DISPUTAS MILESIAS

                Por  Genaro Tolosa


Disputas milesias
(O diálogo sobre la sordera y ceguera intelectuales)

[…]

Anaxímenes: ¡Aguas!, Tales. No todo proviene del agua. Esta cruda que cargo no puede proceder de ella.

Tales: Estás deshidratado. Has perdido gran cantidad del principio de todas las cosas.

Anaxímenes: No. Vaya que sí me hidraté y en serio, pero de un montón de whisky y del más barato. Esta resaca me hace sentir muy mal, me falta aire, me falta el principio de todas las cosas.

Tales: Te falta agua.

Anaxímenes: ¡Aire!

Tales: ¡Agua!

Anaximandro: Su discusión huele a conclusión indeterminada, zopencos. Tal conclusión, al igual que todo, es algo indeterminado y posible por lo más indeterminado: esto es verdaderamente el principio de todas las cosas.

Tales: Siempre de aguado el Anaximandro.

Anaxímenes: Yo diría airado. Fíjate el tonito odioso con que dice lo que dice.

Tales: ¡Aguado!

Anaxímenes: ¡Airado!

Anaximandro: Su idiotez es indeterminada, al igual que…

Tales y Anaxímenes al unísono: ¡Al igual que la cantidad de posibles candidatos para saber quién es tu verdadero padre!

Tales: Pero fíjate bien, Anaximandro, que esas aseveraciones no te quitan la necesidad de agua para sobrevivir.

Anaxímenes: Y eso que dices, Tales, no le quita el necesitar aire para no morir en cuestión de minutos.

Tales: No la hace sin agua.

Anaxímenes: ¡Sin aire!

Tales: ¡Sin agua!

Anaximandro: Su agua, aire y ustedes mismos le hacen los mandados a la extensión indeterminada de mi…

Tales: ¿De tu mandil?

Anaxímenes: ¿De tu solitaria?

Anaximandro: Ya se imaginarán a qué me refiero, par de papanatas: a la extensión indeterminada de mi envergadura filosófica (la amplitud indeterminada de sus alcances filosóficos, pues).

Tales: ¡Qué bien te sienta esa palabrita!

Anaxímenes: ¡Qué bien que te sientes!

Anaximandro: Uf. Tu agua se ahoga en un vaso de lo mismo (dirigiéndose a Tales) y tu aire se lo lleva un soplido (dirigiéndose a Anaxímenes). ¿Cómo les sienta eso a ustedes (otra vez hace su aparición implícita la mentada “envergadura”)?

Tales: El agua es el agua. Punto y seguido me hartan (se va para tomar un refrescante baño: ♫el agua lo vuelve a la vida porque sí limpia, sí limpia y refresca♫).

Anaximandro: Lo indeterminado es lo indeterminado. Punto y apártense de mí (el que se enoja pierde y sin divertirse; se va y toma rumbo indeterminado).

Anaxímenes: El aire es el aire. Punto finalmente (se va para llegar a su cuarto y prender su endiosado aire acondicionado, pues allá en Mileto hacía un “calorón” que Culiacán no conoce ni conocerá: ¡gracias a Dios!).

 […]

Y ahí, donde discutían y sin darse cuenta, yacía un charco que adquiría, gracias al viento, formas indeterminadas. El principio de todas las cosas estaba allí enfrente de sus narices de Pinocho, pero lo esencial era invisible para sus obstinados ojos, así como para los nuestros suele serlo. Alguien diría: tan fácil, el principio de todas las cosas es ###CENSURADO###[1].

[1] Verdad censurada. Sí, ya se lo imagina usted, lector teísta: el culpable de censurarla es el presumido que se afana en decir “Yo soy el que soy”.


La sombra de Prometeo

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