonos ceniza, maquillarla y enseñarle a rizar las pestañas. También le hicieron las manos
Era otra mujer. Cuando terminaron, luego de dos horas de arduo trabajo se le acercó Judith con una navaja de peluquería que se la posó en el cuello y le dijo: “Las putas no convertimos mujeres abominables en mujeres lindas” y esto te lo hicimos para que cuando vayas al orfanato le digas a todo el mundo que te atendieron en mi peluquería y quedaste así. Que te arrepentís de haberme llamado Puta y muy especialmente a Raúl, le decís que te equivocaste. ¿Estamos?
Al sábado siguiente le dejaron Sacar a Raúl 4 horas. En ese poco tiempo fueron al cine, comieron pochoclos con miel y se alejaron un poco de la ciudad para andar en el Packard. Cuantos Botones tenía ese auto y era como deslizarse en un colchón.


CAPITULO 4

Una rara escena se vivió en la casa de los travestis. El senador que había sido chantajeado con la foto siendo penetrado, apareció con la firme decisión de llevarse a su amante ocasional al Brasil y ahí comenzar una nueva vida de cero y sin tapujos.
Resulta que este senador estaba escapando de una denuncia por coimas que le habían hecho los petroleros de Tartagal, por recibir dinero de la British American Petroleum (B.A.P) para establecerse allí en términos leoninos para la provincia y la nación.
Y en su escape elegía al muchacho con el que se habían masturbado mutuamente en vez de su familia.
Ya estaba acabado, no le quedaba más que el efectivo que pudo rescatar del banco y su nuevo novio si el aceptaba.
Judith medió en las partes. Le hizo ver al chico gay que en Brasil podría darse una vida que acá sería muy complicada de llevar adelante. También le hizo ver al Senador que tomaba una decisión
Para siempre, dejando su familia deshonrada y sin una pensión. Al margen que no la necesitaban porque eran de la casta de Salta que siempre tiene palenque donde rascarse.
Al final entre gallos y medianoche, el Senador y el muchacho abordaron el Packard y fueron conducidos hasta la terminal de ómnibus.


CAPITULO 5

El Falso fondo de “Casa Bonita” funcionaba a full. Pero como en todo casino hay prestamistas, este no era la excepción. Adentro del casino había una oficinita donde se empeñaban Relojes, Anillos de Oro, Escrituras de Casas, Boletos de compra Venta de Autos. Cosechas enteras de caña y tabaco.
El encargado de otorgar los préstamos era ni más ni menos que Rainundo Avruj. Personaje que Judith odiaba por su condición de prestamista o empeñador de cosas. Le hacía Recordar a su primer marido Isaac Rubín. El empeño le parecía una acción desesperada siempre con buitres revoloteando sobre la necesidad ajena.
Con esto de los empeños surgió la necesidad de abrir un local para ofrecer la mercadería adquirida por esta vía.
Con la organización convinieron que esta tarea le tocaba a Judith.
¡Otro negocio más, una casa de empeño!
Ella aceptó bajo la condición de que no sea Rainundo Avruj quien estuviese al frente. Ella eleigiría un candidato que supiera de Arte, antigüedades, relojería y piedras y metales preciosos para estar al frente.
No le costó conseguir candidato a cubrir el puesto. El marido de una clienta era experto en tasaciones del Banco de Salta y recién se había jubilado.
Tenía tiempo para atender el negocio y era justo y parcial en sus estimaciones. La mayoría de bienes que procedían de “Casa Bonita” eran anillos de oro, y la oligarquía salteña tenía la costumbre de estampar en ellos sus iniciales. Por lo cual estos iban derecho a fundición.
Este Sábado era especial, Era el cumpleaños de Raúl y Judith mando a decorar el orfanato con las mejores telas que consiguió en salta. Compró una pelota de futbol para cada niño del hogar. Mando a hacer una torta de 8 kilos y le donó al orfanato un combinado para que los niños escucharan los radio teatros y música. Era todo globos y colores, los chicos iban de acá para allá con sus nuevas pelotas, pero Raulito estaba en un rincón, un poco triste.
-Qué te pasa Raulito? Le dijo Judith, es que tengo miedo que me dejes. Que te consigas un novio o un marido y te olvides de mí.
-No seas Tonto, no me voy a olvidar de vos. Ni novio ni Marido pienso tener, son una pérdida de tiempo. Ahora ponete bien que vamos a soplar las velitas y encender el combinado.
Fue el primer festejo de cumpleaños de Raulito, cumplía 11 años.
Colque siempre la esperaba afuera. Entrar al orfanato le hacía recordar su propia infancia, que había sido institucionalizada.
Eran las 6.00 de la Tarde, Judith Salió del hogar y se dirigió al auto. Colque estaba mudo y le temblaban las rodillas. Como pudo le mostro dos disparos que tenía el auto en la puerta derecha trasera. Según pudo decir, solo le tiraron al auto. Y pudo identificar un Chevrolet Fleetmaster azul oscuro que fue desde donde se produjeron los balazos.


CAPITULO 6

Quiso el Azar que el Chevrolet Fleetmaster apareciera esa noche por “Casa Bonita”. Colque lo reconoció y le preguntó a Tamayo si reconocia a sus dueños.
-Son dos cordobeses que creen que se las saben todas, les hice dejar las armas en el mostrador y ahora están apostando en la rula cada uno con una chica.
Colque reaccionó y llamó por teléfono a Judith.
-Acá están los matones que le dispararon al auto.
-Pará Colque, ¿desde dónde me estas llamando?
-Desde Casa Bonita.
-Aguantame que me visto y voy para allá.
-¿Quiénes son?
-Esos dos Cordobeses que no parar de decir pavadas, molestar al crupier, y tocarle el culo a las chicas. Tenemos sus Armas en nuestro poder, se las hicimos dejar en la barra.
-Colque, Tamayo, vengan al fondo que tenemos trabajo que hacer. Cada uno agarra a uno y los llevamos a la oficinita de empeño. Los Atamos, van a la peluquería, me traen una navaja , jabón y cera de depilar. Que lo primero que vamos a hacer es pelarlos completitos.
-a Ver dijo Judith. Vamos a ver quién los mandó a balear mi auto. Cooperen porque si no les espera una noche larga.
-Andate a la puta que te parió Judía de mierda!
-Me han dicho cosas peores en la vida, a ver vos, vamos a empezar primero con vos, un poco de jaboncito, navaja y mira como vas perdiendo las mechas. No te creas que me olvide de las bolas y el pecho, pero eso va a ser con cera en caliente.
-Quien los mandó a balear mi auto? Es la segunda oportunidad que les doy. ¿no la quieren aprovechar?
-Bueno, ya tenemos al primer rapado, ahora toca hacerle el cavado y tiro de cola, ¿la cera ya esta caliente?
-Sí parece que sí señora.
-Bueno, un poco por acá, un poco por allá y track! No tenes mas pelos en las bolas, seguimos con el pecho.
-Pasame más cera Colque.
-Aquí tiene señora.
 -Bueno un poquito en el pecho, y track! Pecho sin pelos.
-Seguimos con el otro a menos que me quieran decir quien los mando a balear mi auto.
-Anda a la concha de tu madre judía puta.
-Bueno, repetimos el procedimiento, jabón y navaja en la cabeza, cera caliente en los huevos y el pecho.
-Van a volver a Córdoba nuevos.
-Colque Avisa a la casa de los travestis que vamos a hacer una visita con dos caballeros que quieren sus servicios. La casa invita. También llama al fotógrafo.
-Vistanse que tenemos que salir.
Los llevaron a los cordobeses escoltados dos cuadras, Colque y Tamayo, agarrados de los antebrazos.
Llegaron  a la casa de los travestis junto con Judith.
-Bueno chicos, esta es su última oportunidad, quien los mandó a balear mi auto?
-No te vamos a decir Puta de Mierda.
-Atenlos y déjenlos culo pa arriba. Kuky, Cyndy vengan que tenemos dos clientes que quieren ser penetrados, pero antes pónganle pelucas porque están rapados y no da para la fotito.
-Ahhhh se sintió en la casa de los travestis.
-Antes de continuar ambos cantaron que los había mandado, un dueño de un ingenio azucarero al que habían esquilmado con intereses de préstamos del casino.
Judith Sabia que la sociedad con la organización le iba a traer problemas. Ella estaba tranquila con su “Casa Bonita” su peluquería y la casa de los travestis.


CAPITULO 7

Como todos los sábados Judith fue al orfanato, le llevó a Raulito un libro de Emilio Salgari. Este la miró con ojos redondos, y le dijo “es el que quería” pero siempre está ocupado.
Judith le habló de Alemania, de su ciudad Stuttgart, de que cuando ella era chica había empezado clases de danzas clásicas y violín, pero tuvo que dejar todo por la guerra.
Le contó que a sus padres también los habían matado, frente a ella y que sin embargo la vida daba segundas chances para vivir. Ella no tuvo ni siquiera un orfanato, tuvo que salir a limpiar casas directamente y ahora estaba en una posición decente para darle su apoyo y afecto.
Raulito le dijo que era de Orán. Que vivían en una casa de chapa donde su madre se acostaba con hombres por plata, con un placar que separaba el ambiente. Un día un cliente no le quiso pagar, la madre lo amenazó con un cuchillo y este terminó incrustado en el pecho de ella.
Después que la policía vino estuvieron un tiempo en la comisaría y después mandaron a cada uno de sus hermanos a un orfanato distinto. Él no era bueno para el baile, pero un vecino le estaba enseñando a tocar la guitarra y pescar antes que pasara todo lo que pasó.
Extrañaba su vida en libertad.
De igual manera Judith pensaba en todo lo que hubiese podido ser si ella llegaba a ser bailarina del ballet de Stuttgart o concertista de Violín, con toda su familia junta.
Eran dos almas en pena reconociéndose en sus ausencias.


CAPITULO 8

Era febrero y “Casa Bonita” explotaba de calor y de clientela, un “Amigo de la casa” adicto al polvo blanco que servían de cortesía llegó en busca de compañía y algo de merca.
No era un tipo cualquiera, se estaba candidateando para vicegobernador de la provincia y tenía chances. Se manejaba como si nada le importara llegó al club pidió un sobrecito, se lo aspiró todo, eligió una chica y pasó a las habitaciones con ella.
30 minutos después, cuando Tamayo fue a anunciar el fin del turno, tocó la puerta dos veces y no recibió respuesta.
Esperó 10 minutos y entró para darle final al turno y encontró al individuo agarrado de los pelos diciendo ¿Qué hice? La había ahorcado a la polaquita Maria Szelagoswky. Estaba ya muerta y nada se podía hacer. Menos el escándalo de meter la policía dentro de casa bonita.
Judith se enteró a los 10 minutos y fue corriendo a arreglar los términos con el cliente.
Este debería encontrar a la familia Szelagoswky en Dock Sud y pensionarla de por vida en nombre de su hija muerta en un accidente. Otro de los términos era que el candidato no debía presentarse a elecciones. Un Asesino no podía ser vicegobernador. Y por último debía contribuir de manera vitalicia con el orfanato en nombre de Anne Marie Steinberg.
Esa era la forma de hacer justicia de Judith, a la clase alta salteña no la condenaban por matar una puta, pero Judith les hacía pagar de la manera que ella creía más justa.
El sepelio de la polaquita Szelagoswky fue una remebranza de una película extranjera, todas las asistentes rubias y pelirrojas, cualquiera diría que el oficio fue en Rusia, sino fuese por Colque y Tamayo que también estaban presentes.
Entre las pertenencias de Maria se encontraron anillos de diamante, anillos de oro, finos relojes de dama, un collar de perlas y una foto presuntamente sacada en polonia con ella de 12 o 13 años.
Judith Personalmente mandó a revender todo y enviarle un giro postal a la familia en dock sud, junto con un telegrama de pésame. Le dijeron a la familia que había sido un accidente de tránsito y que ella no había sufrido.
De todos modos no encontraron mucha correspondencia entre ella y su familia, por lo que cabe la duda si estaban en buenos términos.
La polaquita Szelagoswky era una de las mujeres de confianza de Judith, de hecho una de las que tenía acceso al archivo fotográfico guardado en la bóveda del banco.
La otra con acceso era Anna Borojovich, tanto Maria Szelagoswky, como Anna, eran las dos primeras chicas que reclutó Judith. Eran por lo tanto sus mujeres de confianza y las depositarias de todos los secretos que engendraba la profesión.
Judith se había quedado sin una de sus mujeres de confianza, debía encontrar otra persona en quien confiar los archivos que guardaba celosamente. Colque que era un hombre agradecido en todo el sentido de la palabra era un buen candidato. Ella lo había hecho zafar de la cárcel. Era callado y entregado a la labor. Conocía los misterios de la profesión y no dudaría en ir al “intransigente” con todo el archivo completo de fotografías en caso de que le pasara algo a Judith.
-Prepará el auto que vamos al banco le dijo Judith a Colque. Llevá tu cédula o documento que tenemos que hacer unos papeles.
Una vez en el banco, cuando el agente los hizo pasar, Judith lo dejó a Colque como autorizado a acceder a su bóveda.


CAPITULO 9

Llegó otro Sábado en el orfanato Raulito estaba a dos años de Salir de ahí y podría empezar su vida con su madrina.
La sola idea de una casa con una cama y una pieza para él solo, lo contentaban. Le hacían más fácil el mal trago del orfanato. Judith se cuidaba de hacerle regalos ostentosos, era un orfanato y todos los niños merecían igual trato. Estuvo tentada de comprarle una guitarra pero en la institución se la prohibieron, así que se fue a una casa de música y pidió 50 instrumentos distintos sin importar su precio, lo único que debían haber 4 guitarras, 4 bandoneones, 4 violines, 4 trompetas y lo demás surtido como para armar una orquesta pequeña. Hizo el donativo al orfanato a nombre de Anne Marie Steinberg y cada sábado que iba podía ver como los chicos iban progresando.
Raulito que había empezado con la guitarra se inclinó por el bandoneón (eligió bailar con la más chueca, por la dificultad del instrumento).
Cada sábado que Judith iba, lo encontraba a Raulito peleando con el fuelle y los acordes en diagonal, no se cansaba de sacarle jugo al instrumento.
El profesor de música decía de él que tenía mucho potencial.
A Judith le gustaba el tango, le hacía acordar a las melodías hebreas y es cierto que el tango tiene mucho de ellas.


CAPITULO 10

Todo volvió a la normalidad en “Casa Bonita”, colgaron una bella foto de la polaquita Szelagoswky y adelante se alternaba y atrás se apostaba.
En la peluquería iba todo viento en popa, hasta que un jueves en el que justo estaba Judith, Cayó una vecina del barrio juntando firmas para “Erradicar” a las putas porque este era un barrio de gente de fe y buenas costumbres.
Judith, fuera de sus cabales le dijo a la vecina, ¿sabe usted lo que es una puta?, una puta es una mujer que se casa con un hombre solo para que la mantenga, una puta es aquella que elige la clase social antes que la persona con la cual se va a casar. Si hay que juntar firmas para que se vayan del barrio esas mujeres no queda una sola mujer en este barrio y yo soy la primera que le firmo.
Dos días después tenía en la puerta de la peluquería 5 mujeres repitiendo el rosario una y otra vez como si estuviesen poseídas.
Igual la clientela de la peluquería no mermó, eran las mejores de Salta, transformaban “Carne Cansada” en Belleza.
La casa de empeño iba bien, se hacían tratos justos y los clientes estaban satisfechos. Eventualmente se comenzó a llenar de obras de Arte y el oro que mandaban a fundición alcanzaba para pagar el alquiler, pagarle al empleado y obtener una ganancia importante.
La casa de los travestis era una deuda pendiente de Judith, ella les debía mucho respeto y quería replicar la experiencia de “Casa Bonita”, pero por el tenor del negocio, este se debía mantener en cierta marginalidad que lo invisibilizara, cierto es que los travestis generaban tanto dinero como las chicas de “casa bonita”.
Judith había sin proponérselo, construido poder en el barrio y la ciudad, Sacaba presos de la cárcel, hacia donativos al orfanato a nombre de su madre, había evitado que un candidato a vicegobernador se postulara, les atendía el pelo a las mujeres de la alta sociedad salteña y atendía sexualmente a sus maridos. Tenía un peso específico en la sociedad y un magnetismo especial para los negocios.


CAPITULO 11

Ella era una descreída total de la política en términos de que conocía a la casta de políticos en el poder, lo viciosos que eran, la doble moral que profesaban, lo corrompibles que se mostraban en “Casa Bonita” manoseando a las chicas y queriéndoles regatear el precio de sus servicios.
Una buena tarde cayeron a la peluquería dos chicos barbudos, rubios, los reconocía del barrio de haberlos vistos de chicos, eran seguro de origen Judío. Estos chicos le trajeron de regalo “El Capital De Marx” edición en alemán. Y le hablaron de que la revolución de la américa libre estaba en marcha. Que solo necesitaban dar a conocer sus ideas y en el más extremo de los casos combatir por ellas.
Ella agradeció de buen gusto el regalo y les preguntó que podía hacer por ellos, a lo que ellos contestaron, colaborar para hacer afiches y pegatinas contra Patrón Cornejo que se postulaba para Senador nacional y si llegaba iba a votar a favor de arancelar la universidad pública.
Judith les dijo – Regresen mañana que algo les tendré, pero tienen que venir a la una de la mañana con calzado cómodo como para correr.
Regresaron los rusitos a la una de la mañana del otro día y los estaba esperando un camión con 500 afiches, engrudo y una cuadrilla de 10 changos como para empapelar toda la ciudad. También había dos cajas con una tarjetita cada una que decía “Puede que las necesiten, sino ahora, más adelante” con una metralleta Thompson cada una.
Esa noche Judith se había convertido en operadora política de la izquierda revolucionaria. Y se había ganado dos “Leales” a su propio bando.
Dos por tres los rusitos iban a hablar de política a la peluquería (cuando no había clientas) y le contaban a Judith sobre la guerra de guerrillas, cuba, la unión soviética y ella escuchaba atentamente porque estaba de acuerdo en todo cuanto le contaban.
Ella era una capitalista revolucionaria, si es que existe esa categoría.


CAPITULO 12

John Nicholas Smith era explorador de petróleo. Llegó a Tartagal y un viernes aburrido del pueblo agarro la camioneta y se fue a distender a Salta. Cuando llegó le preguntó por casualidad a uno de los rusitos de izquierda donde podía tomar un trago y pasarla bien y este no dudó en recomendarle “Casa Bonita”. Era alto, cabello entrecano y tenía las facciones de un cowboy de western. Había combatido en la segunda guerra mundial y estuvo prisionero de los alemanes durante dos años. Judith estaba de casualidad en “Casa Bonita” y el flechazo fue instantáneo. El no hablaba castellano en lo más mínimo porque solo llevaba dos meses en tartagal, pero si hablaba alemán porque lo había aprendido estando prisionero. Ella lo invitó una copa y se pusieron a charlar sobre sus vidas, a que se dedicaban, él le contó que a la exploración de petróleo y ella le dijo que era empresaria, lo cual era una verdad a medias.
Ella lo invitó a su casa que estaba a dos cuadras de “casa bonita”, tomaron champagne e hicieron el amor como ambos no lo habían hecho en años.
A la mañana siguiente desayunaron juntos y el partió a Tartagal y ella al orfanato a ver a Raúl.
Quedaron en verse dentro de dos semanas, cuando el regresara a Salta.
Raúl ya era un fenómeno con el bandoneón y la deleitaba a Judith con “Por una Cabeza”, “Tinta Roja” y “Milonga triste”.
Ella ya estaba pensando en cómo blanquear sus negocios para cuando Raúl saliera del orfanato. Y si quería empezar una relación con John, también tenía la alternativa de decirle la verdad y que salga huyendo o blanquear sus negocios. Tal vez quedarse solo con la peluquería y venderle la llave de “casa bonita” a la organización.
¿Pero sus chicas como iban a ser tratadas? ¿Y la casa de los travestis? Como iban a ser los arreglos económicos.
Decidió hacer un mitin con “la organización” y ofrecerles la llave de la “Casa Bonita” y la de los travestis.
Solo se quedaría con la casa de empeño y la peluquería.
John volvió dos semanas después, le costó ubicar la casa de Judith pero lo logró.
Judith le contó  de qué trabajaba y que tenía pensado vender los negocios  non-santos para comenzar de nuevo con algo legal.
John con su pensión de guerra tenía para dos años de alquiler de un local grande y los contactos para importar Jeeps Overland a la Argentina.
Judith vendió la llave de la casa de los travestis y casa bonita, con la condición que la dejasen visitar a ella y al médico la casa una vez al mes. Con lo que sacó de “Casa Bonita” y la casa de los travestis le alcanzó para los primeros 30 jeeps.
Judith y John hicieron una fiesta inauguración descomunal, estaba invitada toda la alta sociedad salteña y había muchos hombres de campo solos que estaban extasiados por los vehículos y las Rusas vestidas de fina etiqueta.
Willys Overland era una marca muy prestigiosa de jeeps en el mundo y solo entraban a la argentina por embajadas, así que tener uno era signo de poder.
Solo esa noche se señaron 15 y se pagaron al contado otros 7.
John tuvo que llamar al día siguiente para que le embarcaran otros 30. Al concesionario le pusieron Steinberg/Smith vehículos especiales. También traían motos inglesas por pedido, Norton y BSA.
Había un sobrante de dinero de la venta de “casa bonita” que fue a parar a un nuevo emprendimiento de Judith y John. Lavaderos de Autos. Un concepto totalmente nuevo en Salta que le daba trabajo a 30 chicos recién egresados del orfanato.
Lo que iban ganando lo iban convirtiendo en oro en la casa de empeño. Comenzaron a construir una casa en Campo Quijano no muy grande, de tres dormitorios, uno para Raúl, uno matrimonial y otro para eventuales visitas, hicieron la casa de acuerdo a un modelo que vieron en la Revista “Bauformen”, una casa racional alemana, pero con el agregado de una galería al oeste.
Plantaron Azares y cerezos, el predio tenía más de una hectárea, tenían un potrero con caballos para salir a cabalgar en las tardes de otoño y primavera.
Cumpliendo con el trato de ir a ver una vez por mes como se desarrollaba todo en “Casa Bonita”, Judith se encontró con que las chicas estaban desatendidas, comían mal, estaban enfermas, las hacían trabajar hasta 10 turnos por noches y la clientela había descendido de nivel, por lo cual recaudaban la misma plata por el doble de trabajo.
Así que se le ocurrió una idea. Capacitar a las chicas en peluquería y abrir una sucursal de la peluquería que se llamaría “El estilo 2”. Las chicas eran libres de palabra, en eso habían quedado durante la venta de casa bonita. “El estilo 2” abrió sus puertas 3 meses después en barrio sur. No era una sucursal para la alta sociedad sino para la clase media del barrio. Pero la calidad de los trabajos era la misma.
Ya faltaba un mes para que le dieran el alta a Raulito del orfanato, la casa que están construyendo estaba a punto de concluirse, Judith y John se casaron y por fin pudieron adoptar a Raulito que ya tenía 13 años.
Cuando por fin salió la sentencia de adopción, Judith, John y Raulito festejaron a lo grande en el hotel Salta. Raulito se pidió un bife de chorizo con papas fritas (que no sabía lo que era) y se quedó asombrado de comer comida con “gusto a algo”. La gaseosa con la que acompaño el plato le pareció un elixir de dioses.
Inscribieron a Raúl en la técnica 2, fue un alumno brillante, abanderado dos veces, pero le venían mejor las ciencias sociales que los conocimientos técnicos.
John le enseño en el campo a disparar.


CAPITULO 13

Judith, John y Raúl (que ya no era tan Raulito), hicieron un viaje a Estados Unidos a conocer a la familia de John. Vivian cerca de Nueva York y se dieron el lujo de hospedarse dos noches en el Waldorf Astoria.
La familia sabía todo los que se podía saber por carta, que ella era una mujer judía empresaria, que habían adoptado un hijo grande y que estaban formando una familia como podían.
La familia insistió que se quedaran intentando hacer una vida en Estados Unidos, pero ellos ya estaban demasiado arraigados a Salta como para poder dejar.
Raúl se quedó encandilado con las luces de Nueva York y con vértigo por las alturas de los edificios, pero lo que más le llamaba la atención era la gente pidiendo en las calles.
Pasó el tiempo, los negocios marchaban bien y Raúl se graduó de la escuela técnica y tenía todo el verano para pensar en qué carrera quería seguir. Pero tenía claro que Abogacía en Córdoba.
Les pidió a los padres que quería vivir en una pensión en Alberdi. No quería lujos que los demás estudiantes no tenían. Aparte iba a hacer muchos más amigos viviendo entre los humildes que ocupando un paquete departamento de la calle Colón. Sus padres respetaron su decisión. Los fines de semana, Raúl tocaba en una orquesta típica el bandoneón y con eso se costeaba los apuntes de la carrera. Era mínimo lo que les pedía a sus padres, que siempre le mandaban encomiendas con tortas, gaseosas, fideos, conservas, mermeladas, dulce de leche y algo de ropa.
Tardó tres años y medio en recibirse, hizo la carrera en menos del tiempo que llevaba hacerla.


CAPITULO 14

 Raúl volvió a Salta y sus padres le pusieron un estudio de Abogacía. Steinberg/Smith Abogados Laboralistas.
Durante su práctica aceptó trabajos de ingenios y mineras, obreros accidentados que habían quedado a la buena de dios y sin pensión. Y Ganó muchas veces.
Ya empezaba a hacerse enemigos dentro de la oligarquía poderosa de Salta.
Una noche llegaron al estudio de Raúl, los rusitos troskos que había ayudado Judith, le contaron  que sabían de su trabajo y lo valoraban pero le dijeron que la verdadera revolución no se resolvía caso por caso. Que era cuestión de involucrarse en la causa de la américa libre. Le hablaron que había que pensar en grande la américa libre, le comentaron también de la lucha de clases y de la socialización de las ganancias en las empresas. Lo invitaron formalmente a formar parte del P.R.T (partido revolucionario de los trabajadores).
Esa noche Raúl no pudo dormir, sentía que ese llamado no debía ser desoído y si quería aspirar a algo más grande que ganar juicio por juicio a las empresas que al final terminaban ganando, debía asumir el papel que le fue ofrecido.
En Salta no se llevaban a cabo acciones que implicaran violencia, pero al poco tiempo de transitar sus primeros pasos por el P.R.T, comenzó a ser seguido con minuciosidad por la policía.
Cada dos por tres era detenido, y su madre, cuando no aparecía por Quijano tenía que ir a buscarlo por las comisarías. Su madre y su padre estaban aterrorizados por Raúl y, este parecía no tener miedo.
Le Rogaron que deje su actividad en el P.R.T y vuelva a su estudio, consejo que desoyó diciendo que él estaba donde estaba por una causa más grande.
Dentro del partido consiguió una novia que enseñaba a leer y escribir en barrios precarios, Stella Kirschbaum.
Judith y John Vivian con el corazón en la boca. La última ausencia de Raulito los llevo a Orán, donde quedó alojado en la comisaria por 15 días, el motivo resistencia a la autoridad.

Estaban Raúl y Stella estaban enseñando a leer y escribir a los bagalleros de la villa al margen del río. Esto parece que al intendente no le gustó mucho y los mando a encanar.
A la salida de la comisaria Raúl pesaba 10 kilos menos, tenía la barba larga y la ropa hecha un desastre.
Era Mayo del 72, una noche fría de otoño. Raúl Salió de su estudio y sintió que dos autos lo perseguían a paso de hombre. Cuando quiso acelerar el paso, le cruzaron uno de los autos y lo metieron encapuchado en otro.
No volvió esa noche a Quijano, ni la próxima ni la otra.
Su madre desesperada salió a buscarlo por las comisarías, pero en todas le negaban el paradero.
Tamayo, su ex guardaespaldas la llamó diciéndole que había visto como metían a Raúl en la dependencia de la federal. Hacía ya tres noches.
Judith averiguó el nombre del comisario y fue a cotejar con su archivo a ver si encontraba algo comprometedor para hacer el trueque por su hijo. Lo que encontró fue muy fuerte, el Comisario, el actual gobernador y el arzobispo tomando cocaína en casa bonita con una mujer en la falda cada uno.
Se Armó de coraje, tomó una sola copia de la foto de su archivo y fue con el sobre en papel madera a la oficina del comisario a preguntar amablemente por el paradero de su hijo.
El comisario la hizo esperar dos horas y media, cosa que a ella la enfureció más y cuando la atendió le dijo:
-Ya le dije que no tenemos a su hijo, no venga a joder más por acá porque la vamos a meter presa a usted.
-Ella no dudó en tirarle el sobre en la mesa.
El comisario pasó por todos los colores faciales antes de decir una sola palabra.
Judith agregó que tenía copias para ser impresas y que si su hijo no aparecía en dos horas no iba a dudar en empapelar la ciudad con la foto.
El comisario le pidió un segundo, hizo dos llamados telefónicos y en media hora Raúl estaba libre con algunos golpes en la cara.
-Déjeme decir algo Puta de Mierda! Agregó el comisario. Hasta las putas tienen códigos.
-Los tendrán, sino pregúntele a su mujer como hizo para aguantarlo tantos años.
Y salieron Judith y Raúl de la comisaría de calle Sgo. Del Estero.


CAPITULO 15

Esa Noche fue muy larga en la casa de los Steinberg/Smith, quedaron de acuerdo de que argentina ya no era un lugar seguro para Raulito. John tenía contactos en Panamá de la Willys-Overland. Comenzaría como vendedor allá y luego si progresaba Judith y John le mandarían fondos para ponerse una agencia propia.
Y donde iban a parar las ansias de liberar a américa del sur de la opresión yankee, donde iban a parar los ideales de la socialización de ganancias empresarias y las causas por las cuales había empezado a luchar Raúl.
Que diría Stella sobre este nuevo modelo Burgués de vida que los llevaría a claudicar en todas las batallas.
Raúl citó a Stella y le contó lo cerca que estuvo de desaparecer y que los nuevos planes eran irse a Panamá a vender autos.
Stella lo interrumpió diciéndole que iban a tener un hijo y lo iban a criar en un hogar pequeño burgués.
A Raúl se salió el corazón por la boca, ahora que se enteraba que iba a ser padre, si Stella no se iba.
Fueron noches muy intensas en la casa de los Steimberg/Smith. Judith se sinceró con Stella y le contó de sus pequeñas revoluciones para dignificar el trabajo de prostituta y todo lo que había arriesgado su vida en pos del bien común. Cualquier posición en la que le tocara estar le abría la posibilidad de hacer de este mundo algo menos miserable y trágico. Aunque sea escribiendo y publicando, que era una actividad menos riesgosa. Raúl también se podría sacar sus ansias de “justicialismo” escribiendo desde la lejanía sin riesgo a ser desaparecido.
Stella y Raúl debían reflexionar como una pareja y lo que estaba ahora en riesgo era su propia vida y la del hijo que llevaban consigo. Stella había caído en cana tantas o más veces que Raúl los dos estaban fichadisimos y la próxima vez no correrían tanta suerte. La gente que andaba “chupando” militantes en Salta era mayormente de Buenos Aires y de Córdoba, así que Judith no tendría más cartas para jugar el juego de “la fotito”.


CAPITULO 16

Así que en Junio del 72, Stella y Raúl partieron (lloradera de Judith de por medio) con destino a Ezeiza y de ahí a Panamá vía Miami.
Llegaron a Panamá, tomaron un taxi hacia la dirección que les asigno John y los atendió un panameño sonriente llamado Wilmer Peña, indicándoles cuales serían sus horarios de trabajo y sus oficinas. Cuál Era el porcentaje por venta y cual el sueldo fijo.
Haciéndose la tarde los llevó a lo que sería su departamento, los dejo solos con sus maletas y comenzaron a desempacar.
Stella había perdido contacto con su familia cuando se afilio al P.R.T, pero no le pareció mal telefonearlos para ponerlos al tanto de sus novedades.
A los pocos días de estar trabajando, cayó un soviético al concesionario y pidió ser atendido por Raúl Steinberg. Quería 20 jeeps en cuba para el mes entrante.
Tuvieron que hacer una maniobra de Exportación de piezas de museo pertenecientes a cuba para poder cumplir con la requisitoria.
Una vez llegados los jeeps y resuelta la venta Raúl sintió orgullo de ayudar aunque sea con un granito de Arena a la Revolución.
El embarazo de Stella Iba bien, ambos acordaron que si era hombre lo iban a llamar Alan y si era mujer Alondra.
Otro comprador soviético apareció por el concesionario de Overland. Esta vez su pedido era más difícil de satisfacer, quería 20 jeeps fuertemente artillados en 45 días en cuba.
Raúl sintió que esta era una nueva oportunidad de ayudar a la revolución, averiguó por todo panamá quien podía artillar los jeeps y quien sería el trader de la mercadería hacia cuba. En 20 días tuvo los jeeps listos despachándose en el puerto en conteiners de “Ayuda Humanitaria”.
Stella estaba al tanto de todas las negociaciones y se sentía orgullosa de su hombre.
3 meses después  Cayó otro soviético y esta vez pidió entrevistarse con Wilmer Peña y Raúl Steinberg. La compra no era de jeeps, sino de fusiles semiautomáticos AK47, necesitaba 100 con 100.000 municiones todo esto puesto en cuba en 25 días. Sin Ruborizarse Wilmer los llevó hasta su auto, un Jaguar negro. Juntos el soviético, Raúl y Wilmer se dirigieron al puerto. Ahí Wilmer mostro unas credenciales que tenía pegadas en el parabrisas de su auto y entró a la zona restringida de containers.
Abrió uno de ellos que estaba con candado y para sorpresa de Raúl y el soviético, este estaba lleno de cajas. Abrieron una y había un AK47 reluciente abrieron otras dos y había cajas de mil municiones cada una. Cerraron el trato en U$D 500.000 con flete y todo. Volvieron al Jaguar y siguió la jornada laboral como si nada hubiese pasado.
A Raúl se le aceleraba el pulso. Ayudar a la Revolución cubana casi siendo protagonista era demasiado para él.
A esta altura se dio cuenta que los soviéticos y Wilmer lo estaban tanteando para ver cuán confiable era.
John Sabía de antemano que Wilmer le iba a hacer encargos a Raúl para ser partícipe de la revolución. Wilmer era Nacido en estados Unidos y había peleado Junto a John en la segunda guerra.
Se fue a Panamá para disfrutar de su retiro y ahí encontró el puerto obligado más grande del mundo para hacer negocios.
Raúl anhelaba contarle a sus compañeros, que estaba abasteciendo de Armas la revolución cubana. Pero por seguridad era un secreto guardado bajo siete llaves.
Por fin nació Alan, Alan Steinberg. Decidieron ponerle un solo apellido el que llevaba Raúl.
Judith y John viajaron hacia panamá a conocer al bebé. Ahí decidieron hacer un viaje juntos a Cuba.
A Judith la reconocían en todos los restoranes donde entraban y en el Tropicana la llamaban por su nombre. Ahí fue donde se dio cuenta Raulito que su mamá tenía negocios protegidos en Cuba porque había hecho aportes a la revolución. El Oro que generaba en Salta iba a parar a mas “casas bonitas” en cuba, Sicilia y otros lugares del mundo. Raulito, Stella, John, Alan y la descendencia de Alan no tendrían que trabajar más, el mundo estaba rendido a sus pies. Ahora que eran abuelos Judith y John tenían un motivo para vivir cerca de su hijo Raúl. En Argentina Oscurecía y la violencia e intolerancia política los ponía en permanente peligro. El silencio de Judith era el bien más preciado por la oligarquía salteña, en cualquier momento a cualquier milico asustado se le ocurría desaparecerla a ella y a todas sus chicas por las dudas. Tamayo y Colque se quedarón en Salta a cargo del concesionario Willys-Overland, Colque controlaba en recorrida manañera los lavaderos y las remesas mensuales de la venta de autos y los lavaderos se convertían en dinero para comprar oro en la casa de empeño.
Colque estaba autorizado ingresar a la caja de seguridad de Doña Judith y ahí atesoraban el oro que juntaban.
Tamayo se casó con una de las rusitas y tuvo 4 varones, todos fueron al colegio Roca y más tarde al industrial N2. Uno de ellos se convirtió en ingeniero, otro en médico veterinario y los otros dos optaron por el deporte, uno por el Boxeo y otro por el ciclismo.
Anna Borojovich se quedó a cargo de las peluquerías y descontando los sueldos, convertía las remesas en oro y también las depositaba en la caja de seguridad de Judith.
Al volver la democracia, Raúl sintió deseos de volver a su patria. Pero sintió que la volubilidad de Argentina no era garantía para volver. Un Radical iba a durar lo que un pedo en la mano, en eso se equivocó.
Una vez por año Judith ya radicada en Panamá viajaba a Salta, retiraba el oro del banco, lo convertía en moneda en su propia casa de empeño, repartia el 20% de las ganancias entre los empleados y giraba el dinero restante a la cuenta Willys-Overland de Panamá.
Si, Willys Overland de Panamá era un invento de John y Judith para mantenerlo ocupado a Raúl jugando a la guerra fría contra los estados unidos, pero de un modo seguro.
Judith no quiso volver a Stuttgart, sentía que su patria estaba donde estaban Raúl, John y Alan.
Alan Creció y se fue a estudiar mercadeo en Estados Unidos, se especializó en bienes Raices y Hoy por hoy conduce una empresa que se llama Alan Steinberg Real State Company. Construyen rascacielos en panamá, Miami y puerto madero, justo a unos metros del hotel de los inmigrantes donde su abuela comenzó a engendrar su historia.




Autor:
Federico Augusto Musicante

País:
Argentina

Contacto:
fedemusicante@hotmail.com





La sombra de Prometeo

No hay comentarios:

Publicar un comentario